Hay
poetas que “hacen sangre” al primer toque de florete poético y uno de estos
poetas es don Pedro Soto de Rojas, poeta sacerdote o sacerdote poeta que
cuidaba un carmen en su Granada del alma. Soto de Rojas, que, como todos los
grandes, era muy modesto, llamó a estas maravillas “rudos sonecillos”. No
quiero alargarme más y quiero dejaros con este soneto maravilloso, tan
maravilloso como toda la obra de este poeta genial y granadino si no es que
ambas cosas son lo mismo.
Si
quiebras, tiempo, los peñascos duros,
si
aceros comes, si metales bebes,
si
firmes montes con tus fuerzas mueves
y
a brazos rindes invencibles muros,
si
los anfiteatros mal seguros
están
al golpe de tus filos breves,
si
Troyas das al viento en polvos leves
y
Cartagos al suelo en llantos puros,
muda
aquel pecho que a mi llanto ha sido
duro
peñasco, alcanza tú la gloria
de
un triunfo a los mortales prohibido,
goza
la pompa de tan gran victoria;
pues
tienes tanta fuerza y tanto olvido,
muda
aquel pecho o vence mi memoria.
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