Hace
ya unos años, mi buen amigo Miquel Arrufat Pujol, con ocho apellidos catalanes,
como broma tras la cena en un lugar idílico al pie de la Laguna Negra, se puso
a traducir poemas de Machado al catalán. Y así tradujo éste:
Ayer soñé que veía
a Dios y que a Dios
hablaba;
y soñé que Dios me
oía...
Después soñé que
soñaba.
El poema machadiano, por
obra y gracia de su traducción, se convirtió en:
Ahir vaig somiar que
veía
a Deu i que a Deu
parlava;
i vaig somiar que Deu
em sentía…
Després vaig somiar
que somiava.
Pero
que cuando uno de nosotros le propuso el cantar popular que Machado usa como epígrafe en su Saeta, cantada por Serrat y recantada
por miles de cantantes, ya sabéis, esos que dicen:
¿Quién
me presta una escalera,
para subir al madero
para quitarle los clavos
a
Jesús el Nazareno?
Miquel no pudo seguir
y nos dijo:
-
No puedo traducir estos versos al
catalán.
-
¿Por qué, Miguel?
-
Porque soy catalán y yo no presto,
vendo.
Bromas
aparte, Miquel me propuso que, para el año siguiente, en esos encuentros poéticos
sorianos, lo dedicáramos a Pemán. Le dije que no, que Pemán me resultaba
pesado, tanto en su poesía “laica” como en la religiosa o espiritual. Y así
quedó la cosa.
Resulta
que este año he encontrado en un anaquel de mi biblioteca un tomito de mi muy
querida colección Austral con una antología poética de Pemán y me la he llevado
a la piscina que veis en la fotografía de la entrada. No sé si por influencias
de las ondinas que habitan las aguas o de las Anjanas, lo cierto es que me ha
encantado y he sentido que hace ya algunos años le dijera a Miquel que Pemán no
me gustaba. He disfrutado enormemente de una poesía con ese perfume antiguo,
sencillo, a colonia de esa que mi abuela María tenía en los vasares de la
cocina. Los cultos me diréis que no
aportó nada, que se mantuvo en la línea de un Campoamor, que ni siquiera se
acercó a la poesía que sus paisanos y coetáneos del 27 estaban haciendo, pero
eso a mí me da igual. Tan sólo quiero deciros que lo he leído y que me ha
gustado y que os dejo un poema suyo para que los que no tengan prejuicios lo
lean. A los otros, que les den por el bul.
A
la vera del prado
se
dormía la niña
con
el son de las hojas del álamo.
El
viento de la sierra,
pasito,
paso,
pasaba
sobre el trébol,
como
peinándolo.
Vientecito,
no me despiertes
a
la niña de los ojos garzos,
¡que
se encelan las flores!
¡que
se encelan los pájaros!
Déjala
que duerma
a
la vera del prado,
déjala
que duerma
con
el son de las hojas del álamo.
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