No voy a
decir que en estos días de encierro porque ya cansa el remoquete, pero sí que
en estas tardes de abril me he puesto a escuchar a Ligeti, más en concreto sus
obras para piano y de ellas, he prestado especial atención a su Musica ricercata que es de mediados de los
cincuenta. Nació György Sándor Ligeti en una ciudad transilvana de nombre impronunciable
y dentro de la minoría húngara que habitaba y habita por aquellas tierras. Él
habló húngaro desde su infancia y, curiosamente, conoció el rumano escuchando a
unos guardias que hablaban entre ellos. Discípulo de Bartók, Ligeti (pronúnciese
Lígeti como bien pronunciaba el maestro Pérez de Arteaga) se educó en Viena y
se acabó nacionalizando austríaco porque el comunismo en Hungría no hacía de
aquel país un lugar agradable para vivir.
Centrándonos
en su Musica ricercata, deciros que
la componen once piezas o capítulos si es que queremos hablar como si de un
libro fuera. No falta en esta obra ni el recuerdo a Béla Bartók, ni el homenaje
a Frescobaldi y me llama la atención la pieza número seis, un allegro molto capriccioso que no llega
al minuto, al que Ligeti pone a bailar con
un ritmo chispeante. Compuso Bartók esta obra entre el año 1950 y el 1953, es
decir, entre los veintiocho y los treinta años. En la versión que tengo, que es
la de Sony Classical, el piano lo toca Pierre Laurent Aimard y, en las fotos,
se le ve recibiendo los consejos del propio Ligeti. Un lujo.
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