Leyendo
el Αmor de perdição de don Camilo
Castelo Branco, ya sabéis los amores de Teresa y Simão que terminan como el
rosario de la aurora, me venía a las mientes lo que nos decía el escritor teatral
Alonso de Santos en relación a Romeo y Julieta: “si los padres, a las primeras
de cambio, les dicen que están de acuerdo y les ponen un piso, la obra se
termina”. Claro, si el padre de Teresa consiente en los amores de los chicos,
no habría habido novela. Y, mientras leía, se me ocurrió jugar a un juego
divertido: ¿qué ocurriría si Teresa y Simão se hubieran conocido en nuestros
días, en esta nueva anormalidad? Y me salía esto como me podría haber salido
cualquier otra cosa.
Lo
primero de todo es que la influencia y opinión de los padres apenas tiene, hoy
en día, relevancia. ¿Que los padres no quieren que los muchachos se casen?. No
pasa nada: se cogen un piso y se convierten en pareja de hecho o de desecho. Nada
de niñas al conventos “das freiras” de Monchique, nada de huidas en barco, nada
de criadas de buen corazón como Mariana, nada de padres cerriles que todo lo entorpecen
con memoriales de agravios que se
remontan a los antepasados. Los chicos se hubieran ido a vivir a Oporto y allí,
en paz y armonía, se podrían ir a la playa y tomarse una cerveza en las orillas
del Duero, allí en donde los “tripeiros” sacan sus terrazas.
Puesto
que los dos eran de nobles familias portuguesas, no habría habido ningún
problema. Sin embargo, ¿creéis que la pobre Mariana, la hija del herrador João
Cruz, se hubiera podido casar con Simão? Lo dudo. Aunque nos hemos vuelto muy modernos,
con mucha parejita de hecho, de desecho y de desechos de pareja (así decía mi
buen amigo abulense José María al que
tanto he mencionado en este blog) la posibilidad de que existan matrimonios
entre diferentes “castas” sigue siendo muy remota. ¿Alguno ve a Tamara Falcó
casada con un albañil? Yo, la verdad,
no.
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