Seguimos con Actium. Cuando la batalla todavía estaba indecisa,
Cleopatra se marchó con sus barcos. Sí, como lo habéis leído. Si os fijáis en
el mapa de nuevo, veréis la posición de Cleopatra, lo más cercana a tierra
posible. Bueno, pues la egipcia salió huyendo por el medio de los combatientes
organizando un lío de no te menees. Cleopatra se marchó para el Peloponeso
“aprovechando el viento”. Pero ahora viene lo peor porque Antonio, al ver a
Cleopatra marcharse de la batalla, no lo dudó ni un momento y la siguió. Se lo
dejo contar a Plutarco que tiene mejor pluma:
ἔνθα δὴ φανερὸν αὑτὸν
Ἀντώνιος ἐποίησεν οὔτ' ἄρχοντος οὔτ' ἀνδρὸς οὔθ' ὅλως ἰδίοις λογισμοῖς
διοικούμενον, ἀλλ' -- ὅπερ τις παίζων εἶπε τὴν ψυχὴν τοῦ ἐρῶντος ἐν ἀλλοτρίῳ
σώματι ζῆν -- ἑλκόμενος ὑπὸ τῆς [66.8] γυναικὸς ὥσπερ συμπεφυκὼς καὶ
συμμεταφερόμενος. οὐ γὰρ ἔφθη τὴν ἐκείνης ἰδὼν ναῦν ἀποπλέουσαν, καὶ πάντων ἐκλαθόμενος,
καὶ προδοὺς καὶ ἀποδρὰς τοὺς ὑπὲρ αὐτοῦ μαχομένους καὶ θνῄσκοντας, εἰς πεντήρη
μεταβάς, Ἀλεξᾶ τοῦ Σύρου καὶ Σκελλίου μόνων αὐτῷ συνεμβάντων, ἐδίωκε τὴν <ἑαυτὴν>
ἀπολωλεκυῖαν ἤδη καὶ προσαπολοῦσαν αὐτόν.
Da hasta un poco de
reparo traducir lo que cuenta, -de manera genial, Plutarco de Queronea en su
elegante griego, pero lo vamos a intentar:
En
ese momento, Antonio dejó claro que las
razones que gobernaban su conducta no eran ni las de un jefe, ni las de un
hombre, ni tan siquiera las suyas propias , sino que, como alguien dijo en
un tono de burla, el alma del amante vive en un cuerpo ajeno; Antonio se dejó
arrastrar por aquella mujer como si fuese un solo cuerpo con ella y los
movimientos de ella fueran los suyos; pues, tan pronto como vio que su nave (la
de Cleopatra) se retiraba, se olvidó de todo y, traicionando u olvidándose de
los que por él luchaban y morían (τοὺς ὑπὲρ αὐτοῦ μαχομένους καὶ θνῄσκοντας),
se trasladó a una quincuerreme (una nave ligera) acompañado tan sólo por Alexas el sirio y por Escelio y
se lanzó detrás de la que ya lo había
llevado a la perdición y aún iba a perderlo más.
La verdad, muchos siglos después, el comportamiento
de Antonio provoca alipori, es decir, vergüenza ajena. A Antonio no se le puso
nada por delante y se fue detrás de Cleopatra.
Pero, si esto es raro, más aún lo es el
que Antonio, tras izar Cleopatra una señal en su nave, subiera a bordo de la
nave de su amada y no le dijera ni una palabra durante tres días. Como lo
leéis. Después de abandonar a los suyos, Antonio embarcó en la nave de ella y
se quedó tres días sentado en la proa en absoluto silencio hasta que llegaron a
Ténaro. Allí, dice Plutarco, “las mujeres del séquito de Cleopatra consiguieron
que se reunieran y que volvieran a hablarse y después los convencieron para que
comieran y se acostaran juntos.
Es lógico que Antonio sintiera rabia
porque la batalla no estaba decidida, tal y como nos decía Plutarco unas líneas más
arriba:
(…) ἀκρίτου δὲ καὶ
κοινῆς ἔτι τῆς ναυμαχίας συνεστώσης, αἰφνίδιον αἱ Κλεοπάτρας ἑξήκοντα νῆες ὤφθησαν
αἰρόμεναι πρὸς ἀπόπλουν τὰ ἱστία καὶ διὰ μέσου φεύγουσαι τῶν μαχομένων·
Con
la batalla aún indecisa para uno y otro bando, se vio de repente a las sesenta
naves de Cleopatra izar las velas y salir huyendo por el medio del combate.
La acción de la reina de Egipto no tiene
explicación desde un punto de vista militar y –repito-, es lógico que Antonio,
como militar que era, se pasara tres días sin decirle ni mu, pero, al final, ya
veis: pelillos a la mar ( con perdón) y no hay pena que no cure una buena mesa
y un buen revolcón. La vida misma.
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