Octavio,
por aquellos días, era un joven de treinta y dos años, pero tenía ya el tío
mucha picardía y, sobre todo, sabía jugar muy bien sus cartas. Una vez que
Antonio se lanza sobre su espada, no muere, sino que queda con la suficiente
vida para que lo lleven al mausoleo en donde se había refugiado Cleopatra y
desde donde le había hecho llegar la falsa noticia a Antonio de su muerte y, ya
con ella, muere en sus brazos. Como
veis, la performance de Antonio es
propia de una producción del antiguo Hollywood (el actual es una fábrica de
videojuegos). Entonces un soldado de Antonio, un tal Derceteo, se cogió el arma
ensangrentada de Antonio y se fue corriendo a ver a Octavio para ser el primero
en anunciarle su muerte y, suponemos, que para ganarse alguna recompensa. Como
veis, lo del honor no parecía moneda corriente entre los soldados de Antonio.
Sin embargo, lo que os quiero contar es otra cosa. Fijaos en los que dice
Plutarco:
ὁ δ' ὡς ἤκουσεν, ἐνδοτέρω
τῆς σκηνῆς ὑποστὰς ἀπεδάκρυσεν ἄνδρα κηδεστὴν γενόμενον καὶ συνάρχοντα [78.3]
καὶ πολλῶν ἀγώνων καὶ πραγμάτων κοινωνόν.
Cuando
se enteró, (Octavio), se retiró llorando al interior de su tienda por un hombre
que había sido su cuñado (estaba casado con su hermana Octavia), su colega en
el gobierno (ambos habían sido cónsules) y su compañero en tanto combates y
empresas.
Muy humano Antonio, ¿verdad? Pero fijaos en lo que sigue diciendo Plutarco:
εἶτα τὰς ἐπιστολὰς
λαβὼν καὶ τοὺς φίλους καλέσας ἀνεγίνωσκεν, ὡς εὐγνώμονα γράφοντος αὐτοῦ καὶ
δίκαια φορτικὸς [78.4] ἦν καὶ ὑπερήφανος ἀεὶ περὶ τὰς ἀποκρίσεις ἐκεῖνος.
Cogió
luego las cartas de Antonio y, tras avisar a sus amigos, se las leyó para
demostrarle que, aunque él le había escrito siempre de una manera razonable y justa, Antonio
siempre le había contestado con grosería e insolencia.
Ya veis cómo se las gastaba Octavio
Augusto. Con razón llegó a ser el primer emperador de Roma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario