¿Os
acordáis del incendio de la Reichstag del que hablamos hace unos días? Seguro
que sí. Pues resulta que ni en eso fueron originales los nazis porque, muchos
años antes, Diocleciano, emperador romano (siento el pareado, pero no lo puedo evitar) tuvo una idea parecida
con su palacio de Nicomedia: le prendo fuego, luego le echo la culpa a los cristianos y así
me los puedo cepillar con una causa. Bien es verdad que Galerio fue el que los
culpó de manera formal y que Nicomedia ya había sufrido otro incendio en el
siglo II después de Cristo del que habla Plinio el Joven. Como curiosidad, os
diré que, según Plinio, el incendio se produjo porque no había bomberos ya que
el emperador de turno, en este caso nuestro Trajano, rechazó la propuesta de la
creación del cuerpo de bomberos por miedo a su influencia política. Pero me
estoy marchando del tema. Volviendo al incendio y a la época de Diocleciano, fue
a los cristianos a los que se culpó y el primero que cayó fue el pobre San Eleuterio
(que curiosamente en griego significa libre)
que debía de pasar por allí, como el tal Marinus de la Reichstag, y lo mataron.
Ya veis cómo la historia es vitae magistra y cómo no debemos olvidar
nunca sus consejos si no queremos volver a caer en los mismos errores en los que,
con todo y con eso, volvemos a caer porque ya sabéis aquello de que el hombre
es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
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