sábado, 31 de julio de 2021

EL QUIOSCO DE JOSE Y LOLI EN LA PLAYA DE LAPAMÁN

 


Acabábamos de llegar a nuestra playa de Lapamán y en ella había, si la memoria no me falla pues han pasado ya unos cuantos años, tres quioscos: uno en la bajada de las escaleras que me han dicho que sigue en funcionamiento;  el bar de Lino (El pino) y el quiosco de Loli, la hija de Fina, la señora de la tienda de la  curva de Ardán. Debía de tener un servidor unos seis o siete años y Loli ya se andaría por los catorce. Era una niña rubia cuyo padre había fallecido no hacía muchos años. Ya no me acuerdo muy bien, pero, un día, Loli se echó novio, un chico rubio y de ojos claros que era de Poio, y se casaron. Es posible que Loli aparentara menos años de los que tenía, pero el matrimonio se marchó para Suiza y tardaron unos años en volver. Pero no nos adelantemos  a los acontecimientos porque, antes de nada, hay que contar que aquel quiosco era la sucursal del paraíso en donde comíamos, tomábamos helados y nuestros padres bebían aquel vino, “rojo como la sangre de un gigante” del que hago mención en mi poemario “A la sombra de Teucro”. Nunca he sido más feliz que en aquellos años en donde Lapamán era nuestra playa y en donde nuestros padres eran tan felices como nos resulta imposible ser a nosotros ahora. No había coronavirus y los obreros, por primera vez en la historia de España, se podían permitir un mes de vacaciones en el mar, algo que tan sólo se permitían, veinte años atrás,  los ricos. Quizás cuando volvieron de Suiza, Loli y Jose abrieron la churrasquería San José en donde se tomaba el mejor pescado a la brasa de la ría y el mejor churrasco de Galicia. Pero, por favor, dejadme que lo cuente en otra entrada.

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