Nada puedo decir a esta maravilla de poema. Leedlo y, si podéis,
escuchadlo cantado por Amancio Prada.
SOBERANO ESPOSO MÍO
Soberano Esposo mío,
ya voy, dejadme llegar;
no me deis, Señor, desvío,
para que entre en vuestro mar
este pequeñuelo río.
Socorredme, dulce Esposo,
y dad la debida palma
a mi cuidado amoroso
para que descanse el alma
en los brazos de su Esposo.
Vuestros brazos me daréis
que, si a pediros me atrevo,
es porque no miraréis
a lo mucho que ya os debo
lo poco que me debéis.
Cumplid, Esposo, los conciertos,
quitando al alma los lazos,
serán mis abrazos ciertos
pues por darnos abrazos
tenéis los brazos abiertos.
Si vos los brazos me dais,
yo os doy el alma en despojos,
y, pues ya me la sacáis,
volved, mi Cristo, los ojos
a quien el alma lleváis.
Pues el corazón os di,
denme esas llagas consuelo;
entre el alma por ahí,
pues son las puertas del cielo,
que se abrieron para mí.
Huéspedes tenéis y tales
que no sé si he de caber
pero, ya en vuestros umbrales,
quepa esta pobre mujer
entre tantos cardenales.
Mi alma vive de manera
guardando de amor la ley
que en vos su remedio espera
pues tiene tal Agnus Dei
colgado a su cabecera.
Por vuestra me recibid,
no miréis más mi pobreza;
si voy segura, decid,
mas, si bajáis la cabeza,
diciéndome estáis que sí.
Ahora es tiempo que veamos
a dónde llega el querer,
si es verdad que nos amamos,
yo ya me vengo a esconder
entre ese árbol y sus ramos.
Siendo
así, Esposo sagrado,
en aquestas ansias bravas,
válgame vuestro cuidado
pues me asgo a las aldabas
porque me valga el sagrado.
De esta postrer despedida
yo no temo el dolor fuerte,
si con vos, mi Cristo, asida
a la hora de la muerte
tenga en mis manos la vida.
Si en las manos tengo a vos
con regalos soberanos,
ya estamos juntos los dos,
pues que Dios está en mis manos,
y yo en las manos de Dios.