Me
dicen, porque no veo la televisión ni me interesa el mundo y sus vanidades, que
han rodado una película sobre Cleopatra y que la actriz que la encarna es
afroamericana, es decir, negra. No sé a qué obscuros intereses sirven los
productores del film con tamaña estupidez, pero la equivocación histórica es
grave. Cleopatra era descendiente de uno de los diadocos, los generales de
Alejandro Magno que, a su muerte, se repartieron su imperio después de que el
macedonio dijera que se lo dejaba “al más fuerte”. Ese diadoco era Πτολεμαίος Σωτήρ,
es decir, Tolomeo el Salvador y era más griego que el Partenón. La propia
Cleopatra se llamaba en griego Κλεοπᾰ́τρᾱ Φιλοπάτωρ y fue la última de
la dinastía ptolemaica de Egipto. Por tanto, por no ser no era ni de raza
egipcia. Convertir a Cleopatra en afroamericana es una estupidez de un calado
tan hondo como el pecio del Titanic. Ya sé que, en la actualidad, es lo mismo
Julio César que Julián Cerezas ( don Antonio Machado dixit), pero suum cuique. En
el cuadro de Jean –Léon Gérôme con el que ilustro esta entrada se la ve más
blanca que la leche, ya sea esta de vaca, ya sea de burra en la que dicen que
gustaba la reina de bañarse. Item magis,
ni en esculturas, ni en frescos, ni en
monedas, ni en bustos aparece Cleopatra con rasgos negroides. Y, para acabar
y no cansar, en la maravillosa película de Mankiewicz , Elizabeth Taylor encarna
al personaje y que yo sepa esta actriz no era negra.
Estamos
llegando a un punto de estupidez que por servir a intereses espurios vamos a
terminar diciendo que don Pelayo era negro, mulato o chino . Como decía don
Enrique Tierno Galván, “ si es que estos chicos no me leen…”
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