Yo
quisiera que algún amigo psicólogo me explicara lo que voy a comentar en esta
entrada. ¿Es posible que el ser humano llegue a tal estado de indiferencia que pueda
jugar al fútbol con cabezas de prisioneros ajusticiados? Lo cuenta Antonio Lobo
Antunes, el gran escritor portugués que es psiquiatra de profesión, hablando de su época de soldado en Angola en
donde jugaban con las cabezas de los ejecutados. ¿Cómo se puede explicar esto
psicológicamente? Cierto es que en la guerra civil, era habitual que los niños
jugaran a los bolos con los huesos de los muertos o que visitaran los cementerios
para hacerse con “restos” y así lo cuenta, sin ir más lejos, Chumy-Chúmez, el
donostiarra de pro, en su libro de
memorias Yo fui feliz en la guerra.
Los niños, en sus juegos, pueden llegar
a ser muy sádicos, pero lo que os cuento es algo de personas mayores y, en el
caso de Lobo Antunes, la historia proviene de un profesional de una ciencia humanística
como es la medicina que tiene por finalidad el cuidado y curación del hombre Recordemos también la salvajada de
sacar momias de monjas durante la Guerra Incivil y fusilarlas o violarlas y
tantas otras. ¿Será que las endorfinas también acaban insensibilizando nuestro
corazón? ¿Será que nuestro sentimiento se acaba acorchando ante el dolor? ¿Será
que somos una especie cruel y despiadada como ningún otro animal de la
creación? En fin, espero vuestra respuesta, amigos psicólogos.
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