Aunque
creo nunca le he dedicado una entrada, tengo por Lorca verdadera devoción tanto
por su poesía como por su teatro. En parte, tiene la culpa el que Alfredo Peña
Santamaría, Chacho, en COU, montó Mariana
Pineda y, desde ese momento, sentí
una pasión por el teatro lorquiano que, a día de hoy, no se ha rebajado un ápice.
Lector
ávido de ese teatro, siempre me han llamado la atención las ayas de las que la
Poncia de La casa de Bernarda Alba es
un buen ejemplo. Si cogemos el teatro de Eurípides – la Medea, sin ir más
lejos- vemos la fuerza que tiene el personaje de la nodriza o aya. Es la mujer
del pueblo que aconseja a su señora a la que ha visto nacer y ha amamantado; es
la mujer sabia que recoge una sabiduría de siglos; es la mujer que “ve” las
desgracias y le avisa a su ama, ciega por la pasión o por el despecho. No es
nuevo esto que estoy diciendo, ya lo sé, pero el aya de Lorca bebe directamente
de estas obras del teatro griego clásico.
Sin
embargo, se nos plantea una duda: ¿Bebió Lorca directamente de las fuentes
griegas? Los expertos en su teatro dicen que no, que Lorca no leía en griego y
que conoció estas obras sublimes en traducciones bien al castellano, bien al
francés. Pero, para el caso, es lo mismo: Lorca, como un servidor, se enamoró
del teatro griego y, sin las tragedias griegas, no se podrían entender ni
probablemente hubieran llegado a existir grandes obras lorquianas. No es que quiere
arrimar el ascua a mi sardina, pero ¡qué difícil es entender nuestra cultura
sin los griegos! Es más, no diría difícil, sino que es imposible. Esto que lo
ve un alumno de Cultura Clásica de 2º de la ESO no lo ven algunos políticos.
Quizás es que deberían volver a la escuela.
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