Hace
ya unos cuantos años tuve yo una colaboración en SER Ávila en la que trataba de
etimologías y recuerdo que la primera etimología que traté fue la de hígado a
cuyo análisis me voy a dedicar. Veamos, lo primero, en términos médicos tenemos
hepático o hepatitis cuya raíz bien claro se ve que nada tiene que ver con el
hígado nuestro. Estas palabras médicas vienen de ἧπαρ, ἥπατος, la forma griega
para designar a esa víscera de nuestro cuerpo. En latín, la forma era iecur y está más que claro que tampoco
de ahí ha venido nuestro hígado. Entonces ¿de dónde viene, pues, nuestra palabra hígado? Pues aquí es donde
hace su entrada el bueno de Karlos Arguiñano porque nuestra palabra hígado está
relacionada con ficus, higo, y
nuestro hígado nos viene del nombre de un plato de cocina. ¿Cómo es posible
esto? Pues porque los romanos, que apreciaban el buen comer, tenían un plato
que era el iecur ficatum, es decir,
el hígado a los higos. Los clientes de las thermopolia, con esa tendencia al
mínimo esfuerzo que tantas etimologías nos da a los filólogos, decían: iecur ficatum volo, es decir, quiero un
hígado a los higos, pero con el tiempo empezaron a decir tan sólo ficatum pues con esta palabra el que les
atendía entendía perfectamente los que querían. Y así esa palabra fue llegando,
por medio de soldados y mercaderes, a todo el Imperio y se empezó a sustituir,
en las clases populares, iecur por ficatum y, como de ese latín vulgar
provienen nuestras lenguas romances, acabó, por evolución fonética, dando hígado.
¡Ya veis la fuerza que puede tener la gastronomía!
No hay comentarios:
Publicar un comentario