De todos
es sabido mi gran admiración y devoción por don José Zorrilla que, con esos
versos tan musicales, tan bien ritmados, tan sencillos pero tan profundos hace
mis delicias. Y no habéis leído mal lo de profundos porque la profundidad de
Zorrilla hay que valorarla al final de su obra no durante el desarrollo de la
misma. Si lo hacéis así, veréis que muchos de estos versos “fáciles” cobran un
sentido en el conjunto de la pieza teatral. La última obra que me he leído de
don José es El rey loco, sobre Wamba,
ese rey godo al que tomaron por loco, pero que estaba más cuerdo que los que le
llamaban orate. Malos muy malos y traidores muy traidores con un rey Wamba que,
al final, acaba en el monasterio de
Pampliega. Pero no quiero hacer un spoiler
y sí quiero que disfrutéis de la obra. Por cierto, que en Valladolid, hay un pueblo que lleva el
nombre de este rey y en su iglesia
alberga un muy afamado osario y también Wamba es una afamada marca de
zapatillas que usaba mi abuela Patro y que, el otro día, en un viaje a Ourense,
vi en el escaparate de una zapatería da Rúa do Comercio. Pero tengo la
sensación de que me estoy yendo un poquito del tema.
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