La
historia de Jefté
Érase una vez un juez de Israel que se vivió en
aquellos tiempos difíciles en que los israelitas habían vuelto a adorar a Baal y a Astaroth.
El Dios de los israelitas no sufrió este abandono e hizo que comenzara una
guerra entre los filisteos y los amonitas. Jefté había sido desheredado y
expulsado por sus propios hermanos y se había marchado a la región de Tob. Mas
los ancianos de Galaad lo intentaban convencer para que regresara y se pusiera
al frente de las tropas que iban a luchar contra los amonitas. Jefté se negó en
un principio, pero luego aceptó con la condición de que se le conservara su
posición de “mando”. Los ancianos aceptaron y Jefté pronunció un terrible
juramento:
quicumque primus
fuerit egressus de foribus domus meae mihique occurrerit revertenti cum pace a
filiis Ammon eum holocaustum offeram Domino.
es decir:
Cualquiera
que salga primero por las puertas de mi casa y se encuentre conmigo a mi
regreso victorioso sobre los hijos de Amón lo entregaré como holocausto al señor.
Como suele ocurrir en estos casos, el primero que sale es
alguien muy querido para el que jura y, en esta ocasión, fue la hija de Jefté
la que salió y a la que su padre tuvo que sacrificar.
No voy a entrar en la hipótesis de Bullinger por la cual habría
que entender que existía una conjunción adversativa en el texto (conjunción que
no aparece en la Vulgata de San Jerónimo) y que habría que entender por tanto, “entregaré
a Yahvé o sacrificaré en holocausto”, pero sí que es verdad que, siguiendo esta
hipótesis, cobra más sentido el que la hija de Jefté regresara a los dos meses
tal y como aparece en Jueces 11:39
expletisque duobus mensibus reversa est ad patrem suum
Habiendo pasado los dos meses
, volvió junto a su padre.
La
historia de Idomeneo
Idomeneo
fue rey en la isla de Creta, hijo de Deucalión y nieto, por tanto de Minos.
Participó en la Guerra de Troya y, al volver, sufrió una terrible tempestad. Al
igual que Lutero que, sorprendido por una tempestad, juró hacerse monje si se
salvaba, Idomeneo hizo un juramento a Posidón, dios del mar y de las corrientes
subterráneas diciendo que le ofrecería en sacrificio al primer ser vivo con el
que se encontrara. Cuando Idomeneo desembarcó, al primero con que se encontró
fue con su propio hijo que, dicho sea de paso, se podía haber estado quietecito
en casa porque, en ocasiones, por hacer un bien y cumplir una obligación moral
y religiosa como es honrar a tu padre, puedes acabar sacrificado como acabó el
pobre muchacho pues Idiomeneo, que debía de ser de Aragón, siguió en sus trece
y dijo que cumplía su juramento. Sacrificó al hijo y , en justo castigo por ser
tan testarudo, la peste cayó sobre Creta.
A la primera historia le puso música Handel y a la segunda
Mozart. Pero eso es, nunca mejor dicho, otro cantar. Otro cantar con el que
hubiera sido muy dichoso, como espero que lo sea con esta humilde entrada, mi
muy querido don Antonio Ruiz de Elvira.
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