Cuentan
que un bilbaíno, después de una gran comida en Pamplona a la que había invitado
a numerosos amigos y tras haber comido de todo lo más caro, le pidió la cuenta
al del restaurante. El pamplonica, que
tenía atravesados a los de Bilbao porque los consideraba jactanciosos,
le pasó una elevadísima cuenta. Y cuenta el chiste que el bilbaíno, mirando la
cuenta, le dijo al camarero: “Y ¿lo de éstos no me cobras, pues?”
Este viejo chiste viene a cuento porque
Antonio era pródigo y liberal hasta “perder el sentido” y dice Plutarco que esa
liberalidad “anuló otras innumerables faltas”.
Vamos con el texto plutarquiano:
ἓν δέ τι τοῦ μεγαλοδώρου παράδειγμα
διηγήσομαι. τῶν φίλων τινὶ μυριάδας ἐκέλευσε πέντε καὶ εἴκοσι δοθῆναι· τοῦτο
[4.8] Ῥωμαῖοι δεκίης καλοῦσι. τοῦ δ' ἐπιτρόπου θαυμάσαντος, καὶ ἵνα δείξῃ τὸ πλῆθος
αὐτῷ καταβαλόντος ἐν μέσῳ [4.9] τὸ ἀργύριον, ἠρώτησε παριὼν ὅ τι δὴ τοῦτ' εἴη.
τοῦ δ' ἐπιτρόπου φήσαντος ὡς ὃ κελεύσειε δοθῆναι, συμβαλὼν αὐτοῦ τὴν κακοήθειαν
ὁ Ἀντώνιος "ἐγὼ πλεῖον ᾤμην" ἔφη "τὸ δεκίης εἶναι· τοῦτο δὲ
μικρόν ἐστιν· ὥστ' ἄλλο πρόσθες αὐτῷ τοσοῦτον."
Relataré un ejemplo de su prodigalidad. Dio
orden de que se le entregara a uno de sus amigos doscientas cincuenta mil
dracmas ( un pastón, vamos, pues en moneda romana serían un millón de sestercios),
una suma que los romanos llaman decies, y su administrador, sorprendido, puso
el dinero en medio para hacerle ver lo
importante de la cantidad; al pasar junto a ella, Antonio le preguntó que qué
era aquello y, cuando el administrador le contestó que era lo que había
ordenado entregar, dándose cuenta de su aviesa intención, le dijo: “Pensaba que
un decies era más; esto es poco; así que añádele otros tanto”.
Ya
veis, puro Bilbao, pues.
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