jueves, 12 de agosto de 2021

GUERRA DESPUÉS DE LA GUERRA

 


En ocasiones,  pensamos, llevados por falta de información, que, tras la paz en la Segunda Guerra Mundial, vino realmente la paz, pero, por desgracia, no fue así. Después del año 1945, la sangre siguió corriendo en Europa y bañando el mapa de muchos países que acababan de salir de ella.

         El primer paso en esta escalada de sangre fue la represión contra aquella población de alemanes que había quedado en los países liberados por los aliados y tenemos que recordar que no era poca pues no hacía ni cuarenta años que había existido el Imperio Austro-húngaro que había llevado la cultura alemana por el Danubio y hasta las fronteras – e incluso más allá de ellas-, de ese joven país que era la URSS. La represión contra la población alemana de estos países fue brutal y varios millones de alemanes fueron ejecutados. En aquello días, decir alemán era decir nazi y todo vestigio de cultura alemana, aunque nada hubiera tenido que ver con los nazis, tenía que ser borrada.

         El segundo paso fue cómo Stalin, poco a poco, se fue adueñando de los países que quedaban al este de Europa. El joven rey Miguel de Rumanía abandona el país y se instaura un régimen comunista; Tito, en Yugoslavia, hace una limpieza  entre los ustachas, colaboradores del régimen nazi, y Bulgaria, al poco,  también entraría en la órbita de Moscú.  Polonia perdía territorio por el este, pero lo ganaba por el oeste a costa de Alemania.

         Sin embargo quedaba un país que se resistía: Checoslovaquia. El presidente Benes aguantaba con su gobierno democrático, pero el Golpe de Praga acabó con la democracia y arrojó por la ventana a Jan Masaryk que apareció muerto en pijama bajo la ventana de su cuarto de baño. Stalin ya tenía otro país bajo su férula.

         También por esos años, tenemos el bloqueo de Berlín Occidental. Stalin cerró las fronteras y dos millones de berlineses dejaron de recibir suministros. Los aviones americanos, que dos años antes tiraban bombas, tiraban ahora bombones y galletas y llevan alimentos de primera necesidad a los berlineses.

         Sin embargo, faltaba el gran cambio: cuando los EEUU se dieron cuenta que la miseria europea era intolerable y que era un caldo de cultivo para las aspiraciones de los comunistas a cuya cabeza estaba Stalin, decidieron ayudar a Europa con el celebérrimo Plan Marshall. Los norteamericanos querían una Alemania fuerte y una Europa alejada de la pobreza para luchar contra los comunistas. Y así empezaron a llegar barcos con alimentos y maquinaria.

         Como bien sabemos, España quedó fuera del plan Marshall por estar considerada un estado que apoyó a Hitler, pero, ya en los años cincuenta, cuando los norteamericanos se dieron cuenta de que Franco era un firme anticomunista, tomaron a España como aliada y nos trajeron las bases y la mantequilla. Eisenhower se paseó en coche descubierto con Franco y aquí paz y después gloria. Seguramente que hasta tenían diseñada la Transición - que llegaría veinte años después-,  y que, pese a que ahora es tan denostada por los que ya conocemos, hizo de España un estado democrático.

         En fin, como veis, los seres humanos seguimos matándonos unos a otros ya bien entrado el siglo XXI por lo que está claro que no hemos aprendido ninguna lección de tanto dolor, de tanta sangre y de tanta muerte. Somos el único animal que mata a los de su propia especie por aquello del libre albedrío y de la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Esperemos que algún día – no muy lejano-,  nos acostumbremos a vivir en paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario