Nada sabemos, por desgracia, sobre la fecha de
nacimiento de este olmedano que era hijo de García Cotes y Rivera, regidor de
Olmedo, y de Felipa de la Cárcel.
Estudió en el colegio del Arzobispo Fonseca, en Salamanca, en cuya
universidad llegó a ser catedrático. El olmedano embarcó para Nápoles a donde
iba con el cargo de oidor de la Regia Cámara Sumaria del reino, pero, como el
chico apuntaba maneras, llegó hasta presidente. Inocencio XII le concedió un
deanato en Tudela con el que, muy hábilmente, le aseguraba el pan para el resto
de su vida.
Ya en España, Carlos II lo nombró miembro del
Consejo de Italia, en 1696, Consejero presidente del Consejo de Hacienda; en
1698, está Sebastián en el Consejo de Castilla y, dos años antes de su muerte,
en 1701, es comisario general de la Santa Cruzada. Murió en Madrid, en 1703 y es
menester reconocer, ante todo, que al olmedano Cotes le tocaron muy malos tiempos
con ese pobre rey enfermo. No obstante, tuvo tiempo para escribir algunos
tratados sobre en leyes en latín que, de seguro, no han sido tan leídos como
las infames novelas de Màxim Huerta, vergonzante ministro de Cultura.
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