El
último libro que he leído en esta cuarentena es un libro de un autor griego que
vive en Suecia desde hace la ya muy abultada cifra de cincuenta años. En Suecia
se ha casado, ha tenido hijos y tiene nietos. Como todo sueco, salvo el que se lo
hace y realmente no lo es, tiene don Theodor su piso y su estudio, su casa en
una isla y casi seguro que su barco. Pero resulta que un mal día se empieza a
dar cuenta de que ya no le fluyen las palabras como le fluían (es un escritor
de éxito en sueco) y en su estudio del centro de Estocolmo las Musas no le
visitan. Decide abandonar el estudio y quedarse a trabajar en casa, pero allí
tienen que compartir su espacio con su santa esposa, cosa a la que el novelista
no estaba acostumbrado: compartir la mesa del desayuno, compartir el periódico,
compartir el trabajo, eso sí, cada uno a lo suyo. Y poco a poco le viene un
recuerdo más vivo de su Grecia, de aquella Grecia que tuvo que abandonar por
miseria y por política. Y entonces decide volver con su mujer al pueblo natal
en donde le había preparado un homenaje y en donde ya tenía de antes una calle
( en la que, dicho sea de paso, aprovecha para fotografiarse con su santa
esposa). Pero lo más importante de todo es que, estando en su pueblo, le
visitan las Musas (normal, si estás en la Hélade) y empieza a escribir otra
vez, pero no en sueco, sino en su griego natal. Y entonces, cincuenta años
después nace su primer libro escrito en griego: Μια ζωή ακόμα, que la
traductora Selma Ancira, conocida por sus traducciones de Ritsos, traduce como Otra vida por vivir. Un buen libro con
un estilo sencillo, pero lleno de reflexiones sobre la Europa que nos está
tocando vivir: ya sabéis, la Europa de los que trabajan y la Europa (según
ellos) de los que no trabajamos y nos pasamos el día tomando una cervecita
Cruzcampo con su tapita correspondiente. Injusticias que tiene la vida.
miércoles, 22 de abril de 2020
PEDRO MEXIA, POETA LISBOETA
Pedro Mexia es un poeta
portugués, de Lisboa para ser más exactos, del que tuve la fortuna de comprar
un libro en Aveiro, en la nueva sede de la Librería Bertrand que había
abandonado su sitio en el centro comercial aveirense para irse a una plaza
soñadora y llena de maresia en la que
me gustaría pasar alguna tarde de otoño, oliendo ya la leña en los hogares, esperando
el amor que pasa y que huye. De este poeta y de su libro Poemas escolhidos os he traducido el que os pongo abajo. Primero en
su portugués original y después con mi traducción al castellano. Ahí va.
NÚMERO
5
Dei um passo atrás
e vi pela primeira vez
o número da minha porta.
No passeio, olhando
o metal gasto do algarismo
que há vinte e seis anos
sei que existe,
pensei em recuar um pouco mais
para ver todas as coisas que habito
e não compreendo.
Mas três passos depois
do passeio
o trânsito automóvel
impedia a perspectiva
e a sabedoria.
e vi pela primeira vez
o número da minha porta.
No passeio, olhando
o metal gasto do algarismo
que há vinte e seis anos
sei que existe,
pensei em recuar um pouco mais
para ver todas as coisas que habito
e não compreendo.
Mas três passos depois
do passeio
o trânsito automóvel
impedia a perspectiva
e a sabedoria.
NÚMERO 5
Di un paso
atrás
y vi por
vez primera
el número
de mi portal.
En la acera,
al mirar
el metal
gastado del número
que hace
veintiséis años
sé que
existe,
pensé en regresar
un poco
para ver
todas las cosas que habito
y no
comprendo.
Pero tres
pasos más allá
de la
acera,
el tráfico
de automóviles
impedía la
perspectiva
y la sabiduría.
EL DOMINGO DE PASCUILLA
La
Iglesia Católica celebra el domingo segundo de Pascua, desde que lo instituyó
San Juan Pablo II, el domingo de la Divina Misericordia, pero , en los pueblos
de Castilla, la tradición era celebrar el Domingo de Pascuilla, que , como su
nombre indica, era una Pascua “pequeñita”. En este domingo segundo de Pascua,
la tradición mandaba que se saliera a merendar al pinar y muchas familias
salían al con viandas y bebidas para disfrutar de un día de campo en el que, al
estar ya la primavera muy avanzada, solía lucir casi siempre el sol. En este caso, vemos en la foto a un grupo de
boecillanos que están en las bodegas disfrutando de este día alegre y festivo.
Hablo de este domingo en mi libro Boecillo
con el corazón (Historia de nuestro pueblo) y a él os remito si queréis
conocer esta curiosa tradición de nuestra Castilla.
VIAJAR EN TIEMPOS DE CUARENTENA
No
debería de confesar esto, pero como casi nadie lee este blog, me puedo permitir
ese lujo. Confieso que he viajado durante el confinamiento y confieso que nos sólo
una vez, sino que he viajado dos veces. El primer viaje me llevó hasta tierras
francesas, pero, cerca de la frontera, el amigo que nos acompañaba decidió volverse:
no era muy amigo de tierras de la francesada y quiso volver a España; el
segundo ha tenido como finalidad traer algo de contrabando desde Salses, una
localidad no muy lejana a Perpignan. Pasamos por Portvendres, por Cervera, en
donde vimos cómo los gabachos quieren borrar la cultura catalana de estas
poblaciones del Rosellón y construyen casas al estilo normando y en el que paramos
en Banyuls sur Mer, en donde nos fuimos a ver el magnífico acuario de la
Fundació Aragó. Nos tomamos en Portvendres una bullabesa que no era la que
habríamos soñado y disputamos con un cocinero que las anchoas de la Escala y de
Cadaqués eran mucho mejores que las de la ciudad francesa. Mi amigo Josep, nada
más probarlas, descubrió que venían de África
y el cocinero, algo amoscado y herido en su amor propio, le dijo que de dónde de demonios era. Cuando
le dijo que venía de Cadaqués aunque era nacido en Palafrugell – una autoridad
por tanto en anchoas-, aquel señor le confesó la verdad y quedó amigo de Josep. Para que os dé más envidia a los que
estáis confinados os diré que los dos viajes los hice en un velero pequeño,
aparejado a la mallorquina. Que en los singladuras, Pau y Baltiri cocinaban un suquet divino y un café superior. Bien es verdad que, al final, no
se trajo nada más que un gramófono verde que compró en Banyuls a un moro que
había venido en un barco desde Orán. El tipo que nos iba a dar el contrabando
en la albufera de Salses no se presentó. La verdad, hacía muchos años que no recorría aquellas
hermosas tierras y este viaje me ha llevado al recuerdo de mi abuelo Luis, el
hombre para el que la siesta era sagrada, que decidió dormir- cuando yo era
pequeño-, una siesta en Port Bou y se instaló de tal manera que medio cuerpo
quedara en España y el otro medio en Francia. Decía que lo hacía porque quería
echarse un siesta “internacional” y, a fe, que lo consiguió. Como me da miedo
de esos familiares de la non Santa Inquisición que andan denunciando esquiroles
de aplausos y estigmatizando a médicos y cajeras, os confesaré que, como buen
ciudadano, no he salido de casa y que este viaje maravilloso lo he hecho con mi
buen amigo Josep Pla, pero tan sólo en la imaginación, como viajaba el señorito
que Jardiel Poncela retrata en Cuatro corazones
con freno y marcha atrás. El coronavirus no nos deja salir, pero la “loca de
la casa” va allí donde le pete.
lunes, 20 de abril de 2020
LA TIENDA DE FINA EN ARDÁN
En la
curva de Ardán, esa curva pronunciada y peligrosa en esa carretera de un
tráfico terrible, está la tienda de Josefina (Fina para todos los
parroquianos). La tienda de Fina es algo más que una tienda: es un santuario
pagano, una ermita laica, un lugar de reunión en el que, al caer la tarde, se
acercan los hombres a beber una taza de vino del país mientras hablan de los
divino y de lo humano. Detrás del mostrador, Fina, una mujer rubia y metida en
carnes como si hubiera nacido en el Flandes de Eduardo Marquina, despacha
bacalaos, carne, embutidos, latas de conservas y un largo etcétera sabroso, delicioso y gallego.
De pequeño, cuando entraba, me gustaba ver aquellos tarros grandes de
melocotones en almíbar que Fina colocaba en los vasares más altos porque la
tentación siempre tiene que estar alejada del pecador. No eran melocotones
cortados en dos mitades, sino y fruta enteros, grandes, lujuriosos como diría
el gran Pepín Foliott. Fina echaba las cuentas con un lápiz sobre un papel de
estraza en le que se veía la sal de los bacalaos que cortaba con la bacaladera.
Tenía tabletas de chocolate, pan (de trigo y de maíz), mermeladas y una fruta
prohibida recién cortada en los paraísos terrenales de Ardán, de Casás y de Cela
y que un ángel puntual le traía cada mañana. El vino, el tabaco, el bacalao
formaban un atmósfera espesa y dulce que parecía salida de un sueño limpio y agradable,
de un sueño tenido cuando la noche era una amiga que nos abrazaba con su manto
de estrellas y que nos traía la alameda de Marín con su aroma a churros, a mar
y a la papelera de Estribela. En la tienda de Fina, apenas había lugar para
aparcar y el coche de mi padre quedaba siempre pegado a las ventanas verdes y a
unos poyos desde donde se veía cómo el sol se ocultaba en el océano. Una calma
bucólica, rota, en ocasiones, por los
camiones del reparto y por los numerosos coches que iban y venían de Marín a
Cangas, se iba adueñando de aquella curva mágica mientras se oían las esquilas lejanas de las vacas y el canto
de los gallos que no delataban la traición de nadie, que todo lo más anunciaban
que la luz del faro de la Isla de Ons se acababa de encender. En la tienda de
Fina, el tiempo se detenía para beber un vino grueso que dejaba manchadas as cuncas mientras los parroquianos les
iban sacando punta a los políticos, al fútbol o a lo mal que estaba el campo
aquel año.
Al
salir de la tienda de Fina, la noche ya se había adueñado de la parroquia de
Ardán, pero en nuestro pensamiento ya estaba el día siguiente con su playa y
sus olas, con las sardinas en el chiringuito de Loli y José y con el Pino, el indescriptible bar de Lino,
en donde se comía la mejor merluza de la ría de Pontevedra. Todos nos
conocíamos en aquel ambiente familiar y entrañable.
Desconozco
si la tienda de Fina sigue abierta. No me atrevo a ir por allí porque me da miedo,
como dice con acierto Gesualdo Bufalino, de que yo reconozca aquella tierra,
pero aquella tierra no me reconozca a mí. Por eso sigo, desde Castilla, entrando cada noche en la tienda de Fina para
seguir viendo aquellos tarros gigantes de melocotón en almíbar que todavía me
están esperando en los vasares más altos.
EL EPITAFIO DEL CARDENAL CISNEROS
El cardenal
Cisneros es un personaje que, dentro de la historia de España, es absolutamente
irrepetible. No tiene buena prensa entre los españoles, pero los franceses lo
ponen por las nubes, por encima incluso del cardenal Richelieu y, si eso creen
los franceses que no se distinguen precisamente por el desprecio de los suyo,
creo que habrá que tenerlos en cuenta. Me he leído el libro de Pedro Miguel
Lamet, jesuita, poeta e historiador, que lleva por título El tercer rey y que es una novela histórica en la que el narrador es
Francisco Ruiz, el fraile que fue secretario del cardenal durante muchos años
de su vida y que acabó siendo obispo de Ávila y gran impulsador
durante su mandato de las obras en la Catedral abulense entre las que destacan
las esculturas de Vasco de la Zarza, escultor al que tanto me une pues en el
Instituto del mismo nombre me pasé diez años de mi vida dando clases de lenguas
muertas ( o al menos eso es lo que dicen los que no saben). En ese libro
aparece el epitafio que compuso el humanista Juan de Vergara, discípulo de
Erasmo, para el ilustre cardenal, artífice de la Universidad Complutense. Este
es el epitafio en el que he hecho un poco de crítica textual y he sustituido,
debido a que así aparece en otras lectiones
el DUM por un CUM. Veamos el epitafio en latín y después os pongo su traducción
al castellano:
CONDIDERAM MUSIS // FRANCISCUS GRANDE LYCEUM
CONDOR IN EXIGUO NUNC// EGO SARCOPHAGO.
PRAETEXTAM IUNXI //SACCO, GALEAMQUE GALERO,
FRATER, DUX, PRAESUL, //CARDINEUSQUE PATER.
QUIN VIRTUTE MEA // IUNCTUM EST DIADEMA CUCULLO
CUM MIHI REGNANTI //PARUIT HESPERIA.
OBIIT ROAE VI Id.
novem . MDXVII
YO, FRANCISCO, FUNDÉ UN GRAN COLEGIO A LAS MUSAS
Y AHORA ME ENCIERRA ESTE ESTRECHO SACOFAGO.
UNÍ LA PÚRPURA AL SAYAL, EL CASCO AL CAPELO,
FRAILE, CAUDILLO, MINISTRO Y PADRE CARDENALICIO.
ES MÁS, POR MI VALOR, UNÍ LA CORONA A LA COGULLA
CUANDO ESPAÑA ME OBEDECIÓ COMO REY.
MURIÓ EN ROA, el sexto dúa antes de las calendas de noviembre
de 1517
( El 9 de noviembre)
El
epitafio está escrito en dísticos elegíacos, una estrofa que está formada por
un hexámetro dactílico y un pentámetro. Si queréis probar a leerlo con los
ictus en las largas, podréis escuchar cómo suena en latín. Os marco las sílabas
en las que recae el acento para que las podáis marcar y os pongo las cesuras
para que cortéis (eso significa cesura en latín) la lectura un instante. Además
os pongo aquí debajo los esquemas métricos de ambos versos latinos. HEXÁMETRO:
-vv/-vv/-vv/-vv/-vv/-v
PNTÁMETRO: -vv-vv - // -vv-vv-
Encontramos las siguientes
cesuras:
En los tres hexámetros, cesura pentemímera
( después del quinto medio pie).Los pentámetros, por su parte, tienen todos una
cesura medial fija que os marco con dos barras //
Seguro
que os gusta esta experiencia.
NUESTRA ROSA DE PALLEROLS
Un joven
sacerdote aragonés, con el corazón lleno de dudas entre Dios y los amigos que se
habían quedado en la zona de la España republicana en aquella Guerra Incivil,
llegaba, junto a un grupo de amigos, a una ermita en la comarca del río Rialb (el rivus albus de los romanos): La ermita
había sido incendiada por un grupo de milicianos que hicieron un pira sacrílega
con todo lo que encontraron. No quedaban más que las paredes quemadas y las
cenizas. Aquel joven sacerdote aragonés no pudo dormir por el dolor que le causaba
saber si estaba haciendo la voluntad de Dios o su propia voluntad; si tenía que
pasar a Andorra y, desde allí, ir hasta la frontera de Irún para entrar en la
zona de los sublevados o volverse a Madrid con el riesgo que esa decisión
implicaba. Pasó la noche en oración y, al amanecer, les dijo a sus compañeros
que no iba a oficiar misa. Sin embargo, mientras recogían, el joven sacerdote
aragonés regresó de la sacristía a la que había bajado con prisa. Su rostro
había cambiado y en la mano llevaba una rosa de madera estofada que se había
salvado del incendio. No todo se había perdido: quedaba un punto de luz,
sobrenatural en este caso, al final del largo túnel de la guerra. Cuento esto
porque, en estos días duros, en estos tiempos recios que nos han tocado vivir,
deberíamos pensar que todos llevamos en nuestro corazón una rosa de Pallerols
por descubrir; una rosa que nos va a decir que no todo está perdido, que, al final, la luz vence a la sombra. Aquel sacerdote
aragonés, hoy santo de la Iglesia, se llevó aquella rosa, aquel regalo que le
estaba aguardando en aquella ermita de Pallerols; que le estaba esperando en
medio de las cenizas de aquella sacristía y de las cenizas ardientes de su alma
que no encontraba la paz. Seguro que también nosotros somos capaces de encontrar
nuestra rosa de Pallerols.
HAVEMOS DE IR AO FUTURO DE FILIPA LEAL
Me ha gustado mucho este poema de Filipa
Leal, poeta portuguesa, y me he tomado el atrevimiento de traducirlo al
español. Me recuerda a un poema de Vladimir Holan en donde se dice que, en el
día del juicio final, le despertará el olor del café que preparaba su madre en
la cocina. El poema de Filipa se llama EL CUADRO DEL FUTURO y en Oporto, la ciudad de la escritora, han
tenido el buen gusto de colgar en los árboles unas pancartas en las que se lee.
HAVEMOS DE IR AO FUTURO. El poema dice
así:
Havemos
de ir ao futuro
Havemos
de ir ao futuro
e
quando lá chegarmos
hão-de
estar no sofá os nossos pais
a
cuidar dos sonhos que nos deram
Os
nossos avós a encher de luzes a árvore de Natal
Os
nossos filos e os filos de eles
atrevidos
e espantados como nós
Havemos
de ir ao futuro
e
quando lá chegarmos
hão-
de estar todos juntos numa festa a nossa espera
mesmo
os amigos que perdemos no caminho
Hão
– de lá estar todos com balões de várias cores, bolo-rei
e
ao fundo da sala um cartaz do tamaño da nossa idade
onde
se lê: ainda bem que vieram
Havemos
de ir juntos ao futuro
ou
se não houver boleia para todos ao mesmo tempo
havemos
de nos encontrar lá
Havemos
de ir ao futuro e, no futuro,
estará
finalmente tudo, como dantes.
Filipa
Leal
Tenemos que
ir al futuro
Tenemos que
ir al futuro
y cuando
lleguemos allí
estarán en
el sofá nuestros padres
cuidando de
los sueños que nos dieran
Nuestros
abuelos llenando de luces el árbol de Navidad
y nuestros
hijos , y los hijos de ellos
asombrados y atrevidos como nosotros
Tenemos que
ir al futuro
y cuando
lleguemos allí
estarán
todos juntos en una fiesta esperándonos
hasta los
amigos que perdimos por el camino
Estarán
todos con globos multicolores, roscón de Reyes
y al fondo
de la sala un cartel del tamaño de nuestra edad
donde se
lee: nos alegramos de que estéis aquí
Tenemos que
ir al futuro
pero si no
hubiera sitio para todos a un tiempo
tenemos que
encontrarnos allí
Tenemos que
ir al futuro y, en el futuro,
todo estará
al final, como antes.
martes, 14 de abril de 2020
NIETZSCHE HA MUERTO
Debo a
mi gran amigo y erudito profesor Jesús Sanz Rioja el descubrimiento de Ibáñez
Langlois como poeta. Conocía a este sacerdote chileno como escritor de libros
religiosos, pero no conocía su faceta poética. Me he leído sus Poemas dogmáticos y me ha hecho mucha
gracia este poema, casi una humorada, que aparece en la página 87 de dicho
libro:
Dios ha muerto
Nietzsche
NIETZSCHE HA MUERTO
Gott
Pues eso.
LA SIESTA DE GOETHE
Ante
la imposibilidad de viajar, me he leído El
viaje a Italia de Goethe y ha sido un placer acompañarlo desde Karlsbad a
Roma y desde Roma a Nápoles y Sicilia y luego otra vez a Nápoles y Roma.
También pasó por Venecia y, en todas las
ciudades, Goethe va desplegando su
enorme curiosidad que abarca desde la pintura o la escultura a la poesía, la
botánica o la zoología. Gran erudito, Goethe tomaba nota de todo porque tenía
una enorme curiosidad, esa curiosidad que hizo que el hombre saliera de las
cavernas. Sin embargo, hay algo anecdótico que quiero contaros. Goethe va a la
Capilla Sixtina y campa a sus anchas por ella hasta el punto de que se echa una
siesta en el sillón del Papa. Lo cuenta con gracia el autor alemán y la verdad,
me parece de una auténtica ὕβρις
prometeica esta acción tan campechana y tan sagrada porque, como decía mi
abuelo Luis, la siesta es sagrada. Goethe se lo toma al pie de la letra y, en aquella Capilla Sixtina en la que no había
turistas japoneses sacando fotos, se pega una siesta ni más ni menos que en el
sillón del Santo Padre. Citando de nuevo a mi abuelo Luis, recuerdo que, siendo
yo pequeño y en un viaje a Toledo, se echó la siesta – que ya he dicho que para
él era sagrada-, en un banco de la Catedral, justo a los pies del enorme San
Cristóbal pintado en unos de los laterales del templo. En fin, ya sé que no es
lo mismo esta acción de mi abuelo que la de Goethe, pero tenía que intentar
poner el pabellón familiar, en el tema de las siestas, lo más alto posible.
EL AMOR INTRANSITIVO DE RILKE
Seguro
que recordáis lo que es un verbo transitivo y lo que es un verbo intransitivo.
¿No? Pues os lo explico: en el verbo transitivo la acción “pasa” (transit, en
latín, significa eso mismo, pasa) del sujeto al complemento directo. Por
ejemplo: Juan come manzanas. Seguro que recordáis que la acción del verbo
(comer) pasa de Juan a las manzanas que reciben la acción del verbo y por eso
son el complemento directo y pasan a la boca y al estómago de Juan. Sin
embargo, si el verbo es intransitivo (in-transit, en latin, “no pasa”) la
acción se queda en Juan. Por ejemplo: Juan corre. Aquí vemos cómo la acción se
queda en Juan y no pasa a otra persona
ni a otro objeto. En fin, toda esta explicación de primero de gramática viene
al caso porque ese gran poeta que fue Rilke habla del amor intransitivo, es
decir, un amor que no pasa del sujeto protagonista de ese amor. Hablando de este
amor intransitivo, Federico Bermúdez – Cañete, traductor, seleccionador y
prologuista de la Poesía amorosa de Rilke en Hiperión, dice que es “una especie de disponibilidad
pura, de entrega sin concreción, de rechazo de toda posesividad”. Parece ser
pues que el amor intransitivo rilkeano es un amor que ama, pero sin intentar la
posesión del amado. Se puede ver, más menos bien, en el poema Die Liebende, La amada.
Por
qué será que estoy
bajo
esta infinitud,
perfumada
cual prado,
movida
acá y allá,
llamando,
y temerosa al mismo tiempo,
de
que alguien oiga mi llamada,
y
sea destinada a perecer en otro.
(traducción
de Bermúdez – Cañete)
El
concepto es complejo y, como se puede ver en este poema, la amante tiene miedo,
aunque al mismo tiempo desea que alguien
escuche su llamada y tenga que ir a él como si prefiriera un amor idealizado,
pero que, al mismo tiempo, tenga como fin una persona real. Pero ¿se puede amar de manera
intransitiva? ¿No es, acaso, el amor la entrega de un yo en un tú y viceversa? ¿No
es el amor lo que nos abre las puertas del corazón que, como decía Kierkegaard,
siempre se abren hacia afuera? Os lo dejo para que lo penséis.
sábado, 11 de abril de 2020
LAS CUATRO PASIONES: RIHM, GUBAIDULINA, GOLIJOV Y TAN DUN
Hace ya
veinte años - ¡cómo pasa el tiempo!-, con ocasión de los 250 años de la muerte
de Bach, se llevó adelante el proyecto PASIÓN 2000, que fue un encargo de la
Academia Internacional Bach de Stuttgart cuya dirección estaba en las manos de
Helmuth Rilling. Se pensó en cuatro músicos contemporáneos que compusieron sus
respectivas pasiones como homenaje al maestro alemán. El primero fue Wolfgang
Rihm con su Deus passus, es decir,
Dios sufriente, que es la obra en cuya audición he pasado los tres primeros
días de la Semana Santa y que se basa en los textos de San Lucas; La Pasión según San Juan de la
compositora rusa pero afincada desde hace muchos años en Alemania, Sofia
Gubaidulina; La Pasión según Marcos
del argentino Olsvaldo Golijov, una obra atrevida en la que se mezclan ritmos
hispanoamericanos y judíos, y el chino Tan Dun que compuso su Water Passion after St. Matthew, una
obra atrevida y moderna hasta el extremo. Unos años antes, pocos, Penderecki
había compuesto su Credo y su Réquiem de la reconciliación. Merece la pena que dediquéis un poco de
vuestro tiempo, que sé que es escaso, a escuchar estas cuatro pasiones porque
son cuatro maneras distintas de enfocar el misterio de la Pasión de Cristo.
Podéis empezar por la de Golijov, con
esos ritmos cubanos y también sacados de las melodías hebraicas, e ir poco a poco con el resto. Las más “duras”,
las de Tan Dun y la de Gubaidulina, con esa tristeza que se corta. Os lo dejo a
vuestra elección.
SAN AGUSTÍN Y LA LECTURA SILENCIOSA DE SU MAESTRO SAN AMBROSIO
Hace
muchos años que Pablo Perera, el gran filósofo de Chamberí y de Saucelle, me
habló de la lectura silenciosa y de cómo no era la práctica habitual en el
mundo hasta hace, relativamente, pocos siglos. Es decir, que Cicerón, César o
Tácito, pese a su nombre, leían en voz alta. Cierto es que no lo podemos
asegurar, pero sí que tenemos una prueba en San Agustín en este precioso texto
de sus Confesiones, III, 6 que os he traducido en esta mañana radiante de abril.
Se refiere el santo de Hipona a su maestro San Ambrosio y de cómo se lo
encontraba en el retiro de su celda dedicado y entregado a la lectura.
Pero
cuando leía, llevaba los ojos por las páginas y lo iba comprendiendo; sin
embargo, su voz y su lengua reposaban. Con frecuencia, al llegarme a su lado- pues no impedía a nadie
acercarse ni había costumbre de anunciarle quién llegaba-, le veía leyendo en
silencio y nunca de otra manera y, tras estar sentado y callado durante un buen
rato, - pues quién se atrevía a molestar a una persona tan abstraída-, me
marchaba y conjeturaba que él, en aquel escaso tiempo que se tomaba, alejado
del ruido de asuntos ajenos, para reparar su espíritu, no quería que le distrajeran
con otras cosas. Y que quizás hasta evitaba, ante un oyente suspenso y atento,
si el autor que leía trajese algún pasaje oscuro, verse en la necesidad de
tener que explicárselo o desarrollar algunas cuestiones más difíciles y,
gastando el tiempo en esto, leyera menos de lo que quisiera. Aunque la causa de
leer en silencio pudiera ser el conservar su voz que con mucha facilidad se le enronquecía. En
fin, con cualquiera intención que lo hiciera, con buena intención lo hacía.
MARIO MONREAL Y LAS LILAS
Quizás
porque abril ya ha pintado las lilas del jardín, quiero volveros a hablar de
Mario Monreal, el gran pianista valenciano del que os hablé hace ya más de dos
años. Monreal, seguidor de la estela de grandes pianistas y músicos valencianos
entre los que destaca José Iturbi, muy buen pianista al que no se le perdona la
gran fama que obtuvo en Hollywood y se le intenta obviar tan pronto como surge
su nombre, Monreal nos regaló a los fieles de la Fundación March la integral de
Chopin, autor del que era consumado especialista. En este mes de abril, al
reescuchar un disco de Askhenazy interpretando una selección de obras del
músico polaco, he vuelto a recordar, una vez más, aquellas mañana de lilas y
jardines del barrio de Salamanca. Luego, para volver a casa, había que pasar
por la iglesia de los Oblatos, bajar Diego de Léon, cruzar Velázquez con la
cafetería Chikito, tan vasca y tan madrileña, y pasar por la panadería de los
Somoza, aquellos que trajeron el pan de Porriño hasta los madriles. Y al sonar
la Fantasía – Impromptu, me he vuelto
a ver sentado en el suelo del pasillo del salón de actos de la Fundación y he
visto a don Mario al piano y César y Vicente hablando conmigo mientras nos
tomábamos unas cañitas en un bar cercano. Éramos asquerosamente jóvenes y la vida
era un enigma sin resolver. Pero, siempre, siempre , nos quedará la música de don
Federico y las manos, tan valencianas, de don Mario Monreal.
miércoles, 8 de abril de 2020
CRUX FIDELIS INTER OMNES Y EL REY DE PORTUGAL
Y
seguimos con escuchas atentas de diferentes músicas en estos días previos a la
Semana Santa. El día de Viernes Santo se canta un bellísimo himno que comienza
como el Pange lingua, es decir, Pange lingua gloriosi, pero que en lugar de seguir
con corporis mysterium, sigue con
proelium certaminis. El himno latino da para mucho y, si puedo, le voy a
dedicar una entrada de blog en la que analizaremos su texto y su métrica. El
asunto es que una parte de este himno es la que dice Cruz fidelis inter omnes
//arbor una nobilis que ha dado lugar a bellísimas melodías tanto gregorianas
como polifónicas. Bien, pues lo curioso es que una de estas melodías lleva la
firma del rey de Portugal Juan IV que, además de ser el rey que devolvió,
aunque a regañadientes la independencia a Portugal que hasta ese momento estaba
en manos de los Austrias, más en concreto con nuestro Felipe IV, también le
echaba algún ratillo a la música con muy buen oído por cierto. Algunos
musicólogos no creen que el hermoso motete sea del rey de Portugal, pero ya se
sabe que los musicólogos tienen que estar siempre fastidiando y más cuando se
trata de un rey. Si lo queréis oír, tenéis una muy buena versión de los King’s
Singer y ya sabéis que los ingleses, aunque tengan de presidente al tal Boris
Johnson, bordan la polifonía. Estáis avisados.
TENEBRAE DE PAUL CELAN
Pues
resulta que estaba escuchando el Deus
passus del compositor alemán Wolfgang Rihm y al final de la obra me encuentro
con el bellísimo poema de Paul Celan Tenebrae.
Como no tenía nada mejor que hacer pues me he puesto a traducirlo a mi manera
que espero que también sea la vuestra. Ahí va:
Cerca estamos, Señor,
cercanos, al alcance de tu mano.
Atados, Señor,
unidos el uno con el otro como si fuera el cuerpo de cada uno de nosotros tu cuerpo, Señor.
Ruega, Señor,
ruega por nosotros,
estamos cerca.
Inclinados por el viento hemos llegado hasta allí, para arrodillarnos, después de hondonadas y marjales.
Para beber hemos venido, Señor.
Era sangre, lo era,
lo que derramaste, Señor,
y brillaba.
Nos arrojaba tu imagen a los ojos, Señor.
Ojos y boca se quedan tan abiertos uy vacíos,
Señor.
Hemos bebido, Señor,
La sangre y la imagen
que había en tu sangre, Señor.
Ruega, Señor.
Estamos cerca.
EL SURCO DEL TIEMPO
La
lectura del filósofo sevillano Emilio Lledó en su libro El surco del tiempo me ha sido de enorme provecho. Lledó coge el
pasaje del Fedro de Platón en el que Theuth y Thamus (Fedro 279 b-c) hablan
sobre la escritura, esa medicina para el recuerdo a la que, por habitual, ya
casi no le damos importancia. Frente al carácter aristocrático del conocimiento
oral, la escritura permitió que llegara al pueblo, al δήμος. Así, ante un
acontecimiento, hay uno que es el primero que lo ve porque estuvo allí (ἵστωρ) y hay una ακοή, es decir, una
escucha primitiva e inicial. Luego, ya todo lo que viene después es δόξα, opinión.
Como es obvio, si conociéramos la verdad como la conoce el que la ha visto, no
necesitaríamos para nada la δόξα. Acordaos que Herodoto, al comienzo de su
libro, se llama “historiador”, es decir, aquel que ha visto lo que cuenta o lo
conoce de primera mano. Sigue Lledó con más análisis de tan importante texto
filosófico y llega a una conclusión que me gustaría tratar con algo de detalle
( no con mucho porque no doy más de sí): cómo la memoria, que es posibilidad de
pervivencia, es palabra y “hasta las posibles imágenes que anidan en el sustrato
van acompañadas siempre de una sintaxis verbal que la anuda y la sostiene”. El valor de la escritura es fundamental
porque con ella se permite que todo individuo de una colectividad empiece a
constituirse como tal individuo, a ser sujeto individual y miembro de un
estamento más amplio. Cada individuo es miembro de un δήμος que a su vez le
hace ser individuo de una πόλις.
Si reparamos además en que la vida humana es
dual porque el ser humano es y, al tiempo es consciente de ser, vemos que ese
ser es memoria y que la memoria es lenguaje porque pensamos con el lenguaje. Yo
le recuerdo a don José Antonio Ibáñez González que nos decía esto cuando el que
esto escribe estudiaba tercero de BUP , desde entonces, surgió esta devoción
que tengo por la lengua y por eso me hice filólogo, porque me gusta el λόγος,
la palabra.
Deberían
reflexionar los políticos que se encargan de las reformas educativas en estas
sencillas palabras que estoy refiriendo aquí y no intentar suprimir de los
curricula asignaturas “del lenguaje” como la Filosofía, el Griego o el Latín.
Somos lenguaje y nuestro ser es el lenguaje que poseemos. Si empobrecemos el
lenguaje, empobrecemos al individuo y lo hacemos, como ya nos decía don José
Antonio Ibáñez, más manipulable; en definitiva, en el lenguaje, reside también
nuestra libertad y nuestra dignidad de seres humanos.
Antes he dicho
que los políticos deberían leer y reflexionar este pasaje del Fedro y este
libro de Emilio Lledó, pero ¿de verdad os imagináis a algún político leyendo a
Platón, a Lledó o a Foucault, ahora que las pandemias nos acechan? Quizás don
Ángel Gabilondo o el ministro Illa que son filósofos de profesión, pero el
resto… En fin, prefiero no seguir.
martes, 7 de abril de 2020
JOSÉ RÉGIO, EL GRAN POETA DE VILA DO CONDE
José
Régio es el seudónimo de José Maria dos
Reis Pereira, poeta portugués nacido en Vila do Conde en 1901, ciudad
portuguesa al sur de Oporto, y fallecido en ese mismo lugar en 1969. A este gran poeta luso lo he descubierto
gracias a Pedro de Lorenzo, el gran escritor extremeño, que – contaba él-,
desde su mesa de trabajo en España, veía la luz de José Régio y así, de manera
tan simple, no existía “la raya” entre Portugal y España. Ya dije en su lugar
que de Lorenzo era un hombre culto, con mala fama de retórico (en la
actualidad, en que todos somos tan zafios, el más mínimo cuidado en el habla ya
es pedante y tenemos que hablar para no pasar por ello, con el habla del Rufián
dichoso o de la Rosalía) y que era de derechas. En la actualidad, los primero y
lo segundo se le podría perdonar, pero lo tercero nunca. Sigamos que me voy del
tema. Os iba diciendo que Régio es un autor que tiene como temas los temas de
la poesía desde que algún vate se puso a la tarea de hacer versos. Yo ya me he
cortado la coleta de traducir porque en España el único que lo hace bien es
Jaime Siles que es un tío que da para mucho y por eso, digo, he dejado de
traducir. No me gustan los malos fados ni los malos tragos. Hablando de fados, Régio es el autor de la
letra de Fado português, el bellísimo
fado que cantaba Amália Rodrigues, ese que empieza: O fado naceu dia…No obstante quiero traduciros un fragmento de
Régio en un romance que dedica a su villa natal. A mí me recuerda mucho a Celso
Emilio Ferreriro y con la presencia del viento en su poesía, en especial en ese
libro magistral que es Onde o mundo chámase
Celanova. Ahí os va y que Siles reparta suerte:
¡Viento norte, ay, viento norte,
viento de orilla mar,
viento de Vila do Conde,
que es mi tierra natal!
Ningún remedio me vale
si no me vienes a buscar,
viento norte, viento norte,
que en sueños siento soplar…
(…) abría por las mañanas,
mis ventanas de par en par.
Entraba el mar en mi cuarto
sólo con el viento del mar. (…)
Hasta la Senhora da Guia,
poco a poco, me iba a pasear,
hasta la Senhora da Guia
que se mete dentro del mar,
cual paloma que las
olas
no se quisieran llevar;
quizás como una gaviota
cogida en un vendaval…
o una rosa blanca traída
quién sabe de qué lugar,
que retenida en las piedras
quédase allí sin marchitar,
el pie metido en el río,
la flor ya en el agua del mar.
Muero en pecado mortal
sin quererme confesar…,
si no me llevan deprisa,
¡Deprisa! ¡No me hagáis esperar!
a tomar el aire, a mi
aire respirar
de mi tierra natal.
Vila do Conde , que te
extiendes
por pinares, río y mar …
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