lunes, 29 de agosto de 2016

AFONSO HENRIQUES


En la entrada sobre Teresa de León, veíamos cómo su hijo Alfonso la había derrotado en la batalla de San Mamede y que esto era en el año de 1128. Al cabo de once años, viene un hecho transcendental: la batalla de Ourique, en la que Alfonso se enfrenta a los almorávides. Fue un 25 de junio de 1139 y las tropas de Alfonso lo proclamaron “Rex Portucalis” por primera vez pues hasta entonces sólo había usado el título de príncipe o infante. Pero es que además Alfonso, al igual que Constantino en la batalla del Puente Milvio, vio cómo el propio Cristo le anunciaba su victoria sobre los almorávides. Unos años más tarde, en 1143, mediante el tratado de Zamora, Alfonso VII de León le concede la dignidad regia y el señorío de Astorga por lo que, curiosamente, el rey de Portugal seguía siendo vasallo de Alfonso. Pero Alfonso no se quedó ahí y, hombre inteligente y buen político, supo que su reino no estaría reconocido del todo hasta que la Santa Sede no lo reconociera como tal e inició un largo proceso diplomático que culminaría con la bula de Alejandro III, un papa culto donde los haya habido, que lleva por título Manifestis probatum. Con esta bula, concedida por el papa el 23 de mayo de 1479, Portugal quedaba reconocido como reino independiente y como vasallo de la Iglesia. Por cierto y a modo de curiosidad, decir que un restaurante de Guimarães lleva por nombre el de la bula y que se come muy bien en él. Hay que contarlo todo.

TERESA DE LEÓN, CONDESA DE PORTUGAL


Teresa Alfónsez de León, hija ilegítima de Alfonso VI (¡Mon Dieu, qué bragueta han tenido siempre los reyes de las Hispanias!) era hija del ya mencionado monarca, tan relacionado con Olmedo y mi trabajo y de su amante Jimena Muñoz que no era una pobre mujer, sino hija del conde berciano Munio Muñiz, hijo a su vez de Munio Rodríguez, conde berciano, y de Jimena Ordóñez, que era hija del infante Ordoño Bermúdez, hijo ilegítimo de Bermudo II de Léon (otra vez la bragueta hispánica).  Tuvo una hermana que se llamó Elvira, que merecería otra entrada, pues se casó (o la casaron con el conde Raimundo IV de Tolosa) y se marchó con su esposo a las Cruzadas en donde, como no todo iba a ser perseguir al infiel, concibió y dio a luz a su hijo Alfonso Jordán que sucedería a Beltrán de Tolosa al frente del condado de Tolosa. En 1093, cuando contaba tan sólo trece años, la casaron con Enrique de Borgoña y, dos años después, su padre les concedía el Condado de Portugal. Enrique murió en el 1112 y, como todavía el hijo de ambos, que se llamaba como el padre, no podía acceder al trono por minoría de edad,  Teresa fue la condesa regente y le cogió gustillo al poder ( la erótica del poder que dirían los periodistas de hoy) al tiempo que se maridaba con el conde Traba, el gallego Fernando Pérez. Tanto le gustó el poder a Teresa que su medio hermana Urraca I de Léon le declaró la guerra y consiguió que la condesa se refugiara en el castillo de Lanhoso en donde, pese a su situación de inferioridad, consiguió, por el tratado de Lanhoso, salvar su Condado Portucalense.

         Pero ya no sólo fue su medio hermana, sino que su propio hijo, aliado con otros nobles del condado que no veían bien su relación con el conde de Traba que era, como hemos dicho, gallego, le hicieron la guerra y Teresa fue derrotada en la batalla de San Mamede,  a primeira tarde portuguesa, como la llama Acácio Lino. Hubo mucha leyenda tras esta derrota y los historiadores antiguos dicen que fue detenida en el castillo de Lanhoso, otros que se exilió en un convento de Póvoa de Lanhoso, pero los modernos dicen que se marchó con el conde gallego a Galicia en donde vivieron felices y comieron pulpo à feira hasta el 11 de noviembre de 1130 en que murió Teresa.

         Supongo que estaréis esperando que hable ahora del hijo, pero vamos por partes, como Jack , el Destripador, y lo dejamos, si os parece, para otra entrada cercana en el tiempo. Adeus.


LA MATA DE LAS MUERTAS O EL DOLOR DE ESCRIBIR


Felisa Sobas era de Tudela de Duero, hija de Rufino, un obrero socialista que frecuentaba la Casa del Pueblo. Felisa era Presidenta de las Juventudes Socialistas de Tudela;  Felisa era una chica de veintidós años a la que los vecinos la llamaban “La Paloma”. El primero de mayo de 1936, los vecinos la habían visto de abanderada en el desfile del Día del Trabajo.


         Felisa fue valiente, muy valiente cuando, el dos de agosto de ese mismo año, la llamaron a declarar al Ayuntamiento;  la citaba el alguacil y Felisa fue sola aunque su padre insistió en ir con ella. Dentro del Ayuntamiento, Felisa fue violada por los hombres devenidos en fieras que, supuestamente, la habían llamado a declarar. Su padre, inquieto por la tardanza, se llegó hasta la Casa Consistorial y, antes de llegar, se encontró a su hija en una esquina de la plaza; estaba magullada y ensangrentada y le gritó a su padre unas palabras que todavía hoy resuenan:

  • ¡¡Mire lo que me han hecho, padre!!!¡¡Mire cómo me han puesto!!

 

El padre contó lo ocurrido por todo el pueblo y por contarlo fue apaleado. El dos de agosto, se repetirían las violaciones. En la madrugada del 2 al 3 de agosto, los gritos de la unas mujeres, alertaron a los vecinos que nada pudieron hacer por ellas: eran Felisa y una pobre mujer de sesenta y dos años llamada Josefa Torrecilla a las que subieron a un coche que se perdió en los pinares. Nada se supo de ellas, pero todos sabían lo que había pasado.

         A los pocos días, Pedro Sobas, pastor que vivía en Boecillo y tío de Felisa, llevaba sus ovejas al pinar. Al legar al paraje que se conoció después como Mata de las Muertas, vio un montón de ropas: eran los cadáveres de su sobrina Felisa y de Josefa a las que habían paseado. Pedro Sobas, el Maroto, se volvió a su casa y se lo contó a su hijo; ambos volvieron al pinar y dieron sepultura a las dos mujeres diciéndole el padre al hijo que nunca olvidara el lugar en donde las enterraban. Y el sitio se quedó en la memoria del pueblo que el 20 de diciembre de 2003 indicó en dónde estaban enterradas y, una vez exhumados sus restos, fueron llevadas al cementerio de Tudela en donde recibieron sepultura por expreso deseo de sus familias.

         El 9 de julio de 2011, Felisa recibió un homenaje de su pueblo. Descansen en paz estas pobres mujeres víctimas del odio ciego y vil.

 


lunes, 22 de agosto de 2016

OS OVOS MOLES



Los ovos moles son un dulce típico de Aveiro y fue en el Convento de Jesús, hoy museo de la ciudad, en donde se empezaron a elaborar. Este convento fue fundado por Santa Juana, patrona de la ciudad e hija de Afonso V. La fundación de la santa se mantenía por la donación el pago de los arrendatarios de las tierras de las monjas que se efectuaba en especie: trigo, gallinas y huevos. Sin embargo, las monjas no consumían huevos en señal de abstinencia y utilizaban azúcar para conservarlos dando así lugar a os ovos moles. Su composición es muy sencilla pues tienen como base los huevos, el agua y el azúcar, es decir, como las yemas de Santa Teresa en nuestra Ávila. Las monjas empezaron a usar los huevos para curar a los enfermos que les llegaban hasta el convento y que, en su mayoría, adolecían de desnutrición con lo que la receta de los ovos les recuperaba.  El rey Manuel I, ya en el siglo XVI, donó una gran cantidad de azúcar proveniente de Madeira, con lo que los huevos blandos (mollis en latín significa blando) se incrementaron en su fabricación.

         En la actualidad, se pueden encontrar en todo Aveiro, pero tienen fama los de la pastelería de Maria da Presentaçao da Cruz Mercedeiros (¡Qué nombre tan bonito para una novela de Eza de Queiroz!) Me falta añadir que estos huevos engordan mucho por lo tanto, si vais por esta ciudad portuguesa, comedlos con moderación porque la báscula, ese confesionario de la posmodernidad, no perdona como perdonaba el otro.

domingo, 21 de agosto de 2016

LA MASACRE DE LOS TÁVORA





Don José de Mascarenhas fue duque de Aveiro y se llevaba bien con los jesuitas, pero mal con el Marqués de Pombal. Y con este marqués ilustrado no se andaba nadie con bromas. Un día, el rey don José I volvía de una aventura amorosa al Pazo de Ajuda cuando unos hombres a caballo dispararon contra el coche real. El rey sufrió una herida grave en un brazo y el hecho se ocultó incluso a la reina, diciendo que el monarca luso se había caído de una escalera (he oído mejores escusas para ocultar una cana al aire). Pero don Sebastián José, que todavía no era Marquês de Pombal, aprovechó la ocasión: el rey había estado con María Teresa Távora, benjamina de la familia de los Távora que no querían mucho al rey  y, aprovechando que el Tajo pasa por Lisboa,  se involucró a toda la familia de la muchacha. Como también se sospechaba de don José de Mascarenhas da Silva e Lencastre, duque de Aveiro, se aprovechó también la circunstancia para “limpiar” a los Aveiro y, en un proceso de claro matiz político, se mataron dos pájaros de un tiro: se masacró a los Távora y se quitó de en medio al duque. No conforme con esto, el marqués consiguió expulsar a los jesuitas, que se trataban con confianza con el duque, y uno de cuyos padres, Malagrida, fue encarcelado sin ninguna piedad y, tras declararlo hereje, le fue dado garrote y quemado en el último auto de fe que se hizo en Portugal. Era el 12 de setiembre de 1761, es decir, menos de tres años después del ataque contra el rey. El duque acabó también ajusticiado y los familiares de los Távora fueron llevados a la cárcel de la Junqueira de donde no saldrían hasta bastantes años después, tras la muerte del monarca y la ascensión al trono de su hija María. Ya veis en todas partes cuecen habas y en nuestra vecina Portugal también hubo sus cosillas. ¡Cosas del carácter ibérico que tiende a lo poco delicado! Por cierto, que Luis Jaime de Carvajal y Salas, gran jinete, está emparentado con este pobre don José al que el marqués, al igual al padre de la muchacha que tuvo a bien acostarse con el rey, descuartizó. Eran, afortunadamente, otros tiempos.

O MOLIÇO





O moliço, en la ría de Aveiro, hace referencia a unas plantas acuáticas que se recogían para usarlas como abono en la agricultura. Los habitantes de la ciudad del duque de Aveiro, aquel don José de Mascarenhas al que mandó matar el Marquês de Pombal del que ya aviso que hablaré en otra entrada de blog tras leer el magnífico libro de José Barata, lo recogían con ancinhos, es decir, con rastrillos y se llevaba a la ciudad en barcos moliçeiros cuya proas y popas se decoraban con unas pinturas encantadoramente naifs en las que se ridiculizan las situaciones del día a día. Están construidos en madera de pino y tienen como medio de propulsión la vela, la vara y la sirga. Hay que decir que, en la actualidad, os barcos moliçeiros han quedado para paseos turísticos por los canales de Aveiro, la Venecia de Portugal, y que esos medios de propulsión que hemos referido se han visto sustituidos por motores fuera borda. Si vais a Aveiro, os recomiendo el paseo en durante el cual el barquero os va contando información turística de la ciudad de los ovos moles. Pero dos oves moles, ya hablaremos en otra entrada.



domingo, 7 de agosto de 2016

LA VIDA LENTA



Hacía tiempo que no leía a don Josep Pla, mi otro señor literario junto con don Álvaro Cunqueiro y, este verano, me he cogido La vida lenta, un dietario en el que Pla iba anotando su vida. Resulta que yo siempre había pensado en Pla como en le eremita de Llofriu, el payés solitario con su boina y su tabaco de picadura, el hombre que se retiró del mundo. ¡Craso error! Pla se pasa los días cenando en Can Miquel, viajando al extranjero  y recibiendo visitas en la masía. ¡Ya quisiera un servidor llevar esa vida de eremita! Me parece fantástico que Pla llevara esa vida tan ajetreada, pero que le producía insomnio y, como dice él, le enervaba. Normal, don Josep, para combatir ese pertinaz insomnio hay que acostarse a una hora concreta, evitar los excitantes como el café y el tabaco, no pasarse el día amodorrado y cavar un poco más en el predio que lo de ser payés hay que ganárselo. Pero usted era un genio, mi querido don Josep, y no tiene por qué hacerme caso.

Salut.