2. RENCILLAS FAMILIARES
A finales del siglo XIX, más o menos en
la década de los ochenta, los labradores, que habían sido arrendatarios de
nobles hasta hacía bien poco y que todavía no tenían sus tierras en propiedad, deciden
unirse para la compra de las tierras en situación de pro indiviso. Tenemos que recordar que, por ejemplo, el Soto de
Roma, una de las fincas de los Lorca en Asquerosa, era propiedad de los
Welligton que tenían, tal y como cuenta
Francisco, el hermano de poeta, un administrador inglés. Estos labradores consiguen
las tierras y así aparecen ya como propietarios la familia Roldán, la familia
García Rodríguez (apellidos del padre de Federico) y la familia Alba. Quedaos
con estos nombres porque volverán a aparecer al final de esta trágica historia.
Desde el principio, surgen conflictos por tres causas: la diferente calidad de
las tierras, sus servidumbres de paso y las horas de riego. Esto último lo viví
en mi familia con las tierras del pago
del Pico del Águila en donde no eran raras las acusaciones de unos regantes
contra otros por no haber respetado las horas de riego o en las tierras de
Valboa en Xurenzás en donde mi padre me enseñaba por dónde pasaba la
servidumbre de paso de su finca y cómo tenía que respetarla. Así mismo,
recuerdo que me señalaba dónde estaba a
eira para que siempre la respetara. Siguiendo en el mundo rural gallego, os
diré que tienen la mala costumbre de no registrar las tierras en el Registro
con lo que los litigios por las lindes están a la orden del día lo que
constituye una pingüe ganancia para los abogados. Pero voy a bajar de Ourense a
Granada para seguir con la historia que nos ocupa.
Hay otra razón más. Federico García
Rodríguez se había casado en primera nupcias con Matilde Palacios Ríos. Al
morir Matilde, don Federico pleitea con Emilia, hermana de su mujer Matilde,
por los bienes de la herencia de su hermana. Llegan a un acto de conciliación y
Emilia se queda con todos los bienes de Matilde y García Rodríguez tan sólo se
quedó con la mitad de los bienes gananciales su mujer y eso provoca un malestar
en la otra familia que, por lo que se ve, debía querer quedarse con todo lo de la
fallecida. Fijaos que ese malestar llegará muy lejos pues un sobrino nieto de
Matilde, nieto de su hermana Emilia, casada con un Benavides (Francisco
Benavides Peña) que respondía al nombre de Antonio Benavides Benavides fue uno
de los ejecutores materiales de Lorca y el que después del crimen se fue
jactando por Granada con estas palabras: “Le he pegado cuatro tiros en la
cabeza al cabezón”. A lo que Trescastro, siguiendo con las fanfarronadas de
taberna, (os dejo el juego de ver dónde aparece también en las entradas de este
mi humilde blog) decía: “ Y yo, otros cuatro en el culo por maricón”.
Así las cosas, llegamos a 1898 y a la
pérdida en este año de Cuba y Filipinas y Puerto Rico. Los españoles habían
llevado la caña de azúcar desde las templadas tierras del sur de Granada al
Caribe y los resultados habían sido óptimos siendo muchas las familias que se
habían enriquecido (tal es el caso del marqués de Comillas, don Antonio López y
López) con los ingenios del azúcar. Sin embargo, al perderse Cuba, se empieza a
cultivar en zonas de regadío la remolacha azucarera. En Boecillo, por ejemplo,
se roturó la Vega de Porras para el cultivo de remolacha y parte de El Raso de
Portillo, finca de los Gamazo García de los Ríos, también se utilizó para tal menester. La Vega
de Granada era un terreno óptimo para la remolacha y aquellos nuevos
propietarios no dudaron en plantarla y en construir fábricas azucareras: los
Roldán Benavides instalan una fábrica azucarera de nombre San Pascual; don
Federico García Rodríguez, padre de Lorca, La Nueva Rosario. Debemos decir que
primero fue la de los Lorca y que después vino la de los Roldán Benavides, pero
con una “curiosa operación” de don Federico: aunque no era accionista de la
fábrica San Pascual, compró los terrenos en los que iba a ser instalada de tal
forma que los Roldán Benavides, para la instalación de su fábrica, tuvieron que
comprarles los terrenos al padre de Lorca, algo que, como es lógico, no gustó
nada a los Roldán. Es más, esta última familia, cuando se vieran en la
necesidad de ampliar la fábrica, tendrían que comprar los terrenos al padre del
poeta. Aquí se fragua ya un odio entre los Roldán Benavides y los García Lorca
que va a llegar a su paroxismo en 1931, cuando Federico padre denuncia a la
fábrica San Pascual por unos vertidos a las acequias de riego. Don Federico
consigue paralizar la producción de la fábrica de los Roldán Benavides y se
lleva la remolacha para su fábrica. El odio entre las dos familias va en
aumento y le quedan unos pocos años para que explote y se lleve por delante al
hijo mayor de don Federico.
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