Después
de la apasionante lectura de Europa
Central , el fantástico novelón de Volmann, que tendrá un merecidísimo
artículo en breve, se me quedó en el tintero una pregunta: ¿Podrían haber
evitado los aliados las masacres de los campos de concentración alemanes? Es
muy difícil la respuesta, pero al menos tenemos una certeza: los aliados
conocían la existencia de esos campos desde mucho antes del final de la Guerra.
Desde diciembre de 1942, el presidente Roosevelt tenía un informe detallado del
Congreso Judío Mundial en el que se daba cuenta pormenorizada de los que
ocurría por detrás de aquellas alambradas de la muerte. En el documento, se decía textualmente que “ casi dos millones
de judíos ya habían sido asesinados”. Durante todo el año 1943, las
organizaciones judías siguieron aportando datos sobre los campos; es más, en
los primeros meses de 1944, gracias a los
testimonios de varios fugados de Auschwitz, los aliados conocían hasta el
número exacto de hornos crematorios que había en el campo. Por razones
desconocidas, nadie hizo nada y la cuenta macabra de los campos fue aumentando
de saldo sin que nadie la parara. De hecho, el “descubrimiento” de Mauthausen
fue per casualitatem: el sargento Kosiek
salió el 5 de mayo de 1945 para reparar un puente que estaba en mal estado y el
pelotón se encontró con unas alambradas “extrañas” que no eran sino las de los campos de Mauthausen y Gusen. Eso llevó la esperanza
a los miles de prisioneros, pero ésta fue muy fugaz pues ese mismo día el
sargento Kosiek recibió la orden de abandonar el campo. Durante veinticuatro
horas, los prisioneros del campo vivieron en un caos que se llevó muchas vidas
y que más hubiera costado si no hubiera sido por la organización clandestina de
vigilancia que los pobres que lo habitaban habían creado para intentar imponer
el orden en el infierno.
Sin
embargo, lo más terrible de todo esto- si es que se puede hallar algo más
terrible-, son las palabras del general Patton, que bien es cierto que por
aquellos días ya sufría de fatiga de combate y cuyas declaraciones traían de
cabeza al alto mando norteamericano: “Algunos creen que los refugiados son
seres humanos, pero no lo son. Y esto se aplica sobre todo a los judíos, que están
en un nivel más bajo que los animales”
Desde
luego que no eran palabras de amor, palabras.
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