Os estaba contando que en Velilla podemos
admirar las Fontes Tamarici ( debemos
recordar que fons, fontis, en latín, es masculino) y ese adjetivo (tamaricus)
hace relación a los tamáricos, tamaricos, camáricos o camaricos que fueron una
de las tribus pertenecientes a la Cantabria antigua que no se correspondía con
la actual Cantabria (basada en la antigua provincia de Santander o, como
tradicionalmente se la ha conocido, La Montaña pues la montaña era de Castilla,
siendo Santander una ciudad tan castellana como Valladolid o Ávila), sino que
era mucho mayor ( ¡por Dios, que no se entere Miguel Ángel Revilla!). La
extensión de los tamáricos llegaría desde la montaña palentina hasta la Vega
del Carrión (Saldaña) y desde Cervera de Pisuerga hasta Cistierna y Sahagún, ya
en la provincia actual de León. Los tamáricos eran un matriarcado pues eran las
mujeres las que se dedicaban a la agricultura y a la ganadería y los hombres, a
la guerra. Pero vamos a dejar a los tamáricos con la promesa de dedicar una
entrada a los límites antiguos de los pueblos cántabros que ocupaban parte de
la Asturias actual, norte de Burgos y norte de Palencia hasta Pisoraca, la
actual Herrera de Pisuerga.
Como os he empezado contando, ayer
estuvimos en las Fuentes Tamáricas y, para saber algo de ellas, tenemos que
recurrir a Plinio el Viejo que dice lo que sigue en su libro XXXI de su
Historia Natural.
(…) et in Cantabria fontes Tamarici in auguriis habentur. tres sunt octonis
pedibus distantes, in unum alveum coeunt vasto amne. singuli siccantur duodenis
diebus, aliquando vicenis, citra suspicionem ullam aquae, cum sit vicinus illis
fons sine intermissione largus. dirum est non profluere eos aspicere
volentibus, sicut proxime Larcio Licinio legato pro praetore post septem dies
accidit. in Iudaea rivus sabbatis omnibus siccatur.
Las Fuentes Tamáricas, en Cantabria, son consideradas como un augurio. Son
tres que distan ocho pies y que se juntan en un solo lecho que tiene gran
abundancia de agua. Suelen estar secas durante doce días y, algunas veces,
durante veinte sin ningún rastro de agua aunque una fuente cercana a ellas mana abundantemente y sin interrupción. Es de
mal agüero, para los que las quieren ver, que no corran como, hace poco, le pasó a
Larcio Licinio, un legado pro pretor, que murió a los siete días.
Plinio el
Viejo. Naturalis historia, XXXI, 23
La historia no deja de ser curiosa y me
recuerda esta fuente intermitente a la Fuentona de Ruente en donde dicen que
una Anjana, según su capricho y gusto, deja o no deja fluir las aguas. En ambos
casos, merece la pena el viaje porque el paisaje que nos rodea es idílico. Que
tengamos la suerte o no de ver manar el agua depende, en el caso palentino, de
nuestro hado y, en el caso de Cantabria, de la santa voluntad de la Anjana o de
Revilla que, a lo peor, algo tiene que ver también con que la Fuentona mane o
no mane.
No hay comentarios:
Publicar un comentario