miércoles, 4 de agosto de 2021

LOS DE LOS BARCOS O A LOS RICOS NO SE LES CORTA LA DIGESTIÓN

 


Mi madre respetaba escrupulosamente las horas de la digestión hasta el punto de que, para curarse en salud, había decretado que el tiempo de la digestión eran tres horas. Ni más, ni menos; tres horas que pasaban lentas mientras la tarde de agosto se llenaba de helados y de risas. Era imposible saltarse ese tiempo marcado por mi madre y, en ocasiones, pasaba que ya no había baño por la tarde porque habíamos comido más tarde y la hora del baño coincidía, de manera terrible, con la hora de marcharnos. Había que jugar al fútbol, echar una partido con las paletas o recorrer una y mil veces la playa que, según calculó mi padre, tenía un kilómetro de acantilado a acantilado. Pero acercarse al agua ni en bromas.

         Sin embargo, había un hecho que echaba la teoría del corte de digestión por tierra: los del barco, nada más comer, se echaban al agua y nadaban, despreciando las barquitas auxiliares, hasta sus veleros. Mi mente infantil se revelaba: ¿cómo era posible que no tuvieran un corte de digestión si, con la comida  en la boca, se echaban a las frías aguas de la ría? No lo entendía hasta que mi buen amigo Arturo, que anda hoy por tierras de Valderredible en Cantabria, me dijo:

-         Es porque los ricos, la gente con  la clase,  no tienen que esperar el tiempo de la digestión porque son diferentes a nosotros. Viven diferente, duermen diferente y su digestión es diferente.

Aquel argumento me convenció y pensé entonces que efectivamente la razón por la que su digestión no se cortaba era porque eran ricos y los ricos se podían permitir acciones que los pobres no podíamos, entre ellas, la de saltarse impunemente las horas de la digestión.

Con el tiempo aprendí que los ricos se saltaban otras muchas reglas y que aquellos sólidos negocios que las habían permitido tener esos blancos veleros que cruzaban desde el náutico de Sanxenxo podían ser gigantes con pies de barro. Pero a mí eso no me importaba; lo que me importaba de verdad era que pudieran saltarse el tiempo de la digestión con total impunidad, como si estuvieran por encima del bien y del mal, como si estuvieran por encima de las leyes inviolables de mi madre que era casi como decir las leyes divinas que Moisés recibió en el Sinaí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario