Al
conocer el título de esta novela, creí que se trataba en ella de los profesores
de Bachillerato o de los profesores en general, pero, al adentrarme en su
lectura, he visto que no, que se trataba
de otro argumento. Dejo la broma para deciros que esta novela, poco conocida
del maestro ruso en comparación con los grandes “buques insignia”, es una
maravilla y que en ella aparece un personaje, el príncipe, que es todo un nihilista.
Este tal Piotr Valkovski es un personaje egoísta y hace del egoísmo su moral:
todos en el fondo, si hacemos el bien, lo hacemos por nuestro propio placer. Su
hijo Aliosha es un personaje manipulable, inmaduro, infantil que nos remite a
El Idiota. Está también Vania, el narrador; la maldecida Natasha y su padre, el señor Ikmeniev
que quiere perdonarla y se echa atrás por los convencionalismos sociales y que
acabará perdonándola y acogiéndola en su casa. Pero está sobre todo Elena,
Nelly; la nieta del señor Smith, la niña mártir que muere por las humillaciones
a las que se ha visto sometida. Estos niños que aparecen en las novelas del
gran escritor ruso deberían tener un estudio serio por parte de algún filólogo
mucho más capacitado que yo porque son de lo más emocionante de toda la
literatura del escritor de San Petersburgo.
Hay
en la novela esa lucha entre el bien, encarnado por los humillados y el mal
encarado por y en ese príncipe al que tan sólo le gusta su yo y que está
encantado de conocerse.
No
os cuento más. Seguro que mi buen amigo Luis Daniel González habría hecho un
comentario mejor, pero tenemos que conocer nuestras limitaciones como bien
sabían y aplicaban los griegos.
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