- Padre, no sé por qué no aprovechamos las almendras que producen todos los almendros de las fincas de Villafrechós; se las compramos a los propietarios y las garrapiñamos como hacen en otros sitios de España. Seguro que las vendemos bien en las fiestas de los pueblos de la comarca.
- No veo muy claro el negocio, pero voy a hacerte caso. Mucha no puede ser la pérdida.Y se pusieron a garrapiñar almendras y a perfumar el pueblo con el olor del azúcar que iba envolviendo los frutos con sus grumos y dándoles ese color dorado que preludia el sabor de las garapiñadas.Y aquella idea del joven fue ganando terreno y un buen día, en la Exposición Universal de Barcelona, allá por 1888, las almendras garrapiñadas de los Cubero Marqués ganaban un merecido premio y, desde ese día, en las cajas, aparecía la medalla que, con el tiempo, fueron varias y también fueron ocupando su lugar en la tapa.Se marcharon los Cubero Marqués a Rioseco, capital de aquella comarca, y allí establecieron una pastelería, en una céntrica calle del pueblo. Allí empezaron a elaborar los abisinios, llamados así por el color doradito que les hacía émulos de los habitantes de Abisinia, los helados y algunos turrones.Casi sesenta años después, un descendiente de aquel Cubero Marqués, Florentino Cubero, se hizo cargo de aquel negocio y, al casarse con María del Carmén Galván, que había aprendido el oficio en obradores capitalinos, se decidió a darle “un nuevo aire” al negocio familiar. Y así llegamos a nuestros días en los que la pastelería Cubero sigue siendo un referente para los que tenemos el gusto de acercarnos hasta la Ciudad de los Almirantes.
miércoles, 17 de julio de 2019
LAS ALMENDRAS GARRAPIÑADAS DE VILLAFRECHÓS
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