Ηermann
Hesse se fue a Baden Baden a tomar las aguas y se puso a reflexionar sobre ese
viaje y sobre su estancia en el famoso balneario de tal forma que, es más que probable,
que las aguas no le sentaran bien. Cuenta Hesse su vida en el balneario y sigue
con esa mala costumbre de reflexionar sobre los bañistas y sobre él mismo que
es algo muy sano (me refiero a lo último). En el segundo relato, Hesse, que no
es amigo de viajes, empieza a investigar sobre las razones últimas por las que
ha hecho un viaje hasta su Suabia natal en donde ha sido invitado a dictar unas
conferencias. Pero ¿realmente ha ido por las conferencias o ha habido una razón
“menor”, el recuerdo de una sirena que apareció en un monasterio? Hesse, ese
alemán devoto del budismo y de la espiritualidad, hace unas reflexiones muy interesantes
en ambos relatos. ¿Reflexionan así los bañistas de Caldas de Partovia, de
Marmolejo o de Corconte? ¿Reflexionarán así los miles de españoles que han salido
de estampida ante la diabólica tentación de las playas? Reflexionarán así los
viajeros que creen que por viajar mucho van a ser catedráticos?Dejemos abierta
esta pregunta para el curioso lector,
martes, 30 de junio de 2020
lunes, 29 de junio de 2020
LO QUE LES DEBEMOS A LOS MONJES
¿Nos
hemos preguntado alguna vez qué es lo que les debemos a los monjes? Obviamente,
a parte de sus oraciones, les debemos, como ya se ha dicho muchas veces, el que
los textos clásicos hayan llegado hasta nosotros. Pero no sólo eso pues hay por
lo menos tres ámbitos en los que la herencia de los monjes ha sido fundamental.
Vayamos con ellos.
El primero es la agricultura. No podemos pensar en que la agricultura
hubiera sido igual sin los monjes porque fueron ellos los que introdujeron, sin
ir más lejos, el cultivo de la vid, tanto para el vino de consagrar, como para
el vino que se usaba, siempre siguiendo la Sancta Regula benedictina, en los
monasterios. Tal y como dejé claro en mi libro sobre Boecillo, les debemos a
los monjes de San Benito el cultivo de la vid en nuestro pueblo y el clarete boecillano
(hoy, desgraciadamente, perdido) no hubiera llegado a existir si no hubiera
sido por los monjes. Y, como en nuestro pueblo, en muchos lugares de Europa
pues los monjes llevaron el cultivo de la vid desde el Rin al Mediterráneo y,
por ejemplo, fueron, ya en el siglo XVII, los que sentaron las bases para la
fabricación del champán siendo el muy afamado Dom Perignon el que empezó a
producirlo siguiendo las mismas pautas que se siguen usando hoy en día. Tampoco
podemos olvidar que los monjes, aunque talaron bosques para la agricultura,
también plantaron árboles creando por lo tanto una agricultura “sostenible”
muchos siglos antes de que la palabreja anduviera por periódicos y redes
sociales.
Sin embargo, no nos podemos olvidar de un aspecto en el que
también destacaron y que nos puede causar extrañeza: la metalurgia. Los monjes
consiguieron un fundido del hierro de una calidad casi como la de este siglo
perdiendo en la fundición muy poca cantidad de mineral. También en el aspecto
tecnológico asombran sus sistemas de bombeo de agua. Si alguno visita el monasterio
orensano de Oseira, visita muy recomendable,
puede ver el sistema de cañerías que tenían y cómo estas cañerías, de anchura
decreciente, conseguían presión para el agua del monasterio.
Tampoco podemos olvidar la labor caritativa pues muchos siglos
antes de subsidios y ayudas, la “sopa de convento!” daba de comer a gran
cantidad de pobres que tenían en los monasterios un refugio seguro pues no
olvidemos que la Regla benedictina dice que “ todo aquel que llame a la puerta de un monasterio
debe ser considerado como si Cristo en persona llamara”.
No es baladí la obra cultural de los monasterios y tampoco
son baladíes las obra técnicas,
económicas, civilizadoras y agrícolas de los monjes benedictinos. No en balde, Carlomagno llamó a San Benito “el padre de
Europa” y Benedicto XVI se puso Benedicto no sólo por Benedicto XV, papa de
principios del siglo XX, sino por Benedictus, el fundador de la orden que nos
ha ocupado en esta entrada. Pero de Benedicto XVI y de San Columbano, santo
irlandés, ya hablaremos en mejor ocasión.
LOS TEXTOS GRIEGOS Y SU MARAVILLOSA AVENTURA
Veíamos
el otro día la aventura de los textos latinos, pero no menor es la de los
textos griegos que, hasta la caída del
Imperio Romano de Occidente, circulaban , en unos sitios más que en otros y
unas obras más que otras, por escuelas y bibliotecas. Aquellos textos griegos
abundaban más en el Imperio Romano de Oriente cuya lengua oficial - ¡no lo
olvidemos!-, era el griego y así Constantinopla devino en la gran capital del
griego.
Aquel territorio siguió produciendo una literatura en griego
que llegaría hasta la caída de Constantinopla en manos de los turcos casi mil
años después. En esta loca aventura de los textos griegos, desde el principio del Islam, los textos fueron traducidos al árabe y al siríaco y
ambas lenguas se convirtieron en un sustrato en el que vivieron cómodamente las
obras griegas. En Bagdad, existió la conocida como Casa de la Sabiduría en
donde se tradujeron al árabe textos de Aristóteles y de Euclides y no sólo se tradujeron,
sino que se comentaron con sumo rigor y conocimiento. La Escuela de Traductores
de Toledo va a ser un centro de traducción de primer orden de Aristóteles que del árabe lo traducían al latín.
En los monasterios occidentales, apenas había textos griegos
y los pocos que había se utilizaban para escribir sobre ellos textos en latín
que solían ser eclesiásticos aunque también había algún autor latino (Cicerón
sin ir más lejos) en estos palimpsestos, que es como se llamaban estos
manuscritos con esta palabra griega que significa “copiar dos veces”.
Ya en el siglo XIII, los cruzados se trajeron textos griegos
de oriente y, en ese mismo siglo, tenemos a Avicena, un autor que dejaría una
gran impronta en la filosofía, la teología y la ciencia.
Pero aún nos quedan dos siglos para que se empiece a traducir
directamente del griego a las lenguas romances. Si me lo permitís, lo dejo para
otra entrada.HIPÓLITO, DESGRACIADO MUCHACHO
Otra
vez te tengo entre las manos, querido amigo Hipólito, buen chaval, amigo de los
caballos. Otra vez releo la jugada que te hizo tu madrastra, terrible mentira
que te llevó a la muerte. Como el pobre José con la mujer de Putifar, amigo
Hipólito, caíste en las redes de una
mala mujer. Pero ni siquiera ella fue la culpable porque todo fue un enfado de
Afrodita, la diosa a la que, en tu castidad, negabas culto. Y ella lo preparó
todo e hizo que tu padre, leyera aquel desgraciado mensaje con el que Fedra murió
y que te maldijera. Un monstruo, engendro de Poseidón, te salió al paso en la playa y desbocó tus
caballos, que te arrastraron por los cortantes cantiles; a ti, el hábil auriga,
el perfecto caballista. Todo al final no fue más que una disputa entre diosas:
Afrodita y Ártemis, la diosa del amor frente a la virgen, y lo pagó tu cuerpo
adolescente y hermoso. Quizás no sabías que también en Trecén regían las normas
de la Hélade: nada en exceso, μηδὲν ἄγαν, no sobrepases los
límites, no quieras ser el más justo de los hombres porque te convertirás en el
más injusto como dice el saber hebreo en el Eclesiastés. Y fuiste un esclavo,
sin querer, de la ὕβρις,
ésa que lleva, sin remedio a la ἁμαρτία. ¿No recodaste cómo otros también
fueron esclavos de esa ὕβρις que ahora
hace que seas un cuerpo hermoso y destrozado a los pies de tu padre? No te preocupes, dulce Hipólito, fervoroso
seguidor de Diana, porque tu historia tendrá continuación y dos mil años después hablarán de ti los hombres en sus
libros y hasta devendrás en malquerida a la que malquiere su padrastro. Porque
ahí estamos todos, porque común es el dolor
que llega inesperadamente aun para el que se goza en el bien. ¡Qué bonito queda
esto en griego y así quiero cerrar esta
epístola que brota del dolor de ser hombre! ¡Mi querido y tierno muchacho, un
despojo ya pasto de los buitres!
κοινὸν τόδ’ ἄχος πᾶσι πολίταις
ἦλθεν ἀέλπτως.
Común para todos los ciudadanos,
este dolor que llega de repente.
domingo, 28 de junio de 2020
LISÍSTRATA E IRENE MONTERO
La idea
el argumento de la Lisístrata de Aristófanes se puede resumir en con muy pocas
palabras: las mujeres de Atenas, instigadas por Lisístrata, la que disuelve
ejércitos, se niegan a tener relaciones sexuales con sus maridos hasta que
éstos hagan las paces con los enemigos. Esta idea, que ni siquiera la podrían superar Irene
Montero y su coro de asesoras, puede llevarnos a pensar en un feminismo avant la lettre por parte del
comediógrafo ateniense. ¡Nada más lejos de la realidad! Tenemos que pensar en
cómo era la situación de la mujer en la Grecia clásica: encerrada en casa,
viviendo en el piso de arriba con las criadas y los niños pequeños y sin tener
apenas trato, nada más que el “indispensable” con los hombres. Por supuesto que
no podían ir al teatro y, por tanto, las
atenienses jamás vieron esta obra que sí disfrutaron sus esposos. Y es, en ese contexto de machos atenienses, como tenemos que apreciar – tal y como explica
Juan Carlos Iglesias Zoido, profesor de la Universidad de Extremadura, el
verdadero significado de esta obra: lejos de ser una defensa de las mujeres, es
una burla de las mujeres por parte de un grupo de machitos a los que le haría
muchísima gracia ver cómo esas pobres esposas que tenían encerradas en sus
casas hacían una huelga de sexo. Aristófanes, como en las aves, no crea una
situación posible o dable en la Atenas de su siglo, sino una utopía, un algo
irrealizable que para lo único que podía servir era para que los atenienses
hicieran befa y escarnio de lo que podían llegar a imaginar – siempre según la
imaginación de Aristófanes, esas ménades a las que apenas entendían y a la que,
en el fondo temían. Mutatis mutandis, es como si los señoritos blancos del Sur
de los Estados Unidos hubieran escrito una obra de teatro en la que los
esclavos negros fueran los amos y ellos los sirvieran. No sé si existe esa obra
– la crueldad del ser humano es infinita-, pero, si se hubiera dado alguna vez,
tan sólo hubiera servido para que los amos se partieran de risa al ver algo que
era absolutamente irrealizable. Para ver una Lisístrata “feminista”, tenemos
que esperar hasta el siglo XX en donde la capacidad de actuación de las mujeres
fuera capaz de crear situaciones como éstas. Pero ¿sigue siendo Lisistrata una
utopía aún en pleno siglo XX? ¿Quién manda, a día de hoy en el lecho
matrimonial? Ahí os quiero ver.
LA FUNDACIÓN DE O CARBALLIÑO
Eran los
principios el siglo XVII y los monjes de Oseira estaban buscando un
emplazamiento para una feria. El monasterio quedaba algo a trasmano y ellos
buscaban un cruce de caminos. A pocos kilómetros de allí, a orillas del río
Arenteiro, encontraron el lugar ideal porque en él se cruzaban dos caminos
principales: el que venía desde Portugal pasando por Ribadavia, Leiro, y San Clodio
y el que venía desde el este e iba hacia las Rías Bajas. El primer camino seguía
camino de Santiago por Irixo y Lalín; el segundo camino subía O Paraño para
bajar después, serpenteando por un terreno montañoso, hasta la ciudad del
Lérez. Los monjes decidieron que aquel cruce de caminos era el lugar ideal y
decidieron establecer su feria. Con el tiempo, aquel lugar fue recibiendo
habitantes que fueron creando un pequeño núcleo de población en torno al ya
mencionado río Arenteiro, en una tierra además que, desde los romanos, había tenido fama por sus
aguas termales pues ya los propios romanos habían tenido termas en Partovia.
Cuentan que había en aquel nuevo núcleo de población un roble pequeño -o quizás
no tanto-, al que los vecinos, de manera
afectuosa, con ese diminutivo afectivo tan propio del gallego, bautizaron como
O Carballiño. Pasando el tiempo, aquel pequeño núcleo fue creciendo hasta que
llegó a ser la capital do Arenteiro, un lugar famoso por sus balnearios, por su
riqueza forestal y por los vinos que se empezaban a ver en ese profundo
desnivel que baja desde la población camino de Ribadavia. Con el tiempo, el rey
Alfonso XII pernoctaría en un pazo de La Almuzara y el gran arquitecto gallego,
José Iglesias Ramilo, construiría el tempo de la Vera Cruz que no pudo ver terminado.
De recias casas construidas con el granito de la zona y soportales soñadores
para tardes de lluvia, O Carballiño es hoy un centro comercial de primer orden
y sigue teniendo su feria todos los lunes quizás como recuerdo a esa feria que
lo creó; a esa feria que los monjes de Oseira quisieron establecer a principios
del siglo XVII.
martes, 23 de junio de 2020
OLMEDO, LA VILLA DE LOS SIETE SIETES
Olmedo es
conocido como la “villa de los siete sietes”. ¿Os habéis preguntado por qué? Pues
vamos a intentar verlo porque es muy sencillo:
Olmedo tiene tan bonito
apodo porque tiene:
1.
Siete
iglesias: Santa María, San Miguel, San Andrés, San Julián, San
Juan, San Pedro y San Martín
2.
Siete plazas: Mayor, Santa María, San Juan, San Andrés,
de Jesús, del Obispo y de Ulloa.
3.
Siete fuentes: Caño viejo, Caño Nuevo, Caño Cotes,
Fuente la Pioja, La Castellana, Chamorro y La vía.
4.
Siete conventos: Sancti Spiritus, La Merced, San Francisco, Isabel de la Cruz, Isabel de Jesús,
Concepción y Madre de Dios
5.
Siete puertas: San Pedro, San Juan, La Villa o San
Andrés, San Miguel, Puerta Nueva, San Martín y de Ulloa.
6.
Siete casas nobles: La de Olmedilla (Becerra y Alaiza),
la de los
Condes de Bornos (mercado), la de Casasola y Marqués de San Felices, la de Montalvo,
la de los Ortega, la de los Dávila (Sarmiento), la de los Troche y Ulloa
7.
Siete pueblos en su alfoz: Aguasal
Almenara, Bocigas, Fuente Olmedo, Llano de Olmedo, Puras y La Zarza
No os acostaréis sin saber una
cosa más.
UNA SIESTA EN LA GUERRA
El
sol de marzo ya calienta en las tardes madrileñas y la siesta va apeteciendo cuando un calorcillo hace que
las tardes huelan un poco a verano. Ya llevaban tres años de guerra y se notaba
el cansancio en aquella interminable trinchera de la Ciudad Universitaria a la
que habían llegado en noviembre del treinta y seis. Del otro lado del río,
estaba Madrid y, durante esos largos meses, habían ido viendo a sus habitantes
recorrer la calle de Ferraz o acercarse a las derruidas facultades. Se cuchicheaba entre la tropa que se estaba
hablando de la paz en las altas esferas y ya se comentaba por “radio macuto”
que iba a llegar cualquier día. Por eso, porque hacía ya calorcito y porque
aquel asedio era aburrido, mi abuelo se había acostado a echar la siesta en la
tienda de campaña que tenía la compañía. Tenía esa costumbre de la siesta desde
que era pequeño y ni siquiera una guerra se la iba a quitar. Por eso dormía
feliz cuando un soldado entró a despertarlo.
-
¡Mi sargento, mi sargento, mire! – y le
entregaba unos prismáticos.
-
Déjame hombre. ¿No ves que me estoy
echando la siesta y la siesta es sagrada?
-
Pero mi sargento ¿no ve que se están
pasando los rojos a nuestras filas?
-
No digas tonterías, Manuel, y déjame
tranquilo.
-
¡Se lo juro, mi sargento! ¡Cruzan el río
y se unen a nosotros!
Tanto le insistió aquel soldado que mi
abuelo cogió aquellos prismáticos y miró. Efectivamente, los del bando
republicano se estaban a los nacionales. Entonces mi abuelo y el soldado se
miraron. Ahora no cabía duda: la guerra estaba terminada.
SANTA LIBRADA, LA SANTA DE ÁVILA
Librada
era una chica que todos los días iba desde su pueblo, Cardeñosa, a Ávila. Esto
según los antropólogos, significa la comunicación entre el campo y la ciudad.
Es decir, que Librada se adelantó en varios siglos a los abulenses que van y
vienen a Madrid a trabajar o a los que dejaron la ciudad y se fueron al foro.
En fin, sigamos. Estaba contando que la chica de Cardeñosa bajaba todas las mañanas
del pueblo a la ciudad; despachaba sus
encargos y regresaba a Cardeñosa. Así lo llevaba haciendo desde que era
pequeña.
Sin
embargo, aquel día notó algo extraño: un hombre la seguía a los lejos. Librada
apretó el paso, pero aquel facineroso lo apretó también. Ya veía la muchacha la
muralla abulense cuando decidió echar a correr y refugiarse en la ermita de San
Segundo, muy cercana ya al puente Adaja. Aquel desaprensivo aceleró también el
paso y se puso a correr también detrás de Librada que, tras entrar en la
ermita, le pidió ayuda al santo varón apostólico que fue San Segundo.
Cuando
salió, allí seguía el tipo aquel. Se había sentado a la sombra de un árbol, uno
de los que daban sombra a la ermita, y miraba con ansia a la puerta. Cuando vio
que alguien salía del pequeño templo, se acercó hasta él.
-
¡A la paz de Dios, hermano! ¿Ha visto a una muchacha
entrar en ese templo? Es mi hermana.
-
No. Tenga vuesa merced la seguridad de que no he
visto entrar a nadie y llevo desde el alba rezando en su interior.
-
¡No es posible! ¡Yo venía tras ella cuando se ha
metido en la ermita!
Tiene
que estar en algún sitio escondida.
-
No, es imposible. Yo mismo he revisado la ermita
antes de cerrar y no había nadie. Mire, le llevo las llaves al santero.
Aquel canalla no daba fe a lo
que oían y veían sus ojos: él mismo había visto a la muchacha entrar y ahora
aquel joven barbudo le decía que dentro de la ermita no había nadie.
Vio cómo
el joven de luengas barbas se marchaba camino de Ávila y entraba por la puerta
del puente y se marchó por el camino sabe Dios hacia dónde. ¡Maldita muchacha
que se le había escapado!
No
sabía el desgraciado que aquel barbudo que ya había entrado en la ciudad era la
mismísima Librada que, al haberle pedido ayuda al santo, había visto crecer en
su rostro una luenga barba que le tapaba incluso hasta los vestidos por
delante.
Hasta
aquí la historia que cuentan las abuelas a los nietos en las noches de nieve.
Para cualquier mínimo conocedor de la mitología clásica – no hace falta ser un Ruiz de Elvira-, la historia es
muy parecida a la de Apolo persiguiendo a Dafne. Si recordáis, Dafne se
metamorfoseó en laurel y Apolo se quedó, como dice Quevedo en su gran soneto,
“escabechado”. Librada se metamorfoseó
convirtiéndose en un joven barbudo. ¿Un mitema? Pues es posible.
jueves, 18 de junio de 2020
EL DOLOR EN LAS GUERRAS
Yo
quisiera que algún amigo psicólogo me explicara lo que voy a comentar en esta
entrada. ¿Es posible que el ser humano llegue a tal estado de indiferencia que pueda
jugar al fútbol con cabezas de prisioneros ajusticiados? Lo cuenta Antonio Lobo
Antunes, el gran escritor portugués que es psiquiatra de profesión, hablando de su época de soldado en Angola en
donde jugaban con las cabezas de los ejecutados. ¿Cómo se puede explicar esto
psicológicamente? Cierto es que en la guerra civil, era habitual que los niños
jugaran a los bolos con los huesos de los muertos o que visitaran los cementerios
para hacerse con “restos” y así lo cuenta, sin ir más lejos, Chumy-Chúmez, el
donostiarra de pro, en su libro de
memorias Yo fui feliz en la guerra.
Los niños, en sus juegos, pueden llegar
a ser muy sádicos, pero lo que os cuento es algo de personas mayores y, en el
caso de Lobo Antunes, la historia proviene de un profesional de una ciencia humanística
como es la medicina que tiene por finalidad el cuidado y curación del hombre Recordemos también la salvajada de
sacar momias de monjas durante la Guerra Incivil y fusilarlas o violarlas y
tantas otras. ¿Será que las endorfinas también acaban insensibilizando nuestro
corazón? ¿Será que nuestro sentimiento se acaba acorchando ante el dolor? ¿Será
que somos una especie cruel y despiadada como ningún otro animal de la
creación? En fin, espero vuestra respuesta, amigos psicólogos.
TRES HORAS DE SIESTA
Como
bien saben los pocos que me leen, soy un gran aficionado al yoga ibérico, es
decir, a la siesta, el gran invento español. Ya dijo Cela que, para que una siesta
fuese de calidad, tenía que ser de Padrenuestro, pijama y orinal, pero es que
leyendo unas notas sobre la Guerra Civil me encuentro algo curiosísimo: resulta
que los nacionales o sublevados tentaban a los del bando republicano con
“conceder tres horas de siesta al que desertara y se cambiara de bando”. Os
juro que no está sacado de ningún guion de Miguel Gila como tampoco está sacado
de un guion de Berlanga el que ambos bandos, en la guerra de trincheras,
quedaban para verse, intercambiarse tabaco, jugar al mus y, en el culmen de la
españolidad, hacer un paella juntos nacionales y republicanos. De tal manera
que en el argot de los combatientes, reunirse en los descansos de la guerra era
“hacer la paella”. Yo, recordando lo que me contaba mi abuelo Luis Platón
Villafruela que se pasó los tres años de guerra en la Ciudad Universitaria con
el ejército de Franco, corroboro lo de los encuentros. También, cualquiera que haya visto La
vaquilla, esa aproximación tan
cercana a lo que fue la Guerra, - una
guerra que parecía de alpargatas, pero que fue terriblemente cruel y dolorosa -,
puede ver cómo confraternizaban los dos
bandos incluso dándose un bañito en una charca y así aliviar los calores del
tórrido verano cañí. De la siesta quiero hablaros en entrada a parte porque ya
sabéis que mi abuelo era un gran aficionado a ella y me contó una historia que
no tiene desperdicio.
FILOCTETES, UN ROBINSON CRUSOE AVANT LA LETTRE
¡Pobre Filoctetes,
solo en la isla de Lemnos porque sus compañeros no podían soportar el fétido olor que
desprendía su herida del pie! Merece la pena que conozcamos un poco más su
vida.
Filoctetes
era hijo de Peante, rey de la ciudad de Melibea en Tesalia, y de Metone o Demonasa. Fue pretendiente de
Helena de Troya antes de que la muy conocida joven se casara con Menelao, rey
de Esparta. Luego vendría lo que vino, pero no es el momento ahora. Acudió
Filoctetes a la toma de Troya, pero antes hubo un acto en su vida que lo marcó:
ayudó a Heracles al prender fuego la pira
funeraria del tebano en el monte Eta. Heracles,
en recompensa, le dejó sus flechas, que estaban envenenadas con el
veneno de la Hidra de Lerna, y su arco. Esas flechas y ese arco eran
fundamentales para la toma de Troya.
Bueno
pues ya tenemos a Filoctetes camino de Troya con sus flechas venenosas e
implacables. Paran en una isla a hacer aguada y una serpiente, enviada por Hera como castigo por haber a ayudado
a su muy odiado Heracles, le pica en un pie. Filoctetes, presa de terribles
dolores, se pasaba el día quejándose a grandes voces; por si eso fuera poco, un
fétido olor se desprendía de la herida purulenta. Cansados los aqueos de tanto
grito y tanta peste, ni cortos ni perezosos, lo desembarcan en la isla de
Lemnos en donde el pobre Filoctetes será un Robinson Crusoe avant
la lettre. Nadie se acordaba de él ni de sus sufrimientos en la soledad en
los montes de Lemnos hasta que las cosas en Troya no iban nada bien y entonces
se acordaron los griegos de aquél oráculo que había predicho que, para tomar
Troya, era necesaria la presencia de Filoctetes con su arco y sus flechas. ¿Qué
hacer? Pues ir a buscarlo. ¿Quiénes de los aqueos? Pues Neoptólemo, hijo de
Aquiles, y el propio Odiseo, el de los mil ardides.
Llegan
a la isla de Lemnos y Neoptólemo lo engaña diciéndole que va camino de Esciros
en donde seguía viviendo su madre Deidamía, hija del rey Licomedes con quien
recordemos que se había refugiado Aquiles disfrazado de chica para no ir a la
guerra de Troya y recordemos también que fue Ulises el que lo descubrió al ir
disfrazado de buhonero y sacar, entre las
alhajas y baratijas, una espada a la que el héroe aqueo se lanzó con ansia. Es
decir, que Aquiles y Deidamía, aunque el primero estaba disfrazado de chica,
tuvieron una relación de la que nació este chavalillo al que también llamaban
Pirro. Al final, el huérfano de Aquiles le dice la verdad y, como es lógico,
Filoctetes decide no ir a Troya con ellos, pero la aparición de Heracles (Deus ex machina llamaban esto los
griegos) le convence de lo contrario y embarca con Ulises y Neoptólemo camino
de Troya.
Ya
en Troya, es curado por los hijos de Esculapio, Macaón y Podalirio y se dedica
a combatir. De su arco saldrá la flecha que matará a Paris que, a su vez, había matado a Aquiles. Otras
fuentes dicen que no murió al momento, sino que envió un mensajero a Enone, su primer
amor, que no quiso ir a verlo, pero que luego, pensándolo mejor u obedeciendo a
razones amorosas, fue, pero con tan mala suerte que llegó cuando Paris había
expirado. Enone, desesperada, se suicida. Pero sigamos con Filoctetes.
Acabada
la guerra, Filoctetes inicia su regreso (νόστος), pero no
vuelve a su tierra Tesalia, sino que termina en la Campania. Aquí lo conocerá
Telémaco, según cuenta Fenelón en sus Aventuras
de Telémaco. Y en la Campania murió no sin antes haberle
ofrecido su arco a Apolo en un santuario que él mismo había fundado: el
santuario de Apolo Aleo.
Espero
que os haya gustado la historia. Don Antonio Ruiz de Elvira lo hubiera hecho
mejor, pero non omnes omnia possumus.
miércoles, 17 de junio de 2020
SAN ISIDORO Y LA LODE
De San Isidoro de Sevilla, Isidorus Hispaliensis, me
gusta recordar una historia que aparecía en el libro de lecturas de 3º de EGB y
que siempre, como la historia de Joaquín Blume que conté en su momento, me ha
hecho remontar los momentos de “bajón”.
Cuentan que iba el santo sabio un día
por su Sevilla (no voy a entrar en polémicas sobre si era sevillano o
cartagenero) y entró en un patio en donde había un pozo en cuyo brocal se veía
la marca de la cuerda que se usaba para sacar agua. El santo, que andaba quizás
por la adolescencia y los estudios se le atragantaban un poco, pensó lo siguiente:
Si la cuerda, con su roce continuado, ha conseguido hacer esta acanaladura en
la piedra, yo también, con mi esfuerzo cotidiano, puedo llegar a dominar lo que
tanto me cuesta.
Esta es la historia que quizás no sea
verdadera, pero la verdad es que es fantástica y, si habla de esfuerzo,
demuestra claramente que se escribió siglos antes de que se aprobara la LOGSE,
la LOMDE y la LODE. Está basada en ese conocido adagio latino que dice: Gutta cavat lapidem, non vi, sed saepe cadendo.
Esta cita para unos es de Ovidio, para otros es una modificación de Giordano
Bruno sobre la ya citada cita ovidiana. La verdad, no tengo ganas ahora de
ponerme a trabajar en ello con todo este apocalipsis zombie del fin de curso
on-line, pero ahora que ya viene el verano quizás un día investigue un poco. Es
más, les voy a llevar a un pozo para a mis alumnos de Cultura Clásica de 2º de
la ESO, pero no para tirarlos (no seáis mal pensados, sino para que reflexionen
como San Isidoro sobre el trabajo y el esfuerzo). Pero pensándolo bien, quizás
eso de usar el pozo de manera más expeditiva no sea tan mala idea…
JULIANA O LA CRIADA RESENTIDA
Vuelvo a hablar de O primo Basílio porque el acierto
filológico de Concha López Jambrina me recordó la importancia que tiene, en
dicha obra, Juliana, la criada de la casa de Luísa y Jorge, un gran personaje del que merece la pena
hablar. ¡Y tanto que merece la pena! Juliana es, a mi gusto, uno de los personajes centrales de
la novela y desde luego, un personaje maravillosamente tallado por Eça en el
que más que un tipo consigue un arquetipo de un modo de conducta: el resentimiento.
Sí, porque Juliana es una resentida cuya ambición desmedida tiene
como finalidad ser como su señora a la que odia porque se siente inferior
desempeñando su trabajo. Pero que sea Eça el que os lo cuente:
Julgava-se
vagamente roubada. Començou a odiar a
casa. (La negrita es mía, claro)
Tinha para isso muitas razões,
dizia: dormia nun cubículo abafado; ao jantar não lhe davam vinho, nem
sobremesa; o serviço dos engomados era pesado; Jorge e Luísa tomavam banho todos
os dias, e era um trabalho encher, despejar todas as manhãs as largas bacias de
folhas: achava despropositada aquela mania de se porem a chafurdar todos os
dias que Deus deitava ao Mundo; tinha servido vinte amos e nunca vira
semelhante despropósito!
Juliana
hubiera querido tener una tienda, una mercería como aquella que le puso Cayetano
Salgado a Clara Aldán en Los gozos y las
sombras de Torrente Ballester; una tiendecita pequeña en la que ella
hubiera sido su jefa. Porque a Juliana no le gusta obedecer ni que
nadie la mande. Y va generando un odio
terrible contra su señora a la que llama con un mote despectivo. Por
resentimiento, aprovecha la occasion de
la carta para chantajearla, para convertirse ella en ama y la señora en criada
en una subversion de papeles propia de una comedia plautina y que es todo un retrato de los deseos de
Juñliana.
Juliana no quería haber nacido pobre:
le hubiera gustado haber nacido rica o, por lo menos, sin tener que servir a
nadie. ¿Soberbia además de resentida? Es posible. Y por eso su carácter se va haciendo
más amargo, se va llenando de odio, de rencor. Mucho escribió el doctor Marañón
en ese maravilloso libro que es Tiberio en donde va estudiando al emperador
romano y consigue un estudio soberbio del
rancor. Un libro muy recomendable
como todos los de Marañón.
Pero ¿tiene Jualiana acaso algún consuelo,
algo que le haga salir de su mundo de odio y resentimiento?
Sí, sí que lo tiene: está orgullosa de sus pies. Así lo cuenta Eça:
A sua alegría era ir aos domingos
para o Paseseio Público, e alí, com a orla do vestido erguida, a cara sob o
guarda-solinho de seda, estar a tarde inteira na poeira, no calor, imóvel,
feliz- a mostrar, a expor o pé!
Gran
personaje éste de Juliana salida de la pluma de un gran escritor.
miércoles, 10 de junio de 2020
LOS COPISTAS Y LOS FILÓLOGOS (II)
Vamos a
seguir con este apasionante tema de la transmisión de los textos latinos.
Cuando todo parecía que estaba perdido, aparece un pequeño foco de luz por el
occidente más occidental: Irlanda. En
este lejano país aparece San Columbano, un monje que tras haber estudiado en la
isla, viaja al continente y allí compra manuscritos y se trae la semiuncial que
ellos convertirían en la semiuncial irlandesa. Sin embargo, la gran labor de
difusión de San Columbano fue cuando se marchó para Europa de nuevo y comenzó a
fundar monasterios como Luxeil , Bobbio o Saint Gall. Él y otros compañeros,
los scotti peregrini, fueron llenando
Europa de textos latinos además de ir sembrando la fe. Los nombres de estos
“escoceses peregrinos” lo dicen todo: Virgilio de Salzburgo, Dungal, Sedulio
Scoto y Juan Escoto Eurígena. Por tanto, en este renacimiento anterior al
carolingio, se escucha un fuerte acento irlandés.
Sin
embargo, pronto va a surgir un segundo foco de entrada de la cultura latina:
Canterbury. El papa Gregorio Magno envía a Agustín a Inglaterra y lo envió con
vestidos y vasos sagrados, pero también con codices
plurimos. En el 668, hay una segunda misión que encabezan Teodoro de Traso
y Hadriano de Niridano que llevan también buena copia de libros. Estamos en una
época en la que los nombres de los grandes clásicos no son desconocidos y la
corriente de misioneros irlandeses no dejó de fluir: Willibrord o Bonifacio
llevaban la religión y la cultura latina allí por donde iban porque pensaban
que la base de la educación eclesiástica era una biblioteca bien abastecida y
bien seleccionada. Con estas ideas tan “modernas” para estos siglos, los monjes
van poniendo los pilares de lo que será el Renacimiento Carolingio que abarca
de fines del siglo VIII o comienzo del IX y que está presidida por la
personalidad política y espiritual de Carlomagno. Pero de este renacimiento os
hablaré en el siguiente capítulo.
LOS COPISTAS Y LOS FILÓLOGOS (I)
Nos vamos
a situar en el siglo V. d. C. en el que se produjo lo que podríamos llamar el
colapso final del Imperio Romano de Occidente. Roma había caído el 476, pero en
el reinado de Teodorico, rey ya de los visigodos, destacan dos figuras
fundamentales en la transición del mundo antiguo al medieval: Boecio y
Casiodoro.
El
norte de África se queda al margen de la cultura occidental, la Galia se
ajustaba con dificultad a cualquier fomento de la continuidad cultural y España
tiene un momento de gloria con Isidoro de Sevilla a finales del VI y comienzos
del VII.
La
Iglesia se convierte en receptora de los libros, pero los libros de la
literatura pagana parece que tienen pocas posibilidades de sobrevivir. Sin
embargo, un hecho es indudable: los libros, recogidos en los primeros
monasterios, son conservados aunque muchas veces fuera en contra de la propia
religión. Quiero decir que Ovidio era un autor pagano poco edificante para los
cánones orales de la época, pero Ovidio se conservó igual que aquellos autores a los que se les
consideraba precristianos como Virgilio o Séneca.
Gran
importancia tiene en este proceso de conservación la fundación del monasterio
italiano de Monte Casino, una fundación de San Benito en 529, cincuenta y tres
años tan sólo después de la caída de Roma.
El
problema es muy grave porque los cristianos de los siglos VI y VII veían en la
literatura clásica una rival invencible pues los grandes autores clásicos
tenían una mayor calidad y eran además una amenaza para la moral. Lo ideal
sería un lugar en donde los que querían aprender latín pudieran hacerlo sin
sentimiento de inferioridad o miedo. Pero este espíritu no se empezó a tener
hasta el renacimiento Carolingio. Desde mediados del siglo VI hasta este
renacimiento, pereció buena parte de la literatura clásica. Durante estos años
los clásicos de Grecia y Roma son utilizados como palimpsestos en los que se
escribían obras de mayor divulgación en esa época. Pero no pensemos que hubo
saña en esa destrucción de manuscritos, sino un simple espíritu “ahorrador”:
los manuscritos eran muy caros y había que reutilizarlos en autores que tenían
“más salida”. Entre los borrados, encontramos a 000Terencio, Plauto, Cicerón,
Livio, los dos Plinios, Salustio, Virgilio, Ovidio y hasta el mismo Séneca. Es
decir, más o menos, la plana mayor de la literatura latina.
¿Se
quedó Europa sin los clásicos? Vamos a verlo, si me lo permitís en el capítulo
segundo.
EL PRIMO BASILIO. ¡QUÉ GRAN NOVELA!
En
esta ocasión, el señorito aburrido se llama Basílio de Brito y la chica, que se
aburre porque su esposo se había ido al Alentejo para trabajar en un
negocio de minas, se llama Luísa. Para el caso es igual y tanto da que da lo
mismo Lisboa, Madrid o Vetusta. Por si alguien no lo ha cogido, estoy hablando
de una novela fabulosa: El primo Basílio de
José maria Eça de Queirós. Eça, con ese portugués sublime del que hace gala,
escribe una novela que te engancha desde el principio y la escribe no de
cualquier manera (también enganchaba Marcial Lafuente Estefanía), sino con un
estilo genial: ironía, descripción minuciosa de la sociedad lisboeta, humor,
cambios de registro del habla, sensibilidad y, por no seguir, una capacidad
asombrosa de poner en solfa a tanto señorito que se pasaba todo el santo día
sin dar ni palo y, eso sí, criticando a Portugal, cuando, como dice Eça, es su
país el que les permite que puedan seguir haciendo sus calaveradas. No estoy
diciendo que en París no haya calaveras (recordemos la carta de Valera a padre
Coloma defendiendo, frente a las francesas, la moral de las españolas), pero lo
que sí digo es que esos calaveras aman a Francia y no reniegan de ella. El
señorito de Brito , que tiene querindonga en París de la France, pone a parir a
la sociedad lisboeta, pero se aprovecha de ella. En fin, dejemos estas
divagaciones y vayamos al grano: al igual que en Fortunata y Jacinta o en La
Regenta, de Brito, que conquista a su prima porque se aburría en Lisboa y
porque no se había llevado a su querida parisina, acaba destruyendo un
matrimonio en donde un buen marido (Jorge), que quiere a su mujer y que incluso
la perdonará cuando sepa de sus devaneaos con el primo en el Paraíso, el nidito
de amor que Basílio prepara en Lisboa, acaba viudo porque Luísa acaba muriendo
de dolor y de remordimientos. ¿Y el primo Basílio? Pues tan pancho. Cuando se entera
al ir a la casa a buscarla, se queda como el del romance: “que le daba igual”. El
vizconde que le acompaña, de su mismo jaez, le dice que la prima era un
embrollo y una pesadez y Basílio le contesta que, si lo hubiera sabido, ( lo de
que su prima se ha muerto) se hubiera traído a su Alphonsine. En verdad, que es
para verle en la calle y decirle, en portugués o en castellano, ese insulto en que
injustamente se asocian las acciones del hijo con las de la madre. En fin, lo dejo que me he acalorado un poco
con esta historia.
HISTORIAS DE INOPORTUNOS PARA SU DESGRACIA: LA HIJA DE JEFTÉ, EL HIJO DE IDOMENEO Y CELEDONIA
Fijaos, si no tenéis otra cosa
mejor que hacer en este texto:
Entonces
Jefté hizo un voto al Señor: «Si entregas a los amonitas en mi mano, el primero
que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro, cuando vuelva en paz de la
campaña contra los amonitas, será para el Señor y lo ofreceré en holocausto». Jefté
pasó a luchar contra los amonitas, y el Señor los entregó en su mano. Los
batió, desde Aroer hasta Minit —veinte ciudades—, y hasta Abel Queramín. Fue
una gran derrota, y los amonitas quedaron sometidos a los hijos de Israel. Cuando
Jefté llegó a su casa de Mispá, su hija salió a su encuentro con adufes y
danzas. Era su única hija. No tenía más hijos. Al verla, rasgó sus vestiduras y
exclamó: «¡Ay, hija mía, me has destrozado por completo y has causado mi ruina!
He hecho una promesa al Señor y no puedo volverme atrás». Ella le dijo: «Padre
mío, si has hecho una promesa al Señor, haz conmigo según lo prometido, ya que
el Señor te ha concedido el desquite de tus enemigos amonitas». Y le pidió a su
padre: «Concédeme esto: déjame libre dos meses, para ir vagando por los montes
y llorar mi virginidad con mis compañeras». Él le dijo: «Vete». Y la dejó ir
dos meses. Ella marchó con sus compañeras y lloró su virginidad por los montes.
Al cabo de dos meses volvió donde estaba su padre, que hizo con ella según el
voto que había pronunciado. Ella no había conocido varón. Y quedó como costumbre
en Israel que de año en año vayan las hijas de Israel a conmemorar durante
cuatro días a la hija de Jefté, el galaadita.
Bueno,
ya veis: Jefté hace un voto que tiene que cumplir, El texto pertenece a la
Biblia, más en concreto al Libro de los Jueces, capítulo once, versículos 30 al
40.
Vamos a
ver otra historia y me contaréis:
Tras la caída de Troya, existen
diferentes tradiciones sobre su regreso:
en una de ellas, el héroe fue sorprendido por una violenta tempestad y prometió
al dios Poseidón que si llegaba vivo a su casa le
ofrecería en sacrificio al primer ser vivo que se encontrara. Para desgracia
del héroe, a quien primero vio al tocar tierra fue a su propio hijo. Él, de
todos modos, cumplió su voto.
Sobre este tan desgraciado Mozart
escribió su ópera Idomeneo, re di Creta.
Fijaos que en la historia bíblica y en esta historia resumida aparecen los
mismos componenentes:
a)
Un juramento en el que se ofrece en sacrificio al
primero que se encuentre.
b)
Un favor a cambio: conseguir una victoria o salir
sano y salvo de una tempestad.
c)
La aparición desafortunada del a hija, en el
primer caso, o del hijo en el segundo.
d)
El sacrificio, pese a que son hijos del que lo
pronuncia, se lleva a cabo.
Sin embargo, leyendo Los años de juventud del doctor Angélico, me he llevado una muy
grata sorpresa porque resulta que Palacio Valdés, siempre con su bonhomía y
gran conocedor de la Historia Sagrada y de la mitología clásica, hace de este
mitema algo jocoso y divertido. Veamos cómo utiliza el mito clásico y el relato
bíblico ad iocandi modum:
“Se hallaba nuestro joven una tarde celebrando su
acostumbrada conferencia con Sócrates cuando se le ocurrió preguntar al célebre
filósofo si estaba destinado por Dios a ser casado o soltero y en el primer
caso quién sería la mujer a la cual habría de llamar esposa. La respuesta del filósofo fue terminante:
“La primera mujer que veas y te hable, ésa será tu esposa”.
Jáuregui,
el receptor del oráculo, era muy aficionado al espiritismo y le
preguntaba a Sócrates en sus sesiones por diferentes cuestiones. Sigue un punto y aparte más abajo:
“En
aquel mismo instante llamaron con la mano a la puerta de escape de su alcoba.
Toda su sangre fluyó al corazón.
-
¿Se puede?-dijo una voz femenina desde fuera.
Era la criada de su planchadora que solía traerle
dos veces por semana la ropa. Jáuregui, sin responder, se apresuró a echar el
cerrojo. No llegó a tiempo.”
Vemos en este relato humorístico cómo
el pobre Jáuregui, aunque intenta echar el cerrojo, no puede y no puede porque
los “oráculos no se pueden dejar sin cumplimiento”.
Palacio
Valdés, con ese humor tan propio, nos sigue contando:
“Esta Celedonia, criada y aprendiza de
su planchadora, era una moza de veinte años, frescachona y razonablemente fea,
la boca grande, la nariz ancha, los ojos saltones. Su ilustración al mismo
tiempo no dilatada. Sumaba por los dedos bastante bien, pero no había abordado
otros misterios de las matemáticas. Hablaba con todos como si estuvieran al
otro lado del río; sus fuerzas, hercúleas; sus discursos , pintorescos; su
risa, formidable”
Pues el bueno
de Jáuregui se casó con Celedonia y hasta fueron felices y comieron perdices.
¡Sócrates no se podía equivocar!
lunes, 8 de junio de 2020
LOS NIBELUNGOS Y LA MITOLOGÍA GRIEGA
Os
pido, por favor, que leáis este fragmento de la versión que Franz Keim escribió
sobre el Cantar de los nibelungos. No
me digáis que nos os recuerda a una leyenda de la mitología griega:
-
Gracias a nuestro parentesco, voy a
confiarte el secreto para que puedas salvarle. Ya sé que cuidas de su vida.
Después de bañar al dragón se bañó con su sangre, pero durante el baño, cayó
una hoja de tilo sobre su espalda y allí mi amado Sigfrido es mortal.
¿A que os suena? Al igual que en el
poema épico en el que estáis pensando, Hagen se aprovechará de esa pequeña
parte de su cuerpo para matarlo al clavarle una lanza en ese pequeño espacio de
piel en el que cayó, de manera tan poética como desafortunada, una hoja de
tilo. ¿Conocía el anónimo poeta del cantar la mitología griega? Si la conocía,
cómo le llegaron esas historia a la Germania de finales del siglo XII? ¿Hay un
camino de las estrellas por el que los poetas se comunican más allá del tiempo
y del espacio?
Por cierto,
que no os he dicho que la traducción es de la gran Carmen Bravo - Villasante
que tanto y tan bien tradujo del alemán. Pero de tan ilustre traductora ya os hablaré
otro día.
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