En
próximas entradas, veremos cómo Cleopatra preparó una performance en el Cidno,
río de Cilicia que desemboca en Tarso, ciudad natal de San Pablo, para encontrarse con Antonio, pero antes vamos
ver cómo lo había planeado todo con sutil inteligencia. Está, como siempre, en
Plutarco, Vida de Antonio. XXV. 4-6
ἡ δὲ καὶ Δελλίῳ
πεισθεῖσα, καὶ τοῖς πρὸς Καίσαρα καὶ Γναῖον τὸν Πομπηίου παῖδα πρότερον αὐτῇ
γενομένοις ἀφ' ὥρας συμβολαίοις τεκμαιρομένη, [25.5] ῥᾷον ἤλπιζεν ὑπάξεσθαι τὸν
Ἀντώνιον. ἐκεῖνοι μὲν γὰρ αὐτὴν ἔτι κόρην καὶ πραγμάτων ἄπειρον ἔγνωσαν, πρὸς δὲ
τοῦτον ἔμελλε φοιτήσειν ἐν ᾧ μάλιστα καιροῦ γυναῖκες ὥραν τε λαμπροτάτην ἔχουσι
καὶ τὸ φρονεῖν [25.6] ἀκμάζουσι. διὸ πολλὰ μὲν συνεσκευάσατο δῶρα καὶ χρήματα
καὶ κόσμον, οἷον εἰκὸς ἦν ἀπὸ πραγμάτων μεγάλων καὶ βασιλείας εὐδαίμονος
κομίζειν, τὰς δὲ πλείστας ἐν ἑαυτῇ καὶ τοῖς περὶ αὑτὴν μαγγανεύμασι καὶ
φίλτροις ἐλπίδας θεμένη παρεγένετο.
Cleopatra, persuadida por Delio (
se refiere Plutarco a Quinto Delio, un historiador cuya obra llegó a manejar Plutarco
y que había sido enviado por Antonio para buscar el apoyo militar de Cleopatra
contra Octavio) y fiada en los efectos que su hermosura había producido en sus
anteriores relaciones con César y Gneo, el hijo de Pompeyo (contamos nosotros
que su padre le había enviado en el año 49 a. C. a Alejandría para solicitar
ayuda militar contra César y el chico, aprovechando que el Nilo pasa por tan
hermosa ciudad, no perdió la ocasión de tener un affaire con la reina. ) esperaba subyugar fácilmente a Antonio.
Fijaos
bien en lo que viene. Cleopatra piensa que Antonio va a ser “pan comido” por
las causas que nos cuenta Plutarco:
Porque aquellos la conocieron (también naturalmente en
el sentido bíblico del término) cuando todavía era una muchacha sin experiencia,
pero con éste (Antonio) se iba a encontrar en la edad en que la belleza
femenina alcanza su máximo esplendor y la inteligencia, su madurez (πρὸς δὲ τοῦτον
ἔμελλε φοιτήσειν ἐν ᾧ μάλιστα καιροῦ γυναῖκες ὥραν
τε λαμπροτάτην ἔχουσι καὶ τὸ φρονεῖν ἀκμάζουσι.)
Por esa razón, preparó numerosos regalos, dinero y adornos, tantos como
convenían a la importancia de su situación y a la prosperidad de su reino; pero
se presentó allí poniendo sus mayores
esperanzas en sí misma, en sus encantos y en su hechizo.
¡Cómo sabía Cleopatra manejar sus armas
de mujer! Si hubiera sido una de estas chicas que, respetándose muy poco a sí
mismas, se despelotan en un escenario para reivindicar no sé qué derechos,
Cleopatra hubiera optado por enseñarle las tetas directamente a Antonio y
habérselo llevado a la cama. Pero otros tiempos eran aquellos y una reina de
Egipto no se podía comportar como una meretriz descerebrada pues Antonio, por
muy cuartelero que fuera, no dejaba de ser un caballero romano. Ahora todo es
distinto porque ni las damas son damas ni quedan caballeros como Antonio y todo
es más aquí te pillo, aquí te mato. O
tempora, o mores! que, traducido por un alumno de un 2º de Bachillerato
actual, viene a decir “¡Oh tiempos de los moros!” Y basta que el calor aprieta
y un servidor también va a recurrir, pese a su provecta edad, a quedarse en puris pelotis.
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