Hace
muchos años, en aquella enciclopedia que me compraron mis padres cuando estaba
por segundo de EGB, descubrí las Heroidas y quizás ese descubrimiento hizo que,
muchos años después, sea filólogo clásico. El texto que aparecía en aquella
enciclopedia infantil de Argos Vergara era el principio de la carta número
diez, la que manda Ariadna a Teseo. Supongo que conocéis la historia: Ariadna
había ayudado a Teseo a matar al Minotauro y Teseo se enamoró de la chica. En
el viaje de regreso a Atenas, Teseo se enamoró de Fedra, la hermana de Ariadna,
que de manera imprudente viajaba también en el barco. Aprovechando una aguada
en a la isla de Naxos, Teseo dejó a Ariadna y se fue con Fedra. Lo que sigue es
parte de otra leyenda que no podemos continuar aquí. En aquella pequeña suma de
saber que alumbró tantas horas de mi infancia, el fragmento elegido era cuando
Ariadna despierta y se da cuenta de la ausencia de Teseo. Os voy a poner el
texto latino en dísticos elegíacos (un hexámetro dactílico más un pentámetro) y
la humilde traducción mía. Otro día os pongo, para que no la comparéis con la
mía, la bellísima traducción en tercetos encadenados de Diego Mexía de Fernangil
y además os cuento la historia, que él mismo cuenta en el prólogo, de cómo
llegó a realizar tan admirable traducción.
Que legis ex illo, Theseu, tibi
litore mitto,
unde tuam sine me vela tulere
ratem,
in quo me somnusque meus male
prodidit et tu
per facinus somnis insidiate
meis.
Tempus erat, vitrea quo primum terra pruina
spargitur et tectae fronde queruntur aves.
Incertum vigilans, a somno languida, movi
Thesea prensuras semisopita manus;
nullus erat. Referoque manus iterum retempto
perque torum moveo bracchia; nullus erat.
Excussere metus somnium; conterrita surgo,
membraque sunt viduo praecipitata toro.
Esta aquí que lees te envío, Teseo, desde la playa aquella
desde la que las velas, sin mí, tu barco llevaron;
en la que mi sueño me traicionó y tú
que criminal tendiste a mi sueño una trampa.
Era el tiempo en el que la escarcha cristalina
por la tierra se esparce y las aves, protegidas por la fronda
[se
quejan.
Despierta solo a medias, sin fuerzas por el sueño, medio
dormida,
las manos moví para abrazar a Teseo: no había nadie.
Retiro las manos y de
nuevo y otra vez tiento
y muevo mis brazos por toda la cama: no había nadie.
Me echaron los miedos del sueño; aterrada me levanto
y mi cuerpo se echa fuera del lecho vacío.
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