He
leído el muy interesante libro del doctor Fernando Colina que lleva por título La belleza de los locos y tan eximio
psiquiatra vallisoletano titula un capítulo “Sujeción subjetiva o contención
con cuerdas”. Y así arranca dicho capítulo:
La palabra sujeto se emparenta con sujetar.
Literariamente le queda de “pegada”,
pero el filólogo tiene que decirle algunas cosas al psiquiatra. Sujeto viene
del verbo latino subicere (sub – iacio), poner o echar por debajo y una de sus
traducciones es, efectivamente, someter o sujetar. Pero ¿por qué se le llama al
sujeto sujeto? Para saber con certeza eso que nos planteamos, nos tenemos que ir al maestro de maestros, es
decir, a Aristóteles que nos dice que, en griego se dice ὑποκείμενον,
es decir, lo subyacente. También, metiéndonos en camisa de once varas,
podríamos decir también lo que sujeta al
ser. El sujeto es del que se predica algo, pero que, a su vez, no se
predica de nada.
Vemos
que el doctor Colina hace un juego de palabras oportuno y literario y hasta con
su “mijita” de razón, pero el filólogo tiene que salir en ayuda del lector para
dejar claro que el sujeto no es sujeto porque esté sujeto, sino porque es el
sustento del ser que está en la sustancia. De ahí que el sustantivo (el que tiene la sustancia) sea la categoría gramatical
propia del sujeto (puede serlo también un adjetivo, un infinitivo o un
adverbio, pero tiene que estar sustantivado).
También el sintagma nominal tiene como funciones propias el ser sujeto o ser
objeto directo que son las funciones propias a su vez del sustantivo y que,
cuando queremos darle otra función no sustantiva, recurrimos a las preposiciones que los funcionalistas
llaman, con mucho acierto, transferentes funcionales. Pongo un ejemplo
La casa verde ( Determinante + NÚCLEO + adyacente) à Sintagma nominal
que puede ser:
a)
Sujeto: La casa verde está en Palencia.
b)
Complemento directo: Veo la casa verde.
Si quiero que sea,
por ejemplo, un complemento circunstancial de lugar, le pongo por delante una
preposición o transferente funcional:
En la casa verde
El gran Lisardo
Rubio decía que los transferentes funcionales eran como los tacos de billar que
hacen que una bola pueda ocupar otra posición en la mesa. Lo decía en un libro
que escribió para enseñar gramática a sus nietos que, como no habían sufrido
tantas LOMLOES, lo entendieron a la primera. Ahora no sé con qué habría tenido
que compararlo el bueno de don Lisandro y, si lo sé, me lo callo. (Lavame Domine, ab
iniquitate mea et a peccato meo mundame)
En
fin, espero que os haya quedado claro.
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