martes, 20 de julio de 2021

LA HISTORIA DE SANTIAGO APÓSTOL ( I )

 


Esta historia tiene comienzo en Judea cuando Santiago, uno de los apóstoles de Jesús,  es decapitado por orden del rey Herodes Agripa I, entre los años 41 y 44. Dos discípulos suyos, Teodoro y Atanasio,  lo recogieron y, subidos en una balsa de piedra, cruzaron el Mediterráneo, llegaron a las columnas de Hércules, remontaron la costa del actual Portugal y llegaron hasta la Ría de Arosa. Remontaron la ría hasta su final en donde se encontraba y encuentra la aldea de Iria Flavia y amarraron la balsa de piedra a un petronum del que hablaremos en otra entrada. Pero ¿por qué traer el cuerpo de Santiago a Hispania? Nos tenemos que remontar más atrás en el tiempo.

         Según una tradición de fuerte arraigo en la Edad Media, tras Pentecostés, Santiago vino para  Hispania acompañado de los que se conocen como los Siete Varones Apostólicos. Sobre los itinerarios que recorrió el santo hay discrepancias pues,  si algunos como el historiador gaditano fray Gerónimo de la Concepción dicen que empezó su predicación por las Columnas de Hércules y que, desde ahí, recorriendo las costa portuguesa, se llegó hasta Galaecia,  otros   dicen que llegó a Cartago Nova. Parece ser que las fuentes sí se ponen de acuerdo en que Santiago llegó a Zaragoza y, en esta ciudad de la Tarraconensis, recibe la aparición de la Virgen María en carne mortal pues en esa fecha, aproximadamente el año 41, aún vivía y no había ascendido a los cielos por medio de la dormitio, sueño milagroso para que subiera al cielo. Santiago y los Siete Varones Apostólicos edificarían una pequeña capilla que, al cabo de los siglos, se convertiría en la Basílica del Pilar de Zaragoza.

         Por tanto, si Teodoro y Atanasio, trajeron hasta Hispania el cuerpo del apóstol fue, quizás, porque Hispania le había sido un lugar grato en donde había tenido esa aparición de la Virgen que, no lo hemos dicho antes, se asentó en un pilar de jaspe del que tomó su advocación.

         Aquellos dos apóstoles amarraron, tal y como hemos dicho la balsa, a un pedrón y ese pedrón dio nombre a Padrón, la villa gallega en cuya feria es un deleite perderse. Pero eso os lo cuento en la siguiente entrada.

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