La
historia de la tragedia parce morir con Eurípides y con la democracia ateniense
como también murió la comedia antigua, esa que podía poner a parir a los
políticos que estaban presentes en las gradas. Cierto es que Séneca, mi amado
Séneca, escribió tragedias, pero eran, como el teatro de Valle Inclán, un teatro
para leer que nada tenía que ver con aquel espectáculo vivo e irrepetible de la
tragedia en Atenas.
George Steiner nos dice en su libro La muerte de la tragedia cómo la
tragedia como tal revivió en los dramaturgos ingleses isabelinos, Marlowe, Ben
Jonson y Shakespeare que podrían ser en la Inglaterra de aquellos años el
equivalente de la santísima trinidad de la tragedia ateniense: Esquilo,
Sófocles y Eurípides.
En Francia, encontramos a Corneillle y
a Racine que también recogen el testigo de la los griegos.
Sin embargo, Rousseau hace una
proclamación que mata a la tragedia: “Las cadenas de los hombres han sido
forjadas por los hombres”. Con estas palabras, el hombre se puede liberar de su
pecado y puede para romper sus cadenas. No conozco nada más antitrágico porque
el héroe trágico vive un destino del que no puede escapar y paga una culpa que
ni siquiera, en ocasiones, es propia, sino que le viene “de familia”. A esto
hay que sumar la visión cristiana en la que el mal no es congénito y el crimen
no lleva al castigo, sino a la redención.
Porque hay un elemento que es fundamental en la tragedia: no puede haber
remedios temporales ni esperanza. Vamos que si Edipo acude al psiquiatra, ya no
hay tragedia, como no la hay si el padre de Julieta les pone un piso a los
amantes.
Sigue Steiner haciendo una revisión de
autores y épocas y nos deja claro que ni el cristianismo ni el marxismo son
trágicos porque ambos tienen el sentido optimista de un mundo mejor. Recuerda
que Stalin pedía obras “con final feliz”.
Steiner termina preguntándose si puede
surgir otra tragedia y cree, por un coro que vio en un viaje a China que
cantaba su odio contra los enemigos del país ante la tumba de un héroe local
del partido, que sí que podría surgir una nueva tragedia.
Espero que Steiner se equivoque.
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