He
leído hace unos días el libro del arqueólogo alemán Tonio Hölscher y me ha
embrujado la historia de este misterioso nadador que apareció en una tumba de Paestum, más en concreto, en la tapa de la
tumba. Para los italianos es il tuffatore;
para los alemanes, der Taucher, es decir, el buzo, pero prefiero verlo en el
momento del salto y no sumergido. Por eso, para mí, la pintura debería de
llamarse El saltador de Paestum. No
entiendo por qué los alemanes e italianos lo llaman buzo, pero ellos lo verán
de otra manera a como lo veo. Quizás suponen que el muchacho se va a sumergir
durante un rato y que su salto no es un salto desde esa torre tan sólo para,
creando una curva perfecta y saliendo a la superficie, empezar a nadar. Yo lo veo así y, por eso, le he dedicado este
humilde poema:
¿Quién eres tú,
extraño muchacho?
¿A qué mar saltas en
perfecta posición,
en perfecta armonía?
¿Saltas en la vida o
te proyectas a la muerte
que te espera en el
mar que es el morir?
¿Eres la vida que
ofreces en un rito de paso
desde la tibia niñez
al inhóspito frío de la
vida adulta?
¿Eres, acaso, el
barco que de pronto,
en plena travesía, ha
sentido su sentina
inundada de lágrimas
y ha muerto
sin ya jamás conocer
el puerto que lo esperaba?
Mira en lo oscuro la
luz que en la tapa
de tu eterna morada
resplandece, muchacho que un día
con otros muchachos al mar te entregaste.
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