En
ocasiones, pensamos, llevados por falta
de información, que, tras la paz en la Segunda Guerra Mundial, vino realmente
la paz, pero, por desgracia, no fue así. Después del año 1945, la sangre siguió
corriendo en Europa y bañando el mapa de muchos países que acababan de salir de
ella.
El primer paso en esta escalada de
sangre fue la represión contra aquella población de alemanes que había quedado
en los países liberados por los aliados y tenemos que recordar que no era poca
pues no hacía ni cuarenta años que había existido el Imperio Austro-húngaro que
había llevado la cultura alemana por el Danubio y hasta las fronteras – e incluso
más allá de ellas-, de ese joven país que era la URSS. La represión contra la población
alemana de estos países fue brutal y varios millones de alemanes fueron
ejecutados. En aquello días, decir alemán era decir nazi y todo vestigio de
cultura alemana, aunque nada hubiera tenido que ver con los nazis, tenía que
ser borrada.
El segundo paso fue cómo Stalin, poco a
poco, se fue adueñando de los países que quedaban al este de Europa. El joven
rey Miguel de Rumanía abandona el país y se instaura un régimen comunista;
Tito, en Yugoslavia, hace una limpieza entre los ustachas, colaboradores del régimen
nazi, y Bulgaria, al poco, también
entraría en la órbita de Moscú. Polonia perdía
territorio por el este, pero lo ganaba por el oeste a costa de Alemania.
Sin embargo quedaba un país que se
resistía: Checoslovaquia. El presidente Benes aguantaba con su gobierno
democrático, pero el Golpe de Praga acabó con la democracia y arrojó por la
ventana a Jan Masaryk que apareció muerto en pijama bajo la ventana de su
cuarto de baño. Stalin ya tenía otro país bajo su férula.
También por esos años, tenemos el
bloqueo de Berlín Occidental. Stalin cerró las fronteras y dos millones de
berlineses dejaron de recibir suministros. Los aviones americanos, que dos años
antes tiraban bombas, tiraban ahora bombones y galletas y llevan alimentos de primera
necesidad a los berlineses.
Sin embargo, faltaba el gran cambio: cuando
los EEUU se dieron cuenta que la miseria europea era intolerable y que era un
caldo de cultivo para las aspiraciones de los comunistas a cuya cabeza estaba
Stalin, decidieron ayudar a Europa con el celebérrimo Plan Marshall. Los
norteamericanos querían una Alemania fuerte y una Europa alejada de la pobreza
para luchar contra los comunistas. Y así empezaron a llegar barcos con
alimentos y maquinaria.
Como bien sabemos, España quedó fuera
del plan Marshall por estar considerada un estado que apoyó a Hitler, pero, ya
en los años cincuenta, cuando los norteamericanos se dieron cuenta de que
Franco era un firme anticomunista, tomaron a España como aliada y nos trajeron
las bases y la mantequilla. Eisenhower se paseó en coche descubierto con Franco
y aquí paz y después gloria. Seguramente que hasta tenían diseñada la
Transición - que llegaría veinte años después-, y que, pese a que ahora es tan denostada por
los que ya conocemos, hizo de España un estado democrático.
En fin, como veis, los seres humanos
seguimos matándonos unos a otros ya bien entrado el siglo XXI por lo que está
claro que no hemos aprendido ninguna lección de tanto dolor, de tanta sangre y
de tanta muerte. Somos el único animal que mata a los de su propia especie por
aquello del libre albedrío y de la posibilidad de elegir entre el bien y el
mal. Esperemos que algún día – no muy lejano-, nos acostumbremos a vivir en paz.
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