No
sabemos si exististe, Louise Labé, pero tus sonetos y tus elegías, tan hondos
emocionalmente y tan perfectos formalmente, han llegado por segunda vez a mis
manos. La primera fue en un lejano verano del 2011, un 23 de julio, y ya tu
poesía me emocionó. Ahora, querida bisnieta de Safo y de Catulo, nieta de
Ovidio e hija de Petrarca, la Belle Cordière de Lyon, me traes tu mejor tú
hasta mi corazón herido por la pena. ¿Fuiste un invento de Maurice Scève? ¡A
quién le importa, poeta que buscas un compañero que le aligere el fardo del
amor:
Alors ton faix plus
aisé me será,
quand avec moy
quelcun portera.
Louise
Labé no teme, en pleno siglo XVI, a hablar de su amor en primera persona, ese
yo que, con el amado es un nosotros, y escribe
esos poemas con Dios y dioses ausentes.
Ella misma nos confiesa que fue música
en su juventud y pide a las damas “que alcen un poco los espíritus por encima
de sus ruecas y husos”, que no siempre va a ser estar hilando lana. Ella misma,
como nuestra Luisa Sigea, habla del placer del estudio porque “ofrece una
satisfacción que permanece en nosotros largo tiempo”. Poeta valiente que en este
soneto nos deja bien clara su influencia de Catulo:
Baise
m’encor, rebaise-moi et baise ;
Donne
m’en un de tes plus savoureux,
Donne
m’en un de tes plus amoureux :
Je
t’en rendrai quatre plus chauds que braise.
Las
! te plains-tu ? Çà, que ce mal j’apaise,
En
t’en donnant dix autres doucereux.
Ainsi,
mêlant nos baisers tant heureux,
Jouissons-nous
l’un de l’autre à notre aise.
Lors
double vie à chacun en suivra.
Chacun
en soi et son ami vivra.
Permets
m’Amour penser quelque folie :
Toujours
suis mal, vivant discrètement,
Et
ne me puis donner contentement
Si
hors de moi ne fais quelque saillie.
Aquí
en la muy acertada traducción de Aurora Luque, que, por cierto, es compañera en
estas lides de la Filología Clásica:
Bésame
una vez más, vuelve a besarme,
dame
un beso de aquellos más sabrosos,
dame
un beso de aquellos amorosos,
cuatro
en brasas a cambio he de entregarte.
Mas
¿te quejas acaso? Ven que calme
tu
mal con otros diez besos melosos.
Mezclando
así los besos, tan dichosos
mutuamente
gocemos del instante.
Vivirá
cada uno doble vida:
cada
cual en su amante y en sí mismo.
Déjame
, Amor, pensar este delirio.
Qué
malestar la vida tan sensata:
si
no me escapo a ratos de mí misma,
quedo
conmigo misma enemistada.
A
cualquiera, por poca formación clásica que tenga, le queda más que claro que,
por detrás de este soneto, está el poema o carmen quintum de Catullus
Veronensis que dice así en su elegante latín como le gustaba decir al maestro
Agustín García Calvo:
Vivamus,
mea Lesbia, atque amemus,
rumoresque
senum seueriorum
omnes
unius aestimemus assis.
Soles
occidere et redire possunt:
nobis,
cum semel occidit breuis lux,
nox
est perpetua una dormienda.
Da
mi basia mille, deinde centum,
dein
mille altera, dein secunda centum,
deinde
usque altera mille, deinde centum.
Dein,
cum milia multa fecerimus,
conturbabimus
illa, ne sciamus,
aut
nequis malus inuidere possit,
cum
tantum sciat esse basiorum.
Os la copio en
traducción de Sara Gabaldón:
Vivamos,
Lesbia mía , y amemos;
los
rumores severos de los viejos
que
no valgan ni un as todos juntos.
Se
pone y sale el sol, mas a nosotros,
apenas
se nos pone la luz breve,
sola
noche sin fin dormir nos toca.
Pero
dame mil besos, luego cien,
después
mil otra vez, y de nuevo cien,
luego
otros mil aún, y luego cien…
Después,
cuando sumemos muchos miles,
confundamos
la cuenta hasta perderla,
que
hechizarnos no pueda el envidioso
al
saber el total de nuestros besos.
Como podéis apreciar, muchos siglos
antes de la Montero o de la Belarra, ya existían chicas cultas en el mundo.
Digo esto porque parece que, en viniendo ellas, vino la cultura a este mundo
pecador.
Amén.
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