Quiero
empezar esta entrada de blog dejando las cosas claras aunque me duela
sobremanera: Octavio Augusto no bebió nunca el vino de Amandi, ese vino divino
(perdón por el mal juego de palabras) de la Ribeira Sacra. Digo esto porque
durante muchos años se vendió “la moto” de que el propio Octavio se hacía
llevar a Roma ánforas con este vino lucense que, supuestamente, había
descubierto cuando vino a Hispania para terminar de conquistarla con las
Guerras Cántabras. Pues eso es una mentira “muy gorda” y, con vuestro permiso, lo argumento:
Primero: No hay ánforas, ni en Roma ni en ningún otro lugar de Italia, que atestigüen ese comercio vinícola.
Segundo: En autores como Plinio o Estrabón,
nada se recoge sobre este vino gallego aunque sí habla Marcial de las ostras
gallegas.
Tercero: La primera cita, según el profesor
de Historia Medieval de la Universidade de Vigo, Víctor Rodríguez, en la que
encontramos una alusión al vino de esta zona de Galicia es de 876. En este
documento, unos fieles donan al monasterio de Santa Cristina unas viñas en la
comarca de Lemos.
Cuarto: El vino, tal y como cuento en
mi libro “Historia de Boecillo”, fue llegando a la Península Ibérica a medida
que llegaban los monasterios benedictinos y cistercienses que cultivaban el
vino para tener existencias de cara a la consagración.
Quinto: El vino que bebían los romanos
nada tenía que ver con nuestro vino actual pues aquél era una especie de “puré”
que necesitaba de que le añadieran agua y que no podía tomarse solo pues, entre
otras cosas, sería imbebible y, para remate, esa costumbre de no aguar el vino
era propia de los bárbaros.
En fin, que la historia de que Augusto
bebía el vino de Amandi no es cierta y siento refutar a mi señor feudal en
literatura don Álvaro Cunqueiro que, no me atrevía a decirlo, fue el que lo
dijo. Pero don Álvaro era un gran fabulador y ¿por qué no poner en los labios
del “rey de Roma” este gran vino gallego?
Y ya metidos, os diré que tampoco los
césares comieron lampreas del Arbo y que sí que comieron – Marcial lo cuenta
tal y como dije unas líneas más arriba-, ostras de las rías. Pero eso es otra
historia que os contaré a su debido tiempo.
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