Es fama que, cuando
Franco iba de pesca a los ríos asturianos a pescar el salmón, unos hombres rana
le ponían el salmón en el anzuelo y así don Paco se iba más contento que unas
pascuas y España podía dormir tranquila esa noche pues, de no haber pescado nada,
sabe Dios el cabreo que el ferrolano se podría haber cogido y esos cabreos casi
siempre acababan en algunos Decretos que pegaban algunos palos a los sufridos
españoles. Muchas historias se contaron entonces de Franco y, sin ir más lejos,
también se dijo que tenía un doble y, sobre este tema, rodó el gran Antonio
mercero una película: Espérame en el
cielo con una Chus Lampreave en estado de gracia. Sin embargo, no he sacado
lo de los salmones de Franco por sacar, sino porque quiero contaros una historia
que recoge Plutarco (¡una vez más!) en su Vida de Antonio. Atentos que seguro
que os suena:
ἐπεὶ δ' ἁλιεύων ποτὲ
καὶ δυσαγρῶν ἤχθετο παρούσης τῆς Κλεοπάτρας, ἐκέλευσε τοὺς ἁλιεῖς ὑπονηξαμένους
κρύφα τῷ ἀγκίστρῳ περικαθάπτειν ἰχθῦς τῶν προεαλωκότων, καὶ δὶς ἢ τρὶς [29.6] ἀνασπάσας
οὐκ ἔλαθε τὴν Αἰγυπτίαν. προσποιουμένη δὲ θαυμάζειν τοῖς φίλοις διηγεῖτο, καὶ
παρεκάλει τῇ ὑστεραίᾳ γενέσθαι θεατάς. ἐμβάντων δὲ πολλῶν εἰς τὰς ἁλιάδας καὶ
τοῦ Ἀντωνίου τὴν ὁρμιὰν καθέντος, ἐκέλευσέ τινα τῶν αὑτῆς ὑποφθάσαντα καὶ
προσνηξάμενον τῷ ἀγκίστρῳ [29.7] περιπεῖραι Ποντικὸν τάριχος. ὡς δ' ἔχειν
πεισθεὶς ὁ Ἀντώνιος ἀνεῖλκε, γέλωτος οἷον εἰκὸς γενομένου, "παράδος ἡμῖν"
ἔφη "τὸν κάλαμον αὐτόκρατορ τοῖς Φαρίταις καὶ Κανωβίταις βασιλεῦσιν· ἡ δὲ
σὴ θήρα πόλεις εἰσὶ καὶ βασιλεῖαι καὶ ἤπειροι."
Más o menos dice en
castellano como sigue:
Estando
pescando un día (Antonio, claro) y poniéndole de mal humor el no pescar nada en
presencia de Cleopatra, ordenó a sus pescadores que se metieran en el agua de
forma oculta y que le engancharan en el anzuelo peces de los que ya había
pescado. Habiendo sacado así dos o tres, la egipcia se dio cuenta, pero
fingiendo admiración, se lo contó a sus amigos y les invitó a que estuvieran
presentes al día siguiente en la pesca. Fueron muchos los que embarcaron y,
cuando Antonio echó la caña, ella ordenó a uno de los suyos que se adelantara y
que prendiera en el anzuelo un arenque del Ponto. Convencido de haber pescado
algo, Antonio tiró del sedal y provocó las risas que eran de esperar. Cleopatra
le dijo: “Comandante, déjanos a nosotros la caña que reinamos sobre Faros y Canobo
y dedícate tú a capturar ciudades, reinos y continentes”.
Tal y como habéis leído, a Cleopatra no
se la daba con queso ni su Antonio porque la tía era lagarta, pero lo que se dice lagarta y no la
iba a engañar un romano a ella que reinaba sobre Alejandría, la novia del mar.
Antonio que se fuera a las lagunas de Roma y al Aventino a gastar bromas de pastores,
que eso eran, en el fondo, los romanos, unos pastores un tanto “brutotes” a los
que la cultura griega había deslumbrado.
Pero a una mujer de puerto de mar que no la engañara con tonterías de
pececitos, buzos y anzuelos. ¡A ella le iba a venir Antonio con el truco
franquista de poner los peces en el anzuelo! Un respeto, don Antonio, que
De
Alejandría vengo,
alejandrina
soy,
y
mi cara egipciana lo va diciendo.
He
nacido en Alejandría por donde voy.
Si
me permite el maestro Pablo Luna robarle un trocito de la letra de la Canción española de su zarzuela El niño judío.
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