Este cuento, que he escrito para mis amigos, quiero compartirlo
con todos los que me seguís en la red. Si consigo vuestra sonrisa, me conformo.
Gracias.
UNA
NAVIDAD CON CAMBIO CLIMÁTICO
Todavía
hay gente que niega el cambio climático y, la verdad, no sé cómo se puede mantener
esta postura cuando estas últimas Navidades los termómetros no han bajado de
los treinta grados a la sombra. Los meteorólogos, al principio, dijeron que era
algo pasajero y que no sabían qué viento sur enloquecido había disparado las
temperaturas en aquel loco ascenso, pero pronto vimos que aquel cambio en las
temperaturas propias de los días navideños había venido para quedarse con
nosotros año tras año y algunos intelectuales empezaron a cuestionar el sentido
de los símbolos más entrañables de la Navidad y así decían que qué iba a hacer
Papá Noël con su abrigo, su trineo y sus
renos con una temperatura caribeña. Y
esos mismos intelectuales se preguntaban si no sería mejor vestirlo con camisa
hawaiana y tabla de wind surfing. Respecto a los Reyes Magos, otro tanto consideraban los ya mencionados intelectuales
y creían que sería más lógico vestirlos con bermudas, sandalias y toalla de
playa. Pero, sobre todo, las cabezas pensantes abogaban por suprimir de los
belenes las mulas y los bueyes, las castañeras y los pastores alrededor del
fuego y proponían mujeres abanicando al niño, pastores bañándose en el río y vendedoras de horchata.
Pero, por si esto fuera poco, también
había un problema con algunas costumbres que dejaban de tener sentido con las
altas temperaturas y así, por ejemplo, a un vecino mío lo tuvieron que llevar a
urgencias tras ingerir una cena a base
de pavo, sopa de almendras y turrones varios. Con estas desgracias, decían que
urgía cambiar el menú por gazpachos, salmorejos y vichyssoises además de
cebiches y helados. Tampoco tendrían sentido las felicitaciones con paisajes
nevados, la Blanca Navidad de un cantante norteamericano o El Tamborilero que “llegaba
hasta el valle que la nieve cubrió” y que,
siglo tras siglo, repetía un cantante español. Paisajes cubanos, navidades de caña
y ron y senderos que condujeran a playas con cocoteros era lo que se tendría que
imponer a partir de ahora. Ya no más vientos siberianos, roscones de Reyes,
polvorones imposibles de tragar con la sed del bochornazo ni turrones deshechos
del puro fuego solar. En su lugar, mojitos, agua de coco y caipirinhas tendrían que ocupar su lugar. De todo esto llevamos
camino, pero seguro que nos acabaremos acostumbrando a unas Navidades con
cambio climático.
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