¿Qué
puede decir un pobre melómano como yo de Brahms? Pues nada o muy poco pues
sesudos musicólogos ya han hablado y mucho del músico de Hamburgo, pero hay,
sin embargo, una curiosidad que define
muy bien la vida de un creador y es la siguiente: como bien sabéis, Brahms compuso
cuatro sinfonías, lieder, música de cámara y muchísimas cosas más aunque nunca
compuso ópera. Sin embargo, pese a tan excelsas composiciones, lo que le dio dinero fueron sus Danzas húngaras que inicialmente fueron
escritas para dos pianos, pero que después, ante el éxito inmenso que tuvieron,
fueron orquestadas por diferentes músicos. Os dejo aquí una sucinta relación de
dichas orquestaciones que van desde las tres que orquestó el propio Brahms,
pasando por las tres también de Schollum y Schmelling, las seis de Parlow, las
cinco de Dvorak ( que las tomó como modelo para sus Danzas eslavas) y la número 2 que musicó Hallén. Según parece, no
había café vienés en donde un grupo musical o dos pianistas no las tocaran.
¿Eran realmente húngaras? Hombre, pues muy húngaras, basadas en el folklore
magiar como la obra de Bartók o de Kodaly, no eran y lo que mejor podemos
llamarlas es “gitanas” (zigeuner), pues la música “gitana” estaba muy de moda en
la Europa de mitades del siglo XIX que fue cuando este tipo de música (nada que ver, por cierto, con Los Chunguitos, Los Chichos o los Gypsy
Kings) hacía furor en los salones
musicales de toda Europa. Esta música “gitana” aparece, como años atrás los “aires
turcos” (más o menos), en numerosas obras de variados compositores de los que
nos ocuparemos, si tiempo tenemos, en otra entrada. Nuestro Sarasate, sin ir
más lejos, aportó unos Zigeunerweisen,
es decir, Aires gitanos que tocaron,
tocan y tocarán todos los violinistas que se quieran llamar virtuosos. En
fin, a lo que vamos, que Brahms acertó
de pleno y las copias de las partituras se vendieron como rosquillas o como pan
de Viena que se ajusta mejor al tema que estamos tocando. Tan es así que he
leído por ahí (no me apetece levantarme a por el libro en donde lo he leído
porque hace mucho calor) que el editor le vino a decir al hamburgués del Frei aber einsam: “Querido Johannes, ya
podías haber compuesto más danzas húngaras porque nos están haciendo de oro”.
Parece que Brahms se compró su casa, - casa en la que nunca pudo habitar con su
queridísima Clara Schumann-, con lo que
sacó con las danzas húngaras como José Luis Pinillos se pagó el piso con su Manual de psicología o Hipólito Escolar
Sobrino sacó más baratos los muebles para la Editorial Gredos gracias a que un
vendedor de una tienda en la calle de López de Hoyos había traducido a César en
el Bachillerato con los textos anotados de don Hipólito y de don Valentín
García Yebra. Esto, claro está, lo cuento como anécdota porque no es malo ganar
dinero con los libros que escribes que no todo van a ser pérdidas como le
ocurre a un pobre servidor. Pues ya veis: Brahms se hizo de oro gracias las
danzas húngaras y esto nos lleva a una triste reflexión: no siempre lo mejor en
la obra de un autor es ni lo más vendido ni lo más reconocido por el público. Siguió
estando einsam, pero reich. Sic mundus est.
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