Me
gustaría pensar que , tras esta pandemia, el mundo iba a cambiar; que todos
íbamos a ser más solidarios, más justos y mejores; que nos iban a preocupar los
pobres, los desheredados, los miserables; que los científicos iban a ver la
manera para que no se repitiera, en años venideros, algo parecido. Me gustaría
pensar que el mundo egoísta y criminal del neoliberalismo iba a cambiar y se
iba a terminar con los focos de miseria que son los que producen los contagios
al contener a seres humanos a los que el primer mundo ha privado de los
derechos más básicos y, desde luego en primer lugar, del derecho a la sanidad. Me gustaría pensar
que los políticos “se iban a reunir” para buscar soluciones para el futuro; que
el mundo se iba a unir contra las posibles pandemias futuras investigando las
causas de las ya pasadas e intentando atajar los posibles brotes. Me gustaría pensar que los poderes
financieros- esos de los que todos hablamos, pero que ninguno conocemos-, iban
a dedicar al menos una parte de sus capitales en paraísos fiscales para mejorar
el mundo, pero, la verdad, no lo veo. Pasará la crisis del puto coronavirus y
todo seguirá igual: los pobres viviendo entre mierda, los ricos en mansiones de
lujo y nosotros, las gentes de medio pelo,
creyéndonos que quitamos y ponemos a los gobernantes de los países en
los que vivimos. Lo siento, pero tengo la sospecha -que es casi
convencimiento-, de que todo va seguir igual, de que “la vida sigue igual”
aunque pierdan la vida miles de seres humanos. Al fin y al cabo, hay que
limpiar la casa cada cierto tiempo de deshechos porque a ver qué vamos a hacer
con tanto pobre, que cada vez hace menos falta, en una sociedad absolutamente deshumanizada
y tecnificada. Lo siento, pero son
muchos años de ataques salvajes contra la naturaleza, contra la casa común; son
muchos años aprovechándose de los miserables para que ahora cambiemos nuestras
costumbres. Los políticos, como siempre, intentarán sacar “tajada” electoral,
ya sabéis, Pedro contra Pablo (Casado) y Pablo contra Pedro (Sánchez), pero no
van a hacer nada más que lo que pueden hacer: unas medidas concretas- muy bien tomadas por
cierto por el gobierno de Sánchez – para paliar los daños. Lo otro no está ni
en las manos de Sánchez, ni de Casado, ni de ningún político occidental; “lo
otro” (cambiar la situación de injusticia social, crear una educación que sea
un medio de reflexión y no un simple llenado de cerebros; crear una sociedad más solidaría o empeñarnos
en que, de una vez y para siempre, este mundo cambie) está en las manos negras
de esos de los que tanto hablamos, pero que no conocemos; de los putos amos del
mundo. Y contra ésos, contra su dinero y su poder, nada podemos hacer. Lo
siento, pero el mundo seguirá, tras haber
estado dos meses confinados en nuestras casas tan mal o peor que estaba por
mucho que nos cante la Rozalén a la que se agradece su optimismo. NIHIL FACERE
POSSUMUS.
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