martes, 23 de junio de 2020

SANTA LIBRADA, LA SANTA DE ÁVILA

Librada era una chica que todos los días iba desde su pueblo, Cardeñosa, a Ávila. Esto según los antropólogos, significa la comunicación entre el campo y la ciudad. Es decir, que Librada se adelantó en varios siglos a los abulenses que van y vienen a Madrid a trabajar o a los que dejaron la ciudad y se fueron al foro. En fin, sigamos. Estaba contando que la chica de Cardeñosa bajaba todas las mañanas del pueblo a la ciudad;  despachaba sus encargos y regresaba a Cardeñosa. Así lo llevaba haciendo desde que era pequeña.
         Sin embargo, aquel día notó algo extraño: un hombre la seguía a los lejos. Librada apretó el paso, pero aquel facineroso lo apretó también. Ya veía la muchacha la muralla abulense cuando decidió echar a correr y refugiarse en la ermita de San Segundo, muy cercana ya al puente Adaja. Aquel desaprensivo aceleró también el paso y se puso a correr también detrás de Librada que, tras entrar en la ermita, le pidió ayuda al santo varón apostólico que fue San Segundo.
         Cuando salió, allí seguía el tipo aquel. Se había sentado a la sombra de un árbol, uno de los que daban sombra a la ermita, y miraba con ansia a la puerta. Cuando vio que alguien salía del pequeño templo, se acercó hasta él.
-         ¡A la paz de Dios, hermano! ¿Ha visto a una muchacha entrar en ese templo? Es mi hermana.
-         No. Tenga vuesa merced la seguridad de que no he visto entrar a nadie y llevo desde el alba rezando en su interior.
-         ¡No es posible! ¡Yo venía tras ella cuando se ha metido en la ermita!
Tiene que estar en algún sitio escondida.
-         No, es imposible. Yo mismo he revisado la ermita antes de cerrar y no había nadie. Mire, le llevo las llaves al santero.

Aquel canalla no daba fe a lo que oían y veían sus ojos: él mismo había visto a la muchacha entrar y ahora aquel joven barbudo le decía que dentro de la ermita no había nadie.
Vio cómo el joven de luengas barbas se marchaba camino de Ávila y entraba por la puerta del puente y se marchó por el camino sabe Dios hacia dónde. ¡Maldita muchacha que se le había escapado!
         No sabía el desgraciado que aquel barbudo que ya había entrado en la ciudad era la mismísima Librada que, al haberle pedido ayuda al santo, había visto crecer en su rostro una luenga barba que le tapaba incluso hasta los vestidos por delante.
         Hasta aquí la historia que cuentan las abuelas a los nietos en las noches de nieve. Para cualquier mínimo conocedor de la mitología clásica – no hace  falta ser un Ruiz de Elvira-, la historia es muy parecida a la de Apolo persiguiendo a Dafne. Si recordáis, Dafne se metamorfoseó en laurel y Apolo se quedó, como dice Quevedo en su gran soneto, “escabechado”.  Librada se metamorfoseó convirtiéndose en un joven barbudo. ¿Un mitema? Pues es posible.

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