En mi casa
madrileña, habitaba un señor que se llamaba don José García de Polavieja y
Novo, que era coronel y que militaba en Fuerza Nueva. También tenía una fábrica
en Torrejón de Ardoz en la que fabricaba banderines y en la que trabajaba el
mítico Pepe el Luchador. Casado con una Pérez de Guzmán, familia sevillana que
procede de Jerez de los Caballeros, no tuvieron hijos y habitaban la soledad de
un piso de casi cuatrocientos metros cuadrados. Don José era un hombre bueno,
fervoroso católico, amigo del padre Maruri, un jesuita de tronío, y campechano.
Había hecho su cuartel general en el bar el Botillo y al se llevaba su carpeta
de dibujos y su gorra alemana que le daban un aspecto bohemio. Cuando murió mi
madre, don José me dio un abrazo lleno de cariño y me dijo: “Ahora tienes que
ser hombre”. Siempre se lo he agradecido. Murió en un verano y quedó una
ausencia en el portal y en aquella casa tan grande que ahora habitaba su viuda,
una sevillana menudita y friolera que no tenía calor nada más que en los días
de ferragosto, como dicen los italianos. Le gustaba a esta señora tan delicada
ir a confesarse a los dominicos, en especial con el padre Varona, y, entre
misas y paseos por Serrano, se le iba el día. También era una buena persona,
pero el día en que murió mi madre, cuando le fui a dar un beso, me apartó la
cara porque, seguramente, en su visión de la sociedad por estamentos, un
miembro del tercer estado no podía besar a una señora de la nobleza de Jerez de
los Caballeros. Recuerdo su acento sevillano y recuerdo también que, cuando en
el colegio leí lo de Guzmán el Bueno y su hijo, me impresionó que esta mujer fuera descendiente directa de
tan valeroso prócer al que, por aquellos
días, se nos comparaba continuamente con el general Moscardó y aquella
conversación telefónica con los que asediaban el Alcázar y en la que, al final, el muchacho moría gritando ¡Viva España! Pero
ya estamos como el otro día, que no os he contado nada de don Camilo García de
Polavieja que era de quien os quería hablar.
jueves, 24 de diciembre de 2015
EL VERDADERO GENERAL ORAA
El verdadero
general Oraa, don Marcelino Oraa, era de Beriáin, Navarra, y empezó como guerrillero
contra Napoleón con el conocido jefe Espoz y Mina. Como era navarrico y conocía
bien los lugares por donde andaba Zumalacárregui, fue su más encarnizado
enemigo. En la conquista de Morella,
Oraa sitió a la ciudad castellonense que defendía el “Tigre de Morella”,
sobrenombre dado al general Cabrera que había enarbolado en su castillo una
bandera negra con una calavera de paño blanco. ¡Y bien que resistió el tigre!,
pues el 18 de agosto, Oraa se retiraba a Alcañiz y Cabrera cobraba fama por este
hecho de armas en Europa entera. Al pobre General Oraa de mis recuerdos
infantiles le costó el puesto y fue sustituido por el mariscal de campo Antonio
Van Halen, antepasado del poeta y político del PP, Juan Van Halen. Le veo en un
dibujo con un cierto parecido con mi
amigo Patxi Bergera, navarrico también, quizás por sus cabellos blancos que le
dieron sus dos apodos: el cariñoso de “el Abuelo”, que le pusieron sus tropas, y el más fiero de
“el Lobo Cano” que le pusieron los carlistas. Será por lo que conté en otra entrada
y los recuerdos infantiles que tiene para mí su calle, con la tienda de
Palacios y la tapicería cuyo dueño quiso ser torero, pero el general Oraa me
sigue resultando un tipo simpático.
ANTONIO ROS DE OLANO
El otro día, en estos
días prenavideños con temperatura primaveral, un muchacho alocado, un
zangolotino que diría don José Lasso de la Vega , se iba cagando en Ros por los pasillos del
Instituto. Me llamó la atención, no por
la expresión escatológica, sino porque
el objeto de sus deyecciones fuera Ros y porque, probablemente, el deponente
rapaz no supiera quién era este caballero objeto de sus deposiciones. He oído a
mucha gente defecarse en nombres curiosos tales como París (¿por qué hay que
ciscarse en la capital de Francia?), en Weiler, aquel capitán general de Cuba
que les negaba a sus hijos un pijama porque, habiéndoles preguntado que para
qué servía y habiéndoles contestado los hijos que para dormir, es fama que les
contestó, negándoles ipso facto el pijama: “Para dormir, lo que se necesita es
sueño”. Y se quedaron sin pijama. Pues bien, lo de cagarse en Ros hacía tiempo
que no lo oía y sí había oído hace poco, en Laguna de Duero, lo de cagarse en
Laos, que es una forma abreviada de blasfemar como ocurre con la expresión de
Ros, que es un sucedáneo de la blasfemia por la que algunos, como decía la gran
Gloria Fuertes, se acuerdan alguna vez de Dios. Porque, don Antonio Ros de Olano,
que fue escritor y militar y que, por tanto, desmiente una vez más aquella
payasada de que la lanza embota la pluma, no creo que haya hecho méritos para qe
ningún zangolotino se defeque en él. Don Antonio fue amigo de Espronceda e
inventó el gorro militar que lleva su nombre. Y con esto basta para limpiar el
honor de Ros de Olano que con tanto estiércol puro y vivo a fe que lo necesita.
viernes, 11 de diciembre de 2015
ERSKINE CALDWELL
No conocía a este escritor sureño, Erskine Caldwell, que
narra el sur profundo con tanto detalle, con esos personajes que son capaces de
quemar su casa con un mendigo dentro para tener una excusa y poderse marchar a
otra casa sin estrenar que tienen en el pueblo o que no les importa que un
hombre muera comido por los cerdos, pero sí que un negro les hable sin quitarse
el sombrero o, finalmente y para no cansar, que son cuatreros casi de
nacimiento y por devoción.
Faulkner es Faulkner, pero Caldwell es Caldwell y sus pueblos
del sur parecen habitados por gentes cuya sangre tiene una densidad mayor que la
del resto de los mortales; en que las tierras son un personaje más; en que los
animales acordan su respiración con el latido de los bosques en donde se
esconden los negros cimarrones.
Un gran escritor del que espero leer
ese que los argentinos tradujeron como “La
chacrita de Dios” y que por estos pagos se conoce como La parcela de Dios.
ENRIQUE MENÉNDEZ PELAYO
Ya he
hablado de Enrique Menéndez Pelayo, el otro Menéndez Pelayo, cuando he tratado
de su poesía y de su novelita La gaviota.
Era un buen escritor que tuvo la desgracia de tener a un hermano que era más
que un hombre: una enciclopedia viviente.
En estas memoria suyas que él con mucho humor titula Memoria de un hombre al que nunca pasó nada, don Enrique nos va
haciendo un tapiz en el que se ve toda la vida santanderina y también sus años de
estudiante vallisoletano y madrileño. La relación entre ambos hermanos era
excelente y Enrique, modesto y humilde, se dedicó a la medicina con eficiencia,
pero sin una clara vocación, y a ayudar a su ilustre hermano. De todas estas
memorias, me quedo con las anécdotas de cómo don Marcelino casi le pilla a Enrique
en el teatro de la Zarzuela, un día que su hermano pequeño se escapó desde
Valladolid para ir a los madriles, con
la de su afición por Zorrilla, al que considera sin dudar el mejor poeta de
España y, finalmente, con que a don Marcelino le gustaba echar un bailecito y
que hasta tuvo una novia. Así que la historia esa del tranvía en que don
Marcelino, al ver una familia numerosa, dijo: ¡madre mía, de la que me he
librado! no parece muy cierta. Su hermano incluso nos dice que fue una pena para
Marcelino que no se casara pues el no haber tenido mujer hizo que se abandonara
muy joven. Una buena persona Enrique que sí se caso, pero cuya mujer murió a
los tres meses dejándolo sumido en la pena hasta que se volvió a casar con su
cuñada, algo que antes era relativamente habitual.
Así
que don Marcelino en el baile... ¡Mira tú que va a ser verdad aquello de que no
somos nada!
EVARISTO SILIÓ Y RODRÍGUEZ
Hay
autores, poetas en concreto, que te emocionan y que, si estamos en otoño como
estamos ahora, hacen que recojas algunas hojas muertas, al estilo de Jacques
Prevert, y las guardes como un tesoro entre sus páginas y ahí se quedan entre
las hojas llenas de poemas y un buen día, quizás muchos años después, las
descubrimos con una sensación entre alegre y nostálgica. Un autor que ha
merecido este privilegio es Evaristo Silió y Gutiérrez al que conocí leyendo
esa novelita de Enrique Menéndez Pelayo, La
Gaviota, que tanto me gustó y de la que ya he hablado en este blog. Silió
es un poeta con un acento leopardiano, pero que lo resuelve siempre con un
sentido cristiano. Su Fiesta en la Aldea es un gran poema, de esos poemas que
antes los niños se aprendían de memoria, par
coeur dicen con acierto los franceses, y los recordaban toda su vida. Me
emociona este poeta cántabro que nació en Santa Cruz de Iguña, hermoso valle, y
que, impregnándose de esa belleza, se dedicó a una poesía de “los del Norte” que
dijo don Alberto Lista. El prólogo, ¡cómo no! de don Marcelino Menéndez Pelayo
no tiene desperdicio. Y es que don Marcelino era mucho don Marcelino como ya
veremos en otra entrada.
. Os dejo un fragmento de un poema suyo y seguro que me lo
vais a agradecer.
¡Si miro la noche oscura
Del porvenir, sólo miro
La sombra de la amargura,
La dicha que anhelo, no!»—
Aquí del alma doliente
Lanzó un amargo suspiro,
Y una lágrima ferviente
De su pupila brotó!
—¡Fatal mudanza de vida!
Clamó á este punto, afligida
Una anciana servidora
Que la oía suspirar;
No busques en Galilea
La paz que tu alma desea.
Vuelve á Bethania, Señora,
Vuelve á tu tranquilo hogar!
Allí sin desvelo tanto,
Y libre, gracias al cielo.
De este profundo quebranto.
Siempre tranquila te yí;
Reprime el funesto anhelo
Que de tu lares te aparta.
Mira que Lázaro y Marta
Viven felices allí!»
domingo, 15 de noviembre de 2015
RAMÓN DE BASTERRA
Ramón
de Basterra era vasco, pero defendía lo español y buscaba en Roma la cultura
que salva a Vasconia de la barbarie. Ramón de Basterra era de Bilbao y amaba lo
euskaldún, pero habla de España y no se le cae la boca de vergüenza. Ramón de
Basterra tenía en aquel libro de Lázaro Carreter en el que aprendimos lengua
millones de españoles, una metáfora en la que hablaba de los montes cántabros
peregrinando por los siglos de los siglos. Ramón de Basterra tiene un estilo
cuidado y esta antología está prologada por José María de Areilza, entonces
primer alcalde franquista de Bilbao, luego fundador del Partido Popular, pero
no de éste, sino uno de los que se integraron en la UCD. Por cierto, que de ese
Areilza, alcalde falangista de Bilbao, nos hablaba José Antonio Ibáñez, aquel
profesor de Filosofía del Sagrado Corazón que no hay día que no recuerde. A
veces, Basterra me parece algo frío, pero sus poemas romanos, como si fuera un
Goethe del Botxo, son buenos y llenos de sentimiento clásico. Y es que en siendo
de Bilbao ya tenía mucho ganado. ¿O no?
LA PALOMA
El protagonista de esta novela es un guardia de seguridad
que busca la absoluta seguridad en la vida. Todo le va bien hasta que se
encuentra, en el corredor, a una paloma y esta paloma rompe su vida. El pobre
hombre lo pasa mal, muy mal, hasta que descubre que la felicidad está en
abrir las puertas hacia afuera, como dijo el danés Kierkegaard. y consigue ser feliz en comunión con los demás.
Parece un argumento sencillo, pero las novelas de Süskind siempre dan para más,
para un poco más y uno se pregunta por qué este hombre no volvió a publicar (que
yo sepa). Todo lo que he leído de él me ha gustado, desde El Contrabajo hasta esta paloma que ahora vuela en este humilde
blog.
EL VERDADERO PEDRO SÁNCHEZ
Esta novela de Pereda comienza en La Montaña, en esa región a la que tanto quería el novelista de Polanco. Y en esa Montaña habitan Pedro y su padre, un hidalgo montañés en el que Pereda, a diferencia del hidalgo de Blasones y Talegas, no carga las tintas: es un hombre orgulloso de su linaje que no puede soportar a los García, unos advenedizos, homines novi, que detentan el Ayuntamiento, pero poco más. Su hijo es noblote y honrado, un montañés sin tacha. Sin embargo, la llegada de los madrileños cambia esas vidas pues le ofrecen a Pedro, por medio del padre, un politicastro corrupto de tres al cuarto, un empleíllo en la capital del reino. Y para allá que se va el montañés y en el camino conoce a Carmen y a su padre, un cesante en el que se ven muchos puntos de contacto con el cesante del Miau galdosiano. El pobre hombre sufre los cambios de gobierno, tan habituales en la España de entonces, teniendo que hacer mudanzas de provincias al Foro y viceversa; y junto a él lo sufren su hija Carmen y Quica, una señora que les cuida y les atiende. Poco a poco, Pedro va escalando por el cursus honorum y llega hasta ser gobernador de provincia mediterránea de donde se marcha por los abusos de su secretario en connivencia con su mujer y su suegra. El final no lo cuento, pero sorprende porque estábamos esperando una boda que no se llega a dar y uno siente pena por el pobre Pedro Sánchez. Sin embargo, en esta novela, lo importante es esa pintura de tipos en la vida matritense corrompida, llena de esos políticos que nos da la impresión de que han salido de noviembre de 2015 y no de mediados del XIX.
¡Mon Dieu, qué poco hemos cambiado!
miércoles, 4 de noviembre de 2015
DOMINGO BARTET
El 6 de octubre de 1934, Lluis
Companys proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal española.
Era un golpe de Escdtado en toda regla y Companys no dudó en ponerse en
contacto con el General Domingo Batet Mestres, que era de Tarragona y, por
tanto, tan catalán como él. Pero Batet, que también era general del Ejército y
Capitán General de Cataluña, se puso en contacto, cumpliendo su obligación de
militar y de español, con Lerroux que le ordenó que declarase el estado de guerra. Batet, buen militar, controló la
situación sin que el número de bajas fuera muy alto y, por esta acción, fue
condecorado con la más alta distinción militar española, la Laureada de San
Fernando. Pasaron dos años y cuando el ruido de los sables de los militares que
se iban a sublevar no contra la República, sino contra la anarquía que presidía
la República (si alguien tenga dudas que se lea el texto del Alzamientp), ya se
oía, Bartet fue hasta Irache, en Navarra, para hablar con su amigo Emilio Mola
Vidal que le dio su palabra de honor de que no participaría en la sublevación
militar. Batet, creyendo en la palabra de Mola, no se unió a la sublevación y
fue detenido y condenado a muerte. En vano, Queipo de Llano y Cabanelles pidieron
su indulto a Franco, que resentido con el de Tordesillas por no conceder el
indulto al general Campins – del que hablaremos en otra entrada de blog- se
negó a concederlo.
Batet era un hombre católico, nacido en una familia
tarraconense a la que ayudó Josep Tarradellas a salir de España cuando llevar
un crucifijo era una sentencia de muerte. Era un buen catalán, un buen español
y un buen soldado que cuando estaba ante el pelotón, sin temblarle la voz, dijo
a los soldados que lo apuntaban:
“Disparadme al corazón; os lo pide vuestro general”.
Hermosas palabras de un valiente soldado español.
lunes, 26 de octubre de 2015
PÍO NONO Y FRANZ LISZT
Sabido es que Franz Liszt,
tras una vida no precisamente santa, decidió entrar en religión y recibir las órdenes menores. Estaba en Roma
Liszt y el papa Pío Nono fue el encargado de confesarlo. El papa que, por lo
que os voy a contar, tenía sentido del humor además de haber dado nombre a unos
deliciosos pasteles que, aunque originarios de Granada, también se pueden
adquirir en la madrileña y serrana villa de Miraflores de la Sierra, metido en
el sacramento de la penitencia con el músico desde hacía un buen rato y después
de que el músico húngaro le hubiera relatado parte de su bien nutrida lista de
amantes y amoríos que, sin llegar a las diez mil de algún macho ibérico
oficial, no debía de ser manca, es fama que le dijo al músico: “Basta ya,
querido Liszt, tengo suficiente. Confesad el resto de vuestros pecados al
piano”. Y lo que ya no se cuenta es cuánto tiempo estuvo don Franz tocando el
piano tras hablar con el Papa Pío Nono, pero como ya sabemos que tocaba tanto y
tan bien…
EL DUQUE DE RIVAS EN MI BICICLETA
Mi primer conocimiento de Ángel Saavedra, duque de
Rivas, se lo debo a mi abuelo Luis que tuvo la idea de decorar con vitolas de
puros los tubos de mi bicicleta BH y en esas vitolas venían pintados los
escritores más importantes. La de don Ángel caía justo en el tubo horizontal en
el que se apoya el sillín y , cada vez que montaba, mis ojos se iban sin querer al noble
duque escritor. Más tarde, leí su don Álvaro y
me hice muy devoto de La forza del
destino de Verdi. Y ahora he regresado, en este otoño mollar y melancólico
a la lectura de sus Romances, tan
bellísimos y tan llenos de esa musicalidad tan romántica y que tanto se echa de
menos en la poesía actual. Colón, Castaños, San Francisco de Borja y otros
héroes pasan por los poesía apasionada del duque.
¡Gracias, don Ángel, por sus poemas y por los años que me acompañó
en mi bicicleta!
Mísero leño
Mísero leño, destrozado y roto,
que en la arenosa playa escarmentado
yaces del marinero abandonado,
despojo vil del ábrego y del noto.
¡Cuánto mejor estabas en el soto,
de aves y ramas y verdor poblado,
antes que, envanecido y deslumbrado,
fueras del mundo al término remoto!
Perdiste la pomposa lozanía,
la dulce paz de la floresta umbrosa,
donde burlabas los sonoros vientos.
¿Qué tu orgulloso afán se prometía?
¿También burlarlos en la mar furiosa?
He aquí el fruto de altivos pensamientos.
Mísero leño, destrozado y roto,
que en la arenosa playa escarmentado
yaces del marinero abandonado,
despojo vil del ábrego y del noto.
¡Cuánto mejor estabas en el soto,
de aves y ramas y verdor poblado,
antes que, envanecido y deslumbrado,
fueras del mundo al término remoto!
Perdiste la pomposa lozanía,
la dulce paz de la floresta umbrosa,
donde burlabas los sonoros vientos.
¿Qué tu orgulloso afán se prometía?
¿También burlarlos en la mar furiosa?
He aquí el fruto de altivos pensamientos.
ENRIQUE MENÉNDEZ PELAYO Y SU GAVIOTA
En nuestra Cantabria, también hay historias tristes
y ésta que nos cuenta Enrique Menéndez Pelayo, - sí, habéis leído bien, Ernesto
y no Marcelino- es la de una golondrina que no volvió a La Montaña por la
primavera y que se quedó por las tierras del Sur. Retrata muy bien el hermano
de don Marcelino los tipos cántabros: el hidalgo, Rosuca, el médico; y retrata
también muy bien el amor, la espera y el dolor de ese hidalgo montañés. A lo
largo de la novelita, vamos sabiendo por los otros personajes y por las cartas
cómo es la gaviota gaditana y vemos que el hermano de don Marcelino era un buen
escritor que tuvo la mala suerte de ser hermano de quien lo fue. Pero Enrique
se lo tomó con calma y le ordenaba los libros en la biblioteca y, a ratos
libres, escribía novelas cortas de tan buena calidad y factura como La gaviota
y escribía poemas que, cuando los lea, os los comentaré. Merece que Enrique
salga del halo de sombra de don Marcelino.
domingo, 11 de octubre de 2015
ELIAS LÖNNROT Y EL KALEVALA
En mayo pasado os contaba del Kalevala traducido por
Alejandro Casona, ese gran actor teatral asturiano y os confesé que me quedaba
con ganas de más. Así que me programé para el verano la lectura del verdadero
Kalevala, el de Elias Lönnrot, que, prologado por Agustín García Clavo y con un
estudio suyo sobre la métrica finesa (Agustín daba para todo y más), tradujeron
al español para la Editora Nacional, - esa gran editorial que los del PSOE
desmantelaron nada más entrar en el poder porque se pensaban que tan sólo había
publicado Raza-, Joaquín Fernández y Ursula Ojanen. El libro es
maravilloso con una mitología en donde la naturaleza es protagonista incuestionable.
Para oír a Sibelius es fundamental y en ese verano tan caluroso que hemos tenido
este año me ha servido para refrescarme al recorrer las frías tierras finesas.
No os he dicho que el Kalevala, el libro de sagas finlandés, fue escrito por
Lönnrot a partir de poesías populares que fue recogiendo, especialmente, por la
región de Carelia. Se le considera el padre, no sólo de la literatura en finés
sino también de la conciencia de patria finesa. Un placer de lectura.
EL TURRÓN DE CASTUERA
Hoy,
por fin he probado el turrón de Castuera que me había recomendado mi gran amigo
Jesús Sanz, ilustre filólogo vallisoletano y gran degustador de las cosas
pequeñas y sencillas como el anís Machaquito – el que tomaba Tierno Galván – o
este turrón extremeño que me resultaba absolutamente desconocido pues la idea
del turrón me llevaba a Jijona y no hasta este pueblos pacense cerca ya de la
provincia de Córdoba. No se sabe muy bien de dónde proviene esta tradición,
pero se supone musulmana aunque hay también gentes que la llevan hasta los
romanos. Los turroneros de Castuera recorrían Extremadura y la Andalucía Occidental
llevando sus turrones y su viaje duraba desde la Feria de Abril sevillana hasta
la Navidad de ese mismo año. No sé si quedarán turroneros por los caminos de
Extremadura, pero me hubiera gustado conocerlos con su carga de turrón y de
alegría para la Navidad, esa fiesta en que todos nos hacemos un poco más niños
para entrar en el reino de los cielos en el que no faltan los turrones, las
peladillas y los polvorones.
SILBANDO CON IVAN DOIG
Paul
es un inspector de educación en Montana y, en el crudo momento en que tiene que
acabar con las escuelas rurales para agruparlas en un local único en lugares
mayores ( lo que en España, con perdón, llamamos un CRA) va poco a poco
recordando su niñez en un pueblecito de Montana. Y esa niñez, en esas escuelas
rurales, la va describiendo Doig con un trabajo de miniaturista. Las familias
de emigrantes alemanes y eslavos, los campos, su padre viudo que busca una
mujer como ama de llaves que ponga orden en aquella casa con niños junto a
otros personajes de los que me gustaría destacar a Morris, hermano del ama de
llaves que llega hasta Montana desde el Este, que acaba siendo el maestro del
pueblo y que tanto enseña a Paul y tanto nos enseña de sus habilidades para motivar
a ese grupo de muchachos de cinco o seis niveles diferentes en la misma clase
como ocurría en España hasta los años setenta en que los maestro practicaban una
auténtica “diversificación curricular” sin que los pedabobos de turno la
hubieran puesto por escrito. La novela tiene un final que, lógicamente, no revelaré,
pero que enseña a Paul cómo cada persona tenemos dentro una “trastienda” y que
nuestros ídolos a veces no son héroes sino gentes normales que tienen en su
vida episodios oscuros que también sirven para que los demás aprendamos de esos
errores. Una gran novela de este escritor de Montana que está en la estela de
Wallace Stegner o de mi Willa Cather. Por cierto, que la que silbaba era la
señora que cogieron como ama de llaves y que, con el paso del tiempo, llegó a
ser… En fin, que lo leáis.
lunes, 28 de septiembre de 2015
SANABRIA Y LAS STRIDENTIA PLAUSTRA DE VIRGILIO
Para
mí, Sanabria siempre fue esa tierra de nadie antes de entrar en la Galicia
llena de castañares y de carballedas; fue esa tierra con sus casas de piedra y
sus tejados de pizarra, con Lubián y Astureses que tenían aquellos bares en
donde paraban los camioneros a comer, algo que siempre era garantía de una
cocina no como la de Ferrán Adriá ( ni falta que hace), pero sí de esa cocina
casera que “tumba” nada más abrir la puerta y oler a ese caldo sanabrés que se cuece
en sus pucheros. Sanabria es una hermosa tierra que, como Ennio, el poeta
latino tiene tria corda, es decir,
tres corazones. Digo esto porque en Sanabria se habla leonés, se habla sanabrés
y se habla gallego allá por Lubián, Porto y Calabor, lindando éste último pueblo
con Portugal y dando nombre a la frontera. Los sanabreses tienen un acento que
recuerda mucho al de los gallegos y preparan un pulpo a feira tan exquisito como el de O Carballiño. Además tienen
buenos gaiteros, bonitos romances y no faltan tampoco las buenas frutas y la
ternera sanabresa con denominación de origen. Sanabria tiene un lago glaciar y
en sus orillas Ribadelago, el pueblo mártir, y San Martín de Castañeda, a donde
se iba don Miguel de Unamuno a escribir poesía y en donde ubicó su San Manuel Bueno, mártir. Además, y por
si fuera poco, el lago alberga una ciudad sumergida, Valverde de Lucerna , con
la que han tenido el buen gusto de bautizar al Instituto de Bachillerato y que
espero que con la LOMCE no se acabe llamando Puebla de Sanabria 1 o alguna cosa peor. Y
para no resultar pesado, os diré que Puebla alberga un castillo encaramado a una
roca que fue de los Pimentel, que eran
condes de Benavente, y que desde el
castillo se ven las tres carreteras por las que yo pasaba, paso y pasaré Deo volente: la vieja, justo debajo del castillo;
la nueva que se hizo con los accesos a Galicia a mediados de los setenta y la
autovía de las Rías Baixas como poniendo la guinda al pastel de las vías de
comunicación de esta tierra de nadie. Cuando yo conocí Sanabria, aún andaban
por las carreteras las stridentia
plaustra virgilianas y el pan de centeno dejaba su sabor en el paladar como
señal de que ya estábamos entrando en otra tierra diferente. Sanabria tiene
tantas cosas que yo no sé que estáis haciendo que no os vais preparando la
maleta para iros a pasar unos días en tan noble y excelsa tierra.
EL ABUELO Y LA NIETA
Viendo
Sangre de mayo, serie de Garci que,
basándose en Galdós, traza un dibujo de la España de 1808 con la entrada de los
franceses y el previo motín de Aranjuez, salen Máiquez, en interpretación del
difunto Carlos Larrañaga, y Comella, el comediógrafo con el que Moratín tenía
sus más y sus menos. Comella, el pobre, ya no ocupa ni la letra pequeña de los
libros de texto, pero curiosamente (o no tan curiosamente pues la Ilustración
no era patrimonio de Moratín) trata en la obra que he leído, El abuelo y la nieta, de la “mala
educación” que recibían las señoritas a finales del siglo XVIII que eran, poco
más o menos, como una muñequita que sabía tocar el piano, decir algo en francés
y ponerse el miriñaque. Esta preocupación por la educación es propia de la
Ilustración por lo que no tenemos que ver al pobre Comella como un butifarrero.
La comedia tiene partes cantadas y con música y partes recitadas y, todo hay
que decirlo, aunque no sea una obra maestra, se deja leer y supongo que en su
época distrajo mucho e hizo pensar y reír a las gentes que la vieron en el
teatro. Escrita por un catalán en castellano (otro maldito traidor a la santa
causa, diría el señor Artur Mas) me ha reportado un ratillo agradable mientras
el verano de 2015 iba diciendo adiós y las piscinas, con el viento de
septiembre, cerraban sus puertas y tapaban sus aguas.
ESTHER CALZADA Y GERMÁN GAMAZO
Confieso
que siempre me ha gustado leer historia y que autores como Salustio, Manuel
Fernández Álvarez, Fernando García de Cortázar o el doctor Marañón en sus
trabajos históricos me han hecho disfrutar igual o más que con una novela. La
lectura de Tito Livio en latín me inició en el camino de la novela histórica
que, la verdad, o es muy buena, o es preferible leer historia y no aguantar a
cualquier pseudo escritor que con poner el verbo en final ya se cree que habla
en “medieval”. Tampoco puedo negar mi disfrute con esas maravillas que son los
Episodios Nacionales de mi don Benito. Pues bien, si hago pública esta confesión
es porque he tenido la fortuna de leer el libro que la profesora Calzada del
Amo le dedica a don Germán Gamazo y que me ha ocupado estos días de septiembre.
Cuando hace unos días lo acabé, tuve la pena de que la profesora Calzada no
hubiera escrito un poco más y me hubiera seguido haciendo sentir la maravilla
de su trabajo porque el libro, escrito con una prosa hermosa, clara y docta,
trata con tanto detalle la vida de don Germán que uno, como cuando leí el
Antonio Pérez de Marañón, ha tenido la sensación mientras lo leía que Esther
Clazada “estuvo” en los acontecimientos que cuenta. Quiero dejar constancia que
de nada conozco a esta profesora y que, si hoy he cogido el incienso, es porque
se lo merece con toda justicia. ¡Gracias, profesora Calzada, por este magnífico
libro que, como bien dice su prologuista hablando de las buenas biografías, no
sólo te introdu- cen la vida del biografiado, sino que te introducen en su
época por lo que podemos decir que Calzada del Amo hace una radiografía
histórica de la época de la Restauración. De nuevo gracias, profesora Calzada.
A veces, la Universidad sirve para algo más que para expender títulos a futuros
emigrantes.
NUBES DE ESTÍO
Imaginaos ese Santander de finales del siglo XIX en donde
veranean próceres como Sagasta, Maura o Gamazo. Imaginaos unas nubes blancas,
pequeñitas, que cruzan un cielo azul en una mañana de julio. Imaginaos el
Sardinero con sus bañistas entrando en el agua cogidos a una maroma para tomar
los baños de ola. Imaginaos también, junto
a los próceres y títulos que se iban haciendo palacetes en el Paseo de El Sardinero,
las familias venidas de Tierra de Campos y las familias venidas de Valladolid.
Imaginaos el Café Suizo al caer la tarde y las calles de la ciudad con los
“gomosos” paseando y luciendo sus mejores galas. Bien, pues con ese ejercicio
de imaginación os habéis situado en el Santander que nos describe Pereda y, si
en este Santander, colocáis a un honrado comerciante que tiene bien llenas las
talegas (para el que ha leído otras entradas sabe lo que significan las talegas
para Pereda) y una familia madrileña, que son todo lo duques o condes o
marqueses que quieran, pero que están pasando por unos apuros económicos de ni
te cuento y que echa el ojo a la hija
del señor de las talegas para que, casándole con su nene, dé lustre y esplendor
a sus blasones. Es decir, como en el cuento ya comentado en este blog, Blasones y Talegas, unos de los mejores
cuentos que escribiera el de Polanco, frente a una aristocracia de cuna que se
dedica a limpiar sus panoplias hay una burguesía que llena sus talegas con el sudor
de su frente. Pereda, para la regeneración de España, apuesta por esta burguesía
trabajadora y no por los “petimetres”. Ésa es la moraleja de esta novela cuyo
final, como es lógico, no os voy a revelar para que paséis un buen rato con su
lectura y reflexionemos todos un poco con esa España que ha traído esta que
estamos viviendo.
martes, 22 de septiembre de 2015
JUAN BOSCÁN
Este poeta se llamó Joan Boscá y Almugáver y era de Barcelona
y todos lo hemos estudiado como el amigo del alma de Garcilaso de la Vega. Lo
hemos estudiado, pero no hemos profundizado al menos un poco en su magnífica
poesía. Nos sabemos de memoria aquello de que , junto con el toledano, fue el
introductor del soneto en España por mor de aquella conversación con Andrea
Navagiero, pero, insisto, poco sabemos de la grandeza de sus poemas. Gracias a
una edición de mi ex compañero Carlos León Liquete, fecundo y afortunado poeta
vallisoletano, he accedido a sus Sonetos y Canciones y, al leerlos me ha ocurrido
como me pasó al leer a Camoes: que un verso suyo me ha hecho pensar más que la
obra poética completa de muchos poetas del garbanzo de Fontiveros. Es normal
porque la buena poesía provoca ese sentimiento indefinible que es ver tu alma
reflejada en un texto mientras que la garbancera provoca, in acto, el vómito y
la basca. Si alguien tiene dudas, ahí va un bellísimo poema.
Soy como aquel que vive en el desierto,
del mundo y de sus cosas olvidado,
y a descuido veis donde le ha llegado
un gran amigo, al cual tuvo por muerto.
Teme luego de un caso tan incierto;
pero, después que bien se ha asegurado,
comienza a holgar pensando en lo pasado,
con nuevos sentimientos muy despierto.
Mas cuando ya este amigo se le parte,
al cual partirse presto le conviene,
la soledad empieza a selle nueva;
con las yerbas del monte no se aviene,
para el yermo le falta toda el arte,
y tiembla cada vez que entra en su cueva.
Pero para Artur Mas tendría un pero, un enorme pero: era catalán y escribía en castellano. ¡Ay, cerdo traidor de la más innoble de las causas!
del mundo y de sus cosas olvidado,
y a descuido veis donde le ha llegado
un gran amigo, al cual tuvo por muerto.
Teme luego de un caso tan incierto;
pero, después que bien se ha asegurado,
comienza a holgar pensando en lo pasado,
con nuevos sentimientos muy despierto.
Mas cuando ya este amigo se le parte,
al cual partirse presto le conviene,
la soledad empieza a selle nueva;
con las yerbas del monte no se aviene,
para el yermo le falta toda el arte,
y tiembla cada vez que entra en su cueva.
Pero para Artur Mas tendría un pero, un enorme pero: era catalán y escribía en castellano. ¡Ay, cerdo traidor de la más innoble de las causas!
domingo, 6 de septiembre de 2015
RIENZI
No había oído Rienzi porque, llevado por prejuicios que el
propio Wagner me había transmitido al no incluirla en el canon de Bayreuth, sin
embargo, tras una amena conversación en el vallisoletano Lion d’Or con mi amigo
y compañero Francisco Hernández Ovejero, sabio historiador y gran melómano, me
he dedicado a su audición en estos días de este ferragosto boecillano. La obra trata del tribuno del pueblo Cola di
Rienzi y de su lucha heroica contra los nobles. Mas no quiero contaros el
argumento, sino detenerme en algunos aspectos del libreto. Lo primero, decir
que Rienzi es una historia de amor, de amor entre Irene y Adriano y de Rienzi
por Roma. Cuando sn hermana le dice que él nunca ha amado (du hast ja nie geliebt), Rienzi le dice que Roma se llama su novia
( Roma heisst meine Braurt!). Rienzi
también es una ópera de perdón, del perdón de Rienzi a los nobles que lo habrán
de volver a combatir aprovechándose de esta “debilidad”. Rienzi es un luchador por el pueblo de Roma,
pero, al igual que Eneas, cuando llega el momento de lanzarse al combate, tiene
una razón que le hace ejercer su justicia: él venga a su hermano al que los
nobles romanos mataron. ( Weh dem, der
ein verwandtes Blut zu rächen hat!) es decir, ¡Pobre de aquél que ha
derramado la sangre de mi familia!.
Hay en Rienzi un momento de gloria en
el que el pueblo lo quiere nombrar König,
pero Rienzi, como Cristo, no lo acepta porque Frei wolt’ich euch haben!, porque ¡Libre os quiero! les dice el
tribuno con acentos de Agustín García Calvo. Sin embargo, ese mismo pueblo,
voluble como bien los describiera Shakesperae en su Julio César, que lo quiere coronar se pone en contra de él manejado
por los nobles y hasta la propia Iglesia se vuelve contra el que había sido su
aliado. Rienzi ora al comienzo del acto quinto (Allmägcht’ger vater, blick herab, abaja tu mirada, padre
todopoderoso) Hör mich im Staube zu dir
flehn! ( ¡Óyeme suplicante desde el polvo!). El final es hermoso, de
película de Cecil B. de Mille y entre las dudas de Adriano que regresa junto a
su novia y junto a Rienzi, se nos quedan grabadas las hermosas palabras del
tribuno:
So lang die ewigwe Stadt
nicht soll vergehn,
sollt ihr Rienzi widerkehenren sehn!
Mientras que no muera la ciudad eterna
veréis a Rienzi regresar de nuevo.
Amén.
PERICÓN DE CÁDIZ
Hace ya algunos años, viajando
un servidor en un taxi en la muy noble Villa de Madrid, tuve la grata sorpresa
de escuchar en la radio el cante sabio de Pericón de Cádiz. Le hice saber al
taxista, un chico joven, mi admiración por el cantaor gaditano y, como él
también era un firme seguidor de Pericón, hicimos todo el viaje hablando de
cante de Juan Martínez Vilches, que así
se llamó para el mundo este genial cantaor. Había nacido Pericón en Cádiz, cosa
que es redundante decirlo, pero que no está mal certificar pues ha habido cantantes
que se han puesto nombres de ciudades andaluzas sin ser ellos andaluces. No es
éste el caso y Juan nació en la Gades inmortal, con su playa de la Victoria y
su catedral en cuya cripta se estrenaron Las siete palabras de Cristo en la
Cruz de Haydn. En 1976, la Cátedra del Cante le concedió un premio que se sumó
a los que ya había conseguido Pericón en Madrid en 1936 y 1938. Y es que Juan
no se conformaba con los cantes de su tierra , sino que era un maestro en
muchos cantes. Se nos fue en 1980, pero ahí quedan sus discos, algunos con la
guitarra de ese maestro al que le debo una entrada que fue Melchor de
Marchena. Un genio con otro genio suman
la gloria.
EL DOCTOR ARROWSMITH
Cuando empecé a leer este
novelón de Sinclair Lewis, del que hace ya años había leído una novela que me
impresionó mucho, Calle Mayor, me
entró en el cuerpo una especie de corriente eléctrica que no me abandonó hasta
que llegué al punto final del relato. Desde que Martin Arrowsmith ayuda al
médico de su pueblo hasta su casi testaruda profundización en su vocación, la
novela no te “deja dejarla”. Sinceramente,
me creía que Martin iba a terminar siendo un médico más “novelesco”, entregado
a los más pobres, pero Martin – y no quiero desvelar el final- es fiel a una
vocación también heroica, pero menos novelesca porque el estar en un
laboratorio no es tan “lucido” como curar a enfermos en algún barrio marginal
de Chicago. Por la novela – grande en tamaño y en calidad- pasan todo tipo de
médicos: desde Almus, el médico . político que terminará de congresista en
Washigton hasta el “puro” Max Gottlieb, la gran referencia vital para Martin.
También los médicos de lujo, los curapupas con clínica propia y Rolls de
contabando (Serrat dixit) y los médicos rurales. Lewis analiza con calma la vida
de Martin y de los que lo rodean. Ahí está Leora, esa gran mujer que está,
perdón pido a las feministas, por decisión propia apoyando a ese gran hombre
que es su marido. Una grandísima novela para el verano que es cuando leo estos poids lourds tal y como hacía Fernando
Savater que se dejaba con gozo para el verano los ejemplares de tomos más
gruesos. Lo malo es que durante el año sigo con los pesos pesados y la mochila
me carga la espalda y al final, la visita a la fisio es obligada. Leer también
tiene sus riesgos.
LA MÚSICA EN TOMÁS DE IRIARTE
Este
poema de Tomás de Iriarte demuestra que hubo un tiempo en que había una España
diferente, una España en la que florecían las Sociedades de Amigos del País, en
que había curas como Feijoo que buscaban la luz con la fe, en la que se oía a
Haydn, en que cabía la esperanza de que algún día, pudiéramos ser como otros
países de Europa y que no había que ser francés para poder apreciar la música o
la poesía. Pero fue una ilusión que la invasión francesa echó por tierra.
Luego, vino Fernando VII y sus casposidades, y las “camarillas” y los espadones
y los pronunciamientos y los caciques y tantas cosas. Y ya España perdió el
camino que había emprendido en el siglo XVIII. ¿Lo volveremos a retomar? La
esperanza siempre queda en el fondo de la tinaja de Pandora.
EL DON JUAN DE BYRON
Andaba el bueno de Byron, al
que vimos no hace mucho en otra entrada, buscando un héroe, pero que le fuera
duradero y no como ésos héroes que duran no más de un mes. Parece que lo que
acabo de escribir se refiere a nuestra época en la que los “héroes” duran menos
que un pastel a la puerta de un colegio que decían los antiguos. Y Byron se
viene a Sevilla y se fija en don Juan y escribe no una obra sobre don Juan (que
también) sino algunas conquistas de don Juan a las que añade muchos pensamientos
propios. Me ha gustado mucho eso que dice que “la poesía es una paja llevada
por la humana inspiración en la dirección que imprime el espíritu; es una
cometa que vuela entre la vida y la muerte”. (Is poesy, according as the mind glows;/ a
paer kite wich flies ‘ twixt life and death). Cuando
no se entregaba a sus vicios, Byron escribía muy bien e incluso cultivaba esa
imagen de dandi que tan buenos resultados ha dado en la literatura posterior.
La verdad, lo prefiero escribiendo porque, como todos los que van de machos, me
resulta patético en su versión de british
- lover.
martes, 25 de agosto de 2015
BENI DE CÁDIZ
Benito Rodríguez Rey nació en
Cádiz, un 26 de enero de 1929, según cuenta él porque se lo contó su madre, en
medio de una noche de tormenta. La madre, que según Beni, era algo bruja, le
vaticinó que moriría el mismo día que había nacido y - cuenta de nuevo Beni con
su gracejo gaditano - cada 26 de enero respiraba tranquilo porque no se había
cumplido el fatal vaticinio materno. Era un hombre tocado por la gracia, abrasado
por el hálito de los dioses del cante; era un artista inconmensurable e
impredecible que podía llegar a alturas estratosféricas en el cante o quedarse sin
memoria en un festival. Ya en 1959 casi se muere y hasta se le hace un homenaje,
pero, como un Ave Fénix gaditana y llena de gracia, Beni de Cádiz resurrexit sicut dixit y en 1971 recibió
el Premio de Honor en el Concurso Nacional de Córdoba. Sin embargo, al poco la
enfermedad lo vuelve a tumbar por el suelo, pero Beni Fénix vuelve a resucitar
y en 1976 recibe el Premio Nacional de Cante. Sus últimos años los vive en la
pobreza, en el olvido, en la indiferencia. Jesús Quintero le hace una
entrevista antológica en la que Beni de Cádiz derrocha arte, simpatía y gracia
gaditana. Ahí es donde contó lo de su madre y tantas cosas más. Cantando era un
fenómeno, tanto en los cantes más ligeros como en los más hondos. Si alguien
tiene dudas, que lo escuche cantar por seguiriyas o por soleares y luego que
pruebe a oírlo por bulerías, por alegrías o por fandangos. Algunos lo acusaban,
como si eso fuera pecado, que se parecía mucho a Manolo Caracol, pero es que
los críticos siempre tienen que decir algo, aunque sean tonterías. Beni de
Cádiz se murió joven (no había cumplido los sesenta y tres), pero ya sabemos
por los griegos que “los preferidos de los dioses mueren jóvenes. Eso sí, su
madre no acertó porque Beni se nos fue en 1992, pero no el 26 de enero, sino el
22 de diciembre, ese día en que los Niños de San Ildefonso cantan el Gordo de
la Lotería de Navidad. ¡Hasta para morirse tuvo gracia el tío!
LA PERLA DE CÁDIZ
Se
llamó para el siglo Antonia Gilabert Vargas, pero en el santoral del flamenco es conocida con el nombre de La
Perla de Cádiz. Nació en la ciudad más antigua de España en 1925 y se nos fue
en 1975 con tan sólo cincuenta años. Era hija de Rosa la Papera, gran cantaora
de bulerías, y tiene un puesto de honor junto a otros gaditanos como Beni de
Cádiz, Pericón de Cádiz o Aurelio Sellés. Cantó en los tablaos de Madrid (Los Canasteros,
Torres Bermejas, El Corral de la Pacheca o El Corral de la Morería), en los Gallos de Sevilla o en las Cuevas del Pájaro
Azul de su ciudad. Sin embargo, lo que os quiero contar es que un niño se
quedaba embelesado al oírla cantar; que ese niño era rubio y había nacido en la
Isla de San Fernando; que era gitano y que se llamaba José. Ya muchos habréis
caído en la cuenta de que ese niño, andando el tiempo y tras cantar en los
tranvías con su amigo Rancapino, se convertiría en el mítico Camarón de la
Isla. Ya se ve que en la vida, pese a lo que digan los malos pedagogos, influyen
muchos los buenos maestros.
MANUEL ARCE, UN CÁNTABRO DE LLANES
Manuel
Arce nació en San Roque del Acebal, una aldea del concejo de Llanes, en
Asturias, pero desde los seis años vive y escribe en Santander. Acabo de leer
una antología que recoge sus poemas entre 1947 y 1954 y que publicó Icaria en
junio de 2008. Desde muy pronto, entró en contacto con Maruri, Hierro, Gerardo
Diego y otros grandes de la poesía cántabra y española. Sin embargo, Arce es
más conocido como novelista y entre sus obras están La tentación de vivir, Anzuelos
para la lubina y, la llevada al cine junto con Testamento en la montaña, Oficio
de muchachos. No he leído ninguna novela suya y, cuando lo haga, os
contaré. De Arce me queda el recuerdo de un buen poeta al que merece la pena
leer. Por cierto, que ha poco ha cumplido ochenta y siete años. Iam senior, sed cruda viridisque deo
senectus que dijo Virgilio.
LOS FEOS DE VILLALPANDO
Desde
pequeño, Villalpando, la hermosa ciudad zamorana que cuenta con esa bellísima
puerta que es la de San Andrés y que es patria chica de un gran torero, Andrés
Vázquez,- que todavía en julio de 2012 le cortaba un rabo a un Victorino en el
L aniversario de su alternativa demostrando que con ochenta años aún queda vida
y arte, tenía el aliciente de los Feos, esas pastas duras y dulces que mis
padres compraban en la gasolinera de la entrada. Siempre que voy a Villalpando,
en esa hermosa Tierra de Campos zamorana, me traigo una caja de Feos para casa.
Para mí, los mejores son los de La Concepción, una confitería de las hermanas
Burgos que está en la Plaza Mayor y que, por larga tradición familiar, las
llevan haciendo desde 1850. Su fórmula es secreta, pero se basa en almendra,
azúcar, harina y huevo. A algunas personas les gustan mojadas en el café, pero
yo las prefiero “ a pelo”. Además estoy convencido de que son el secreto de la eterna
juventud del maestro Andrés Vázquez.
domingo, 16 de agosto de 2015
EL BANQUETE DE CONXO
No
todo banquete famoso tiene que ser por fuerza el de Platón. Hoy quiero hablaros
de otro banquete famoso: el banquete de Conxo.
El 2 de marzo de 1856, en ese lugar cerca de Santiago, obreros,
artesanos y estudiantes confraternizan y
son estos últimos los que sirven a los obreros y artesanos en un gesto social
que recuerda al lavatorio de pies a los apóstoles por parte de Cristo. Como es
lógico, esta subversión del orden social con los señores sirviendo a los
sirvientes no gustó nada en la ciudad del Apóstol. Entre los asistentes,
estaban Aurelio Aguirre, poeta del que Rosalía de Castro se basó para su Sombra negra y Eduardo Pondal. Se especula
con que la propia Rosalía estuviera presente en el acto, pero tampoco lo
sabemos con seguridad. Este banquete pasó a la memoria colectiva de Galicia.
Por cierto, que el Hospital Psiquiátrico de Conxo es un hermosísimo edificio
rodeado de un robledal que tomaron los ejércitos por miedo a que aquello
acabara en una insurrección. Y, de nuevo por cierto, de Aurelio Aguirre ya
hablaremos más adelante.
viernes, 14 de agosto de 2015
LOS MÁRTIRES DE CARRAL
Estamos en la España de Isabel II, más en concreto en la
conocida como Década Moderada (1854- 1844) en la que ejerció el poder el
Partido Moderado con el general Narváez como hombre fuerte de esta década que
llevó a cabo una centralización importante de la administración del Estado amén
de un recorte de las libertades y de los derechos. Así las cosas, el 2 de abril
de 1846, el segundo batallón del Zamora, establecido en Lugo y a las órdenes
del coronel don Miguel Solís y Cuetos se sublevó proclamando la disolución del
Consejo Provincial y de la Diputación. Solís pronunció una emotiva arenga a sus
soldados que terminaba así:
Gallegos, españoles todos.
¡Viva la Constitución!¡Viva la Reina libre! ¡Fuera extranjeros!¡Abajo el
dictador Narváez!¡ Abajo el sistema tributario!
El coronel Solís era gaditano,
del Puerto de Santa María, y estaba destinado en Galicia. Luchaba por la
Constitución y por “liberar” a la reina Isabel, una pobre mujer que había sido
educada para ser un títere de los políticos y generales de la época y cuya
máxima afición era comer y cenar con sus amantes en Lardhy al no ser su marido,
Francisco de Asís de Borbón, un enfermo de hipospadias y homosexual, el hombre
adecuado para dar la “talla” en el lecho marital. Al poco se unieron a la
sublevación las plazas de Santiago, Pontevedra y Vigo., estas dos últimas
ciudades al mando de Leoncio Rubín de Celis. El 15 de abril se constituye en
Santiago de Compostela la Junta Superior del Reino de Galicia que reclamó las
libertades que había abolido Narváez y un trato más justo para Galicia. También
en Santiago se constituye el llamado Batallón Literario que ya había actuado en
la Guerra de la Independencia.
Pero al Espadón de Loja no se le
escapaba ninguna sublevación y envió al general La Concha, capitán general de
Castilla la Vieja para acabar con los sublevados. Se produjo la batalla de
Cacheiras, en las afueras de Santiago, y las tropas sublevadas fueron
derrotadas. Tras esta derrota las tropas “leales” de La Concha procedieron al
saqueo y pillaje de Santiago.
Solís se refugió en el monasterio de
San Martín Pinario, pero se entregó por la tarde. Fue juzgado y condenado a muerte
en un juicio sumarísimo y ejecutado en la villa de Carral, La Coruña. También
el comandante Víctor Velasco y diez oficiales más fueron fusilados. El pueblo
gallego, en una situación de pobreza y de abandono, ya tenía unos mártires que
habían dejado su vida por Galicia y que de cuya sangre nacería la primera
generación de galleguistas, los que pensaban que, si Solís hubiera triunfado,
la situación gallega, siempre por supuesto dentro de España y por tanto nada
que ver con independentismos ridículos de cuyo recuerdo se apropian en las
jornadas “nacionales” del 25 de julio los chavales del BNG, hubiera sido otra y
Galicia hubiera tenido la oportunidad de hacer política sin ser “una colonia de
la Corte”. como dijo Antolín Faraldo Asorey, uno de los primeros provincialistas
gallegos, es decir, personas a los que le dolía Galicia y su estado de abandono
por parte del gobierno central. Y es que España, algunas veces, ha sido más
madrastra que madre. Pero de eso ya hablaremos en su momento.
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