Racine
me ha dado varias satisfacciones durante estos días y la lectura de su Fedra me
ha hecho profundizar en esta obra más allá de los tópicos que venía repitiendo
en clase.
Una
figura que no aparece en Eurípides es Aricia que no sólo es una novia para
Hipólito y así dejar lejos la posibilidad de que fuera homosexual, sino que el personaje da mucho juego pues, al
estar enamorada de Hipólito, se convierte en la rival de Fedra. (Rameau le sacará mucho jugo para su ópera Hippolyte et Aricie). La Fedra que
nos presenta Racine, el escritor de Port Royal como mi amigo Jiménez Lozano, es
una Fedra con pulsiones tanáticas, una Fedra que desde el primer acto se
declara con deseos de morir a causa del
amor prohibido hacia Hipólito. La Fedra de Racine es una mujer que debería ir a
un psicólogo lo antes posible pues
padece vergüenza de sí misma y, a su vez, tiene unos celos terribles contra la
parejita feliz que forman Hipólito y Aricia (bueno, felices ma non troppo). La vergüenza y los celos
le producen un desasosiego enorme y la pobre es carne de psiquiatra desde que
comienza la obra que vamos a ir analizando por actos.
En el acto primero, Hipólito se quiere ir de
Trecén para huir de su amor por Aricia. Fedra le confiesa a Enone, esa
maravillosa nodriza del teatro griego, que ama a Hipólito y que quiere darse
muerte. Para dar mayor alegría, llega una noticia: Teseo ha muerto en una
guerra lejana.
Ya
metidos en el segundo acto, Aricia le confiesa a su criada su amor por
Hipólito. Llega Fedra y también le confiesa su amor a Hipólito que huye
horrorizado y Fedra se empeña en suicidarse ( la tía era de ideas fijas).
En
el acto tercero, regresa Teseo que no estaba muerto, que estaba de parranda, y
el pobre se queda sorprendido por la frialdad con que lo recibe su mujer. A
todo esto, Hipólito no quiere ni ver a Fedra y ésta empieza a padecer un
complejo de culpa que no la salva ni Herr Freud.
En
el acto cuarto, Enone, temiendo que su ama se suicide, le cuenta a Teseo una
mentira: que Hipólito, el virginal caballista, ha querido seducir a Fedra.
Teseo se agarra un cabreo monumental y destierra a su hijo con la añadidura ( a
mayores que dirían en Valladolid) de que el dios Poseidón lo mate. Llega Fedra
y, cuando está a punto de confesar su falta, va Teseo y le dice que su hijo ha
alegado en defensa propia su amor por Aricia. Ese amor por Aricia llena de ira
a Fedra que se calla y, como el que calle otorga, hace que Teseo siga odiando a
Hipólito.
Ya
llegamos al acto quinto ( Deo gratias). Hipólito le promete a Aricia que se
casará con ella fuera de la ciudad. Teseo duda sobre la culpabilidad de su
vástago y decide preguntar a Aricia, pero la chica, muy prudente ella, se calla
y tan sólo le dice, tras mucho insistir Teseo, que debe reconsiderar su decisión.
Teseo entonces decide ir a hablar con Enone, pero Pánope le dice que Enone se
ha suicidado (¡otra vez los pulsiones tanáticas!). Teseo se da cuenta de su
error, pero le llega la noticia de que Hipólito ha muerto cuando, yendo por la
playa, un monstruo enviado por Poseidón asusta los caballos que, desbocados, vuelcan el carro en el que viaja
el pobre e infortunado rapaz. Fedra, le confiesa todo a Teseo, Enone muere
ahogada y Fedra, que desde que había empezado la obra estaba obsesionada con
matarse, se toma un veneno y cae muerta en escena. Teseo adopta a Aricia no se
sabe si por vengar a su hijo o por fastidiar más lo que ya estaba fastidiado
desde el principio.
Y
ahora, por favor, os vais a la cocina, abrís el frigorífico, y os servís unos
cubitos de hielo con un whisky que tengáis por el mueble bar. Si habéis
resistido este argumento, seguro que podéis con el coronavirus y lo que os
echen.
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