Hace
muchos años leí una entrevista a Glenn Gould en la que decía que su músico no
era, pese a los se podía pensar por las muchas grabaciones que le dedicó, Bach,
sino Orlando Gibbons. Algunos tildaron esas declaraciones como un punto más en
los puntos de excentricidad del canadiense, pero no repararon en la gran
calidad del músico inglés. No estamos aquí para juzgar si queremos más a papá
Bach o a Gibbons, no, para nada; estamos para decir que Gould ponía con sus
declaraciones en valor a un gran músico. Os invito a que escuchéis sus obras
para clave, sus obras polifónicas y sus himnos para el oficio de cuya belleza
siguen beneficiándose los ingleses, anglicanos ellos. Esos himnos, que, repito,
aún suenan en los templos británicos, tienen una belleza delicadísima y Gibbons
los compuso para todo el calendario litúrgico Os emplazo a que los escuchéis y
me digáis. Los católicos dejamos la gran tradición de música religiosa de
muchos siglos para coger la pandereta y el órgano Hammond. No sé si Dios nos lo
va a perdonar alguna vez.
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