Hubo una época en que se hacían excursiones
desde muchos pueblos de Valladolid para ir a comprar toallas y mantelerías a
Portugal y la ciudad portuguesa elegida para tal fin era Miranda do Douro desde
la que inicia Saramago su Viaje a
Portugal. ( Sin duda don José hace este viaje desde fuera de Portugal ya
que no lo titula “Viaje por Portugal”, pero dejemos estas cosas menores.) Supongo que
esas excursiones textiles tenían como único objetivo la zona comercial de
Miranda y se dejaba de lado todo el casco
antiguo y, sin duda, el mirandés, que es la segunda lengua oficial en nuestro
país hermano. Si os digo la verdad, nunca he oído hablar en mirandés y tan sólo he visto algunos libros escritos en esta
lengua que venden en mi muy querida librería Andrade en donde, hace ya una
porción de años, adquirí las poesía completas de mi don Luís que luego
traduciría para ese libro titulado Claras
aguas del Mondego que me publicó Jacinto Herero Esteban, el grande poeta de
Ávila, en su colección El toro de granito
que pasó a mejor vida cuando Caja de Ávila, víctima de desmanes sin cuento,
desapareció, como otras muchas cajas de ahorro, del panorama de los ahorros
peninsulares. Pues bien, en Miranda, hace también algunos años, me pasaron una
gramática del mirandés que publicaba el Ayuntamiento y que era toda una
curiosidad. El mirandés es lengua emparentada con el astur-leonés occidental y en
esa tierra portuguesa se oye el “ye” y las terminaciones en “u” por el paso de
la o final a u como en leonés “ puertu”. Miranda merece la pena por ver su
catedral, por saludar ao Menino Jesus da Cartolinha que nos espera en su
armario vestido de mariscal del ejército portugués y por comerse un bacalao en
O Mirandês. También para ver las higas talladas en la piedra de las esquinas con
que nuestros hermanos de la frontera señalaban a España, empeñada en tomarlos
por la fuerza y a cualquier precio. En tiempos, yo me cortaba el pelo en una
peluquería que regentaba Afonso Martins, que era un mirandés que había emigrado
a París y allí había tenido una peluquería durante casi cuarenta años. Si iba a
su casa era porque hacía ese corte antiguo de los peluqueros que, hace una
poridad de años, iban por las casas. Pero esto creo que nada tiene que ver con
lo que he empezado a contar. Lo siento.
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