Dice Carlos García Gual que el humanismo en la
literatura occidental comenzó en el pasaje de la Ilíada en el que Príamo
suplica ante Aquiles que le devuelva el cadáver de su hijo Héctor maltratado
por el pélida y arrastrado por el polvo con la fuerza de sus caballos. No
podemos ver uno a uno los casi ochenta hexámetros que Homero dedica a tan
hermoso asunto, pero, al menos, veremos los primeros, aquellos en los que se
nos describe a un anciano Príamo abrazado a las rodillas de Aquiles y
suplicándole por los despojos de su hijo. También veremos cómo el pélida se
conmueve en su belicoso corazón y acaba cediendo al ver la vejez del rey de
Troya y acordarse de la vejez de su propio padre Peleo. Hermoso pasaje de la
Ilíada, de nuestro comienzo de la Literatura Occidental que dice así en griego:
τοὺς δ᾽ ἔλαθ᾽ εἰσελθὼν Πρίαμος μέγας, ἄγχι
δ᾽ ἄρα στὰς
χερσὶν Ἀχιλλῆος λάβε γούνατα καὶ κύσε χεῖρας
δεινὰς ἀνδροφόνους, αἵ οἱ πολέας κτάνον υἷας.
χερσὶν Ἀχιλλῆος λάβε γούνατα καὶ κύσε χεῖρας
δεινὰς ἀνδροφόνους, αἵ οἱ πολέας κτάνον υἷας.
El gran Príamo entró sin ser advertido y, acercándose,
agarró con sus manos las rodillas de Aquiles y besó sus manos
asesinas y espantosas que tantos hijos le habían matado(…)
Notemos el
encabalgamiento del segundo hexámetro en el tercero con los dos adjetivos que
definen a las manos de Aquiles: asesinas y terribles. Pero si son asesinas y
terribles, lo son porque, además de a otros muchos guerreros, han matado a los hijos del pobre padre
suplicante. Y sigue Homero:
ὣς Ἀχιλεὺς θάμβησεν ἰδὼν Πρίαμον θεοειδέα·
θάμβησαν δὲ καὶ ἄλλοι, ἐς ἀλλήλους δὲ ἴδοντο.
θάμβησαν δὲ καὶ ἄλλοι, ἐς ἀλλήλους δὲ ἴδοντο.
τὸν καὶ λισσόμενος Πρίαμος πρὸς μῦθον
ἔειπε·
μνῆσαι πατρὸς σοῖο θεοῖς ἐπιείκελ᾽
Ἀχιλλεῦ,
τηλίκου ὥς περ ἐγών, ὀλοῶι ἐπὶ γήραος οὐδῶι·
τηλίκου ὥς περ ἐγών, ὀλοῶι ἐπὶ γήραος οὐδῶι·
Se quedó atónito Aquiles viendo a Príamo,
semejante a un dios.
Y atónitos se quedaron los demás y se
miraron unos a otros.
Príamo, suplicante, le dirigió estas
palabras:
“¡Acuérdate de tu padre, Aquiles,
semejante a los dioses,
que tiene mis mismos años y en el umbral
funesto de la vejez está!
Sigue
Príamo con su hermoso discurso y, ¡grande milagro!, consigue conmover al pélida
y ambos acaban llorando:
ὣς φάτο, τῶι δ᾽ ἄρα πατρὸς ὑφ᾽ ἵμερον ὦρσε γόοιο·
ἁψάμενος δ᾽ ἄρα χειρὸς ἀπώσατο ἦκα γέροντα.
τὼ δὲ μνησαμένω ὁ μὲν Ἕκτορος ἀνδροφόνοιο
ἁψάμενος δ᾽ ἄρα χειρὸς ἀπώσατο ἦκα γέροντα.
τὼ δὲ μνησαμένω ὁ μὲν Ἕκτορος ἀνδροφόνοιο
κλαῖ᾽ ἁδινὰ προπάροιθε ποδῶν Ἀχιλῆος
ἐλυσθείς,
αὐτὰρ Ἀχιλλεὺς κλαῖεν ἑὸν πατέρ᾽, ἄλλοτε δ᾽ αὖτε
Πάτροκλον· τῶν δὲ στοναχὴ κατὰ δώματ᾽ ὀρώρει.
αὐτὰρ Ἀχιλλεὺς κλαῖεν ἑὸν πατέρ᾽, ἄλλοτε δ᾽ αὖτε
Πάτροκλον· τῶν δὲ στοναχὴ κατὰ δώματ᾽ ὀρώρει.
Habló así (Príamo) y suscitó en aquél el
deseo de llorar por su
[padre.
Tomó entonces al anciano de la mano y lo
apartó suavemente.
Y cada uno con sus recuerdos, uno acordándose
del mortífero
[Héctor
lloraba sin descanso, echado a los pies de
Aquiles,
y Aquiles, a su vez, lloraba por su padre
y, otras veces, también
por Patroclo. Y los sollozos de ambos
llenaban la estancia.
De
nuevo, el encabalgamiento del último hexámetro es magistral pues nos pone en “primera
línea” el dolor por la muerte de Patroclo.
Príamo,
con su aflicción, movió el corazón de Aquiles que, al final ( por desgracia no
podemos recoger todo el diálogo) le dice a Príamo que humanos somos y en manos
de los dioses estamos y que por ser mortales el destino tenemos en manos de los
dioses.
En
el siglo XII a. C., dos hombres, un
anciano y un joven guerrero, unidos en la desgracia, se dan cuenta, toman
conciencia de su condición de mortales, de simples humanos ante la omnipotencia
de los dioses y se consuelan con el llanto y con la palabra. ¡Con razón dice el
maestro Gual que comienza aquí el humanismo en la literatura universal!
ἆ δείλ᾽, ἦ δὴ πολλὰ κάκ᾽ ἄνσχεο σὸν κατὰ
θυμόν.
πῶς ἔτλης ἐπὶ νῆας Ἀχαιῶν ἐλθέμεν οἶος
πῶς ἔτλης ἐπὶ νῆας Ἀχαιῶν ἐλθέμεν οἶος
ἀνδρὸς ἐς ὀφθαλμοὺς ὅς τοι πολέας τε καὶ
ἐσθλοὺς
υἱέας ἐξενάριξα; σιδήρειόν νύ τοι ἦτορ.
ἀλλ᾽ ἄγε δὴ κατ᾽ ἄρ᾽ ἕζευ ἐπὶ θρόνου, ἄλγεα δ᾽ ἔμπης
ἐν θυμῶι κατακεῖσθαι ἐάσομεν ἀχνύμενοί περ·
οὐ γάρ τις πρῆξις πέλεται κρυεροῖο γόοιο·
υἱέας ἐξενάριξα; σιδήρειόν νύ τοι ἦτορ.
ἀλλ᾽ ἄγε δὴ κατ᾽ ἄρ᾽ ἕζευ ἐπὶ θρόνου, ἄλγεα δ᾽ ἔμπης
ἐν θυμῶι κατακεῖσθαι ἐάσομεν ἀχνύμενοί περ·
οὐ γάρ τις πρῆξις πέλεται κρυεροῖο γόοιο·
ὡς γὰρ ἐπεκλώσαντο θεοὶ δειλοῖσι βροτοῖσι
ζώειν ἀχνυμένοις· αὐτοὶ δέ τ᾽ ἀκηδέες εἰσί.
ζώειν ἀχνυμένοις· αὐτοὶ δέ τ᾽ ἀκηδέες εἰσί.
(Habla Aquiles)
“Ay,
desgraciado! ¡Cuántas desgracias has soportado en tu ánimo!
¿Cómo te has atrevido a venir en soledad a
las naves de los aqueos
ante los ojos del hombre que a tantos y
valerosos
hijos te ha matado? Tu corazón, sin duda,
es de hierro.
Pero, ¡ea! toma asiento y, pese a todo, los dolores
dejemos tranquilos en nuestro corazón por
mucha que sea la pena.
Pues ninguna ganancia resulta del helado
llanto.
Que así hilaron el destino los dioses para
los míseros mortales:
vivir llenos de penas. Ellos en cambio,
libres están de dolores.
Frente
a la vida en el dolor de los humanos, la vida sin cuitas de los dioses. Hombre
con hombre frente al dolor; hombre con hombre en simpatía; hombre con hombre sintiéndose necesitados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario