A
Vigo se le conoce como la ciudad olívica y quiero contaros el porqué. Resulta
que allá por el siglo XII los monjes de la Orden del Templo de Jerusalén
estaban al cargo del monasterio de Santa María ( lo que hoy es la colegiata) y,
en la puerta, para simbolizar la vida eterna, plantaron una oliveira (olivo en
gallego). Si plantaron un olivo, fue porque es un árbol de hoja perenne y es
símbolo, como el ciprés, de la eternidad. También es símbolo de la paz pues con
ramas de olivo saludaron a Cristo en su entrada a Jerusalén. Pero no nos
vayamos por las ramas (del olivo).
El primitivo olivo fue derribado al
construirse la nueva iglesia. Sin embargo, un vigués de pro, don Manuel Ángel
Pereira, que era Administrador de la Aduana viguesa e hijo político del famoso
alcalde vigués don Cayetano Parada y Pérez de Limia, recogió una ramita y la
plantó en el huerto de su casa ( todo un detalle por su parte, se ve que era un
ecologista avant la lettre. El
crecimiento de la ciudad, enorme como se
puede comprobar dándose un viajecillo por allí, hizo que el jardín del prócer
desapareciera y entonces el olivo fue llevado hasta el Paseo de Alfonso XII que
es donde lo podemos ver en la actualidad. Delante del árbol hay una placa que da fe del amor de los vigueses por su árbol .
Eso fue en 1932 y allí sigue el olivo hasta que don Abel Caballero decida
cambiarlo de lugar que ya se sabe que de los políticos, como de los purriegos,
no es bueno fiar. Por cierto, el olivo aparece en el escudo de Vigo y os
recomiendo que le hagáis una visita que no todo van a ser las ostras de La
Piedra y el “Winston de batea”. Avisados quedáis.
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