Un hombre, desterrado en sus posesiones de Lámpsaco,
galopa con su caballo hacia los acantilados del Helesponto. Allí va a tener
lugar una batalla entre los atenienses, con una flota mandada por Conón, y los
espartanos, con una flota bajo las ordenes de Lisandro. Aquel hombre, quizás el
más elegante traidor que haya visto la historia, discípulo de Sócrates,
elegante dandy de la Atenas del siglo V, cuando llega a un alto, ve la
disposición de la flota ateniense y, desde sus fortificaciones, avisa a Conón
de su error. Escuchemos como lo cuenta Jenofonte en sus Helénicas, II, 25-26:
Ἀλκιβιάδης δὲ κατιδὼν ἐκ τῶν τειχῶν τοὺς μὲν
Ἀθηναίους ἐν αἰγιαλῶι ὁρμοῦντας καὶ πρὸς οὐδεμιᾶι πόλει, τὰ δ᾽ ἐπιτήδεια ἐκ
Σηστοῦ μετιόντας πεντεκαίδεκα σταδίους ἀπὸ τῶν νεῶν, τοὺς δὲ πολεμίους ἐν
λιμένι καὶ πρὸς πόλει ἔχοντας πάντα, οὐκ ἐν καλῶι ἔφη αὐτοὺς ὁρμεῖν, ἀλλὰ
μεθορμίσαι εἰς Σηστὸν παρήινει πρός τε λιμένα καὶ πρὸς πόλιν· οὗ ὄντες
ναυμαχήσετε, ἔφη, ὅταν βούλησθε.
Alcibíades observó desde sus
fortificaciones que los atenienses estaban fondeados en una playa y alejados de
cualquier ciudad; que iban a proveerse de provisiones a Sesto que distaba quince estadios de las naves; sin
embargo, los enemigos estaban anclados en un puerto en el que tenían de todo.
Entonces les dijo ( a los atenienses) que no estaban anclados en un buen sitio
y les aconsejaba que se trasladaran a Sesto que estaba junto a un puerto y a
una ciudad. “Estando allí- les dijo- lucharéis cuando queráis”.
El hombre que iba galopando con
prisa, por primera vez en su vida, estaba diciendo la verdad, pero, como al
pastor del cuento, no lo creyeron. Y sigue Jenofonte:
οἱ δὲ στρατηγοί, μάλιστα δὲ Τυδεὺς καὶ Μένανδρος,
ἀπιέναι αὐτὸν ἐκέλευσαν· αὐτοὶ γὰρ νῦν στρατηγεῖν, οὐκ ἐκεῖνον. καὶ ὁ μὲν
ὤιχετο.
Los estrategos,
especialmente Tideo y Menandro, le ordenaron que se marchara pues los
estrategos eran ellos ahora y no él. Y éste ( Alcibíades) se marchó.
Los
atenienses, por no escuchar a Alcibíades, fueron derrotados por Lisandro en la
batalla de Egospótamos (el río de la cabra). En ocasiones, también hay que
escuchar al que ha sido un mentiroso profesional y correr el riesgo de que, por
lo menos en esa ocasión, esté diciendo la verdad. Hay que dar una oportunidad
de regeneración incluso al más canalla,
pero, con todo, es difícil creer
al que ha hecho de la traición y el engaño una forma de vida.
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