Mis
alumnos, que son chicos inteligentes, me dicen con una cierta frecuencia:
“Profe, si el Imperio romano cae en el año 476 d. C y Mahoma es del siglo VI, ¿significa
que los romanos y los musulmanes no se encontraron nunca?. Pues no, queridos alumnos,
sí que se encontraron, pero tenemos el “defecto” de pensar que Roma se termina
en ese año citado sin darnos cuenta de que el Imperio Romano de Oriente siguió
permaneció hasta el año 1473 y que, en todo momento, se siguieron considerando
“romanos” y sus emperadores sucesores del primer emperador que hubo en Roma,
Octavio Augusto. Por tanto, romanos y musulmanes sí que se encontraron en la
historia. Vamos a ver esto con más detalle.
El
Imperio Romano de Oriente abarcaba una gran extensión de tierras que
comprendían las provincias de Siria, Palestina y Egipto que seguía siendo el
gran granero de Constantinopla como lo habían sido de Roma. Aprovechando un
periodo convulso, los árabes se anexionaron estas tres provincias lo que
infligió un gran daño al Imperio Romano.
Más en concreto, Antioquía y Jerusalén se perdieron en la batalla de Yarmuk en
el año 636. Ya bajo el califato Omeya,
los árabes sitiaron Constantinopla que resistió gracias al “fuego griego”, un
invento que consistía en un producto químico que era capaz de arder en el agua
y porque la ciudad estaba fantásticamente fortificada.
Tardaría
bastantes años la gran ciudad que hoy conocemos como Estambul en caer en manos
de otro imperio que provenía de oriente, el Imperio Otomano, pues ya tenemos
que llegarnos hasta 1476 para decir que, en ese año, el Imperio Romano desaparece.
Esa presencia turca explica mucho de la historia actual en los Balcanes. Pero
del imperio Otomano es mejor hablar otro día.
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