viernes, 18 de agosto de 2017

LEONARD COHEN, POETA


Este verano de 2017, me estoy dedicando a escuchar y a leer a Leonard Cohen, ese canadiense que, en el discurso del Premio Príncipe de Asturias de las Letras, reconoció la deuda que tiene con España pues un español, cuyo nombre nunca supo,  fue el que le enseñó a tocar en la guitarra los cuatro acordes con los que  luego ha compuesto la mayoría de sus canciones;  y otro español, Federico García Lorca, fue el que le endeñó a escribir sus letras. Junto al Cohen cantante, está el Cohen poeta; es más, primero fue el poeta y después, el cantante. En 1961 cuando Leonard Cohen tenía veintisiete años,  escribió su primer libro de poemas que fue recibido con los adjetivos de místico, profano, obsceno, sarcástico y osado. El libro se llamaba y llama La caja de especias de la tierra y lo he ido leyendo entre Boecillo y Aveiro, entre el Duero y el Atlántico de la playa da Barra. Y, la verdad, es que sorprende por su audacia poética, por la fuerza de su imágenes y por la cercanía a la realidad con la que escribe:


 

Me pregunto cuánta gente en esta ciudad

vive en habitaciones amuebladas.

Ya tarde por la noche cuando miro hacia los edificios

juro que veo un rostro en cada ventana

que me devuelve la mirada,

y cuando me retito

me pregunto cuántos vuelven a sus escritorios

y escriben esto mismo.

 

(…)

 

Oh lejos de cualquier azotea,

estamos tendidos bajo los castillos,

entre profundas ramas de plata,

y la luna solitaria

vive en lo alto de todo el mundo,

y en su luz nos sostiene,

fría y espléndida,

en su vasta y clara noche.

 

(…)

 

Ahora te incluimos en todas nuestras fantasías,

seguimos teniendo absoluta fe en tus legendarios cos-

         tados.

Nuestros barcos desde el medio del océano

son guiados por el brillo del sol en tu barriga,

reanudan su comercio entre tus colosales rodillas,

y un millar de destartalados poetas

acuestan sus cabezas heridas sobre tus pechos para

         cantar.

 

(Traducciones de Alberto Manzano en Editorial Visor.

 

Para que luego me hablen del Marwan…

 


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