Cierto
es que casi todo el verano llevamos con Plutarco, pero es que su manera de
escribir es tan atrayente y su finura psicológica es tanta que supone un alivio
para el ferragosto boecillano. Vamos
a ver cómo describe la muerte de Pompeyo el Magno en la Vida de Pompeyo:
ἀσπασάμενος
οὖν τὴν Κορνηλίαν προαποθρηνοῦσαν αὐτοῦ τὸ τέλος, καὶ δύο ἑκατοντάρχας
προεμβῆναι κελεύσας καὶ τῶν ἀπελευθέρων ἕνα Φίλιππον καὶ θεράποντα Σκύθην
ὄνομα, δεξιουμένων αὐτὸν ἤδη τῶν περὶ τὸν Ἀχιλλᾶν ἐκ τῆς ἁλιάδος, μεταστραφεὶς
πρὸς τὴν γυναῖκα καὶ τὸν υἱὸν εἶπε Σοφοκλέους ἰαμβεῖα·
Ὅστις δὲ πρὸς τύραννον ἐμπορεύεται,
κείνου ‘στὶ δοῦλος, κἂν ἐλεύθερος μόλῃ.
Ταῦτα δ’ ἔσχατα πρὸς
τοὺς ἑαυτοῦ φθεγξάμενος ἐνέβη· καὶ συχνοῦ διαστήματος ὄντος ἐπὶ τὴν γῆν ἀπὸ τῆς
τριήρους, ὡς οὐδεὶς παρὰ τῶν συμπλεόντων ἐγίνετο λόγος φιλάνθρωπος πρὸς αὐτόν, ἀποβλέψας
εἰς τὸν Σεπτίμιον, "Οὐ δή πού σε," εἶπεν, "ἐγὼ γεγονότα συστρατιώτην
ἐμὸν ἀμφιγνοῶ;" κἀκεῖνος ἐπένευσε τῇ κεφαλῇ μόνον, οὐδὲν προσειπὼν οὐδὲ
φιλοφρονηθείς. πολλῆς οὖν πάλιν οὔσης σιωπῆς ὁ Πομπήϊος ἔχων ἐν βιβλίῳ μικρῷ
γεγραμμένον ὑπ’ αὐτοῦ λόγον Ἑλληνικόν, ᾧ παρεσκεύαστο χρῆσθαι πρὸς τὸν Πτολεμαῖον,
ἀνεγίνωσκεν. ὡς δὲ τῇ γῇ προσεπέλαζον, ἡ μὲν Κορνηλία μετὰ τῶν φίλων ἐκ τῆς
τριήρους περιπαθὴς οὖσα τὸ μέλλον ἀπεσκοπεῖτο, καὶ θαρρεῖν ἤρχετο πολλοὺς ὁρῶσα
πρὸς τὴν ἀπόβασιν τῶν βασιλικῶν οἷον ἐπὶ τιμῇ καὶ δεξιώσει συνερχομένους. ἐν
τούτῳ δὲ τὸν Πομπήϊον τῆς τοῦ Φιλίππου λαμβανόμενον χειρός, ὅπως ῥᾷον ἐξανασταίη,
Σεπτίμιος ὄπισθεν τῷ ξίφει διελαύνει πρῶτος, εἶτα Σάλβιος μετ’ ἐκεῖνον, εἶτα Ἀχιλλᾶς
ἐσπάσαντο τὰς μαχαίρας. ὁ δὲ ταῖς χερσὶν ἀμφοτέραις τὴν τήβεννον ἐφελκυσάμενος
κατὰ τοῦ προσώπου, μηδὲν εἰπὼν ἀνάξιον ἑαυτοῦ μηδὲ ποιήσας, ἀλλὰ στενάξας
μόνον, ἐνεκαρτέρησε ταῖς πληγαῖς, ἑξήκοντα μὲν ἑνὸς δέοντα βεβιωκὼς ἔτη, μιᾷ δ’
ὕστερον ἡμέρᾳ τῆς γενεθλίου τελευτήσας τὸν βίον.
Vidas Paralelas. Pompeyo. 79
El texto griego dice más o menos así:
En efecto, saludando a Cornelia (su quinta y
última mujer), que de manera anticipada lloraba su muerte, y ordenando que se
embarcaran primero dos centuriones, a su liberto Filipo y a un esclavo por
nombre Escita, cuando Aquilas le dio, la mano, volviéndose a su mujer y hacia
su hijo, recitó unos yambos de Sófocles:
El que fuera al palacio del tirano
es su esclavo aunque libre parta.
Una vez dichas estas palabras, que
fueron las últimas, descendió al barco y, al existir bastante distancia desde
la trirreme a tierra y no haberle dicho nadie de sus acompañantes ninguna
expresión de agasajo, mirando a Septimio le dijo: “Me parece que te he visto en
otra ocasión siendo mi compañero de armas”. Aquél le contestó tan sólo bajando
la cabeza, ni pronunciando palabra ni poniendo siquiera una cara agradable. Estando
todos en silencio, sacó Pompeyo un libro pequeño en donde había escrito un
discurso en griego para pronunciarlo ante Tolomeo. Cuando ya arribaban a
tierra, Cornelia, que, llena de inquietud
y de agitación, había embarcado con los amigos de Pompeyo y estaba en la
cubierta de la nave para ver qué pasaba, tuvo un atisbo de esperanza cuando vio
que muchos cortesanos salían cuando Pompeyo desembarcaba como si le fueran a
honrar o a felicitar. En éstas, cuando Pompeyo se cogió de la mano de Filipo
para ponerse de pie con mayor facilidad, Septimio fue el primero que, por la
espalda, le atravesó con un puñal y, al poco, desenvainaron también sus espadas
Salvio y Aquilas. Pompeyo, echándose la toga por delante de la cara con sus manos,
no hizo nada indigno de su condición, sino que tan sólo dio un suspiro y
aguantó con entereza los golpes de sus asesinos. Habiendo vivido cincuenta y
nueve años, al día siguiente de su cumpleaños, murió.
Vamos a dar un poco de luz al texto
explicando quién es quién de los personajes que aquí salen y situando el
fragmento de Plutarco en su contexto.
Después de ser derrotado en Farsalia
por César, Pompeyo inició un periplo que le llevó desde Mitilene, en Lesbos, a
Syedra, pasando por Attalia, en donde celebró un consejo de guerra con sus
hombres y decidieron que eran tres las opciones que tenían para pedir ayuda en
la guerra: Partia, Egipto y Numidia. Pompeyo desconfiaba de las dos últimas
opciones y se inclinaba por pedir ayuda a Partia; sin embargo, Publio Cornelio
Léntulo Espínter, expresando una opinión que concordaba con el sentir general,
dijo que era una vergüenza para Roma pedir ayuda a sus enemigos. Al final, se optó por Egipto pues su rey, Ptolomeo
XIII, hermano y marido de Cleopatra VII, debía el trono de Egipto a Pompeyo.
Desde Pafos, en Chipre, Pompeyo se desplazó a Pelusio desde donde envió una
carta al monarca egipcio pidiéndole una reunión. Ptolomeo XIII tenía por
consejeros a Aquilas, Potino y Teodoto de Quíos que eran, en realidad, los que
gobernaban el país. Los consejeros pensaron que, si ayudaban a Pompeyo, ponían en
peligro su propia autoridad y también la independencia de Egipto así que pensaron
en darle su palabra de ayuda, pero, tan pronto como pudieran, matarlo. Para
proceder al asesinato, recurrieron a un romano que estaba al servicio de
Egipto, Lucio Septimio. Tal y como hemos visto en el texto, entre Septimio y
Aquilas lo asesinaron.
No es necesario que os diga que la
muerte de Pompeyo es una de las traiciones más ignominiosas de la historia
quizás junto con la de nuestro Viriato. Luego viene la historia que tanto le
gustaba a Ruiz de Elvira del llanto de César cuando, pensando que le agradaban,
le entregaron como regalo la cabeza de Pompeyo. Pero eso ya es otra historia.